Curriculums

Teología

sábado, 30 de abril de 2016

MIS APUNTES PATRIOS (XXVIII)


Elecciones y Testamentos


Como hace 80 años, en España se van a celebrar Elecciones Generales con múltiples candidaturas de Partidos, todos ellos formando dos bloques muy distintos: el bloque constitucionalista y el bloque antisistema. Casi todos los españoles saben quiénes militan en uno u otro bloque. Quiero pensar que los que votaron antisistema el pasado 20 de diciembre se abstengan, si es que no saben lo que a España conviene, en el próximo 26 de junio.
Demasiado sacrificio soportado en la centuria pasada, para que, ahora, por un pensamiento descerebrado, se dé pie a las viejas divisiones, a las luchas fratricidas, a los controles interesados, al sometimiento vejatorio, a la falta de libertad y demás valores, y a la muerte. Porque, todavía, algunos, envidiosos del caudillaje franquista, sueñan que pueden remedarle a base de hoz y martillo o estrella roja de cinco puntas. Y se equivocarían como aquellos que creyeron que, con el yugo y las flechas, heredaban las virtudes y sabio gobierno de los Reyes Católicos.
España lleva a su enemigo en sus propias entrañas, como cada humano. Deberá estar alerta para que no las pudra y muera agusanada. El día que el pensamiento cristiano ya no informe la vida social, podrá darse por fenecida. Es ese pensamiento el que elevó a los esclavos a la dignidad de los señores, el que trajo la cultura y la civilización a la Europa barbarizada, el que se proyectó al mundo en deseos de hermanamiento universal.
Azaña, en sus últimos discursos, suplicaba por la memoria de los españoles muertos, a fin de que la patria lo fuera eterna en la paz y la convivencia. José Antonio se despedía de este mundo pidiendo que fuera la suya la última sangre española vertida en discordias civiles. Franco se disponía a morir alentándonos a perseverar en la unidad y la paz, olvidando toda mira personal. Y hasta Adolfo Suárez temía que los españoles, por esa enajenación mental que, de vez en cuando, nos acecha, pudiéramos volver a las andadas.
Y ustedes ya me entienden.

Alfonso Gil González

HISTORIA DE LA IGLESIA... 24


IGLESIA Y REVOLUCIÓN FRANCESA


La Revolución Francesa, iniciada en 1789, supuso una profunda transformación en la organización política, social y religiosa de las monarquías absolutas que habían configurado el llamado antiguo régimen. Cuando analizamos la Revolución Francesa desde una perspectiva histórica, y desde los criterios y valores evangélicos, descubrimos que se trataba de un momento histórico decisivo y complejo, con aspectos positivos y negativos.

Aspectos positivos:
· Declaraba el principio de igualdad en dignidad y derechos de todos los hombres y acababa con los injustos privilegios de algunos estamentos del sistema feudal.
· Proclamaba la libertad de todos los hombres para hacer y decir todo cuanto no perjudique a los demás, si bien es verdad que este principio no se cumplió en las fases violentas de la revolución.
· Proclamaba el principio de que la soberanía reside en el pueblo y de él emanan los distintos poderes. Esto ponía las bases de todo un sistema democrático.
· Terminaba con la unión entre el trono y el altar, lo que permitía a la Iglesia separarse del poder civil y recuperar su misión profética de servicio. Aunque a la Iglesia le costó ver los aspectos positivos de esta separación.

Aspectos negativos:
· El empleo de la violencia y la represión contra quienes se oponen al nuevo orden social.
· El auge del individualismo y la insolidaridad como consecuencia de algunas formas egoístas de entender la libertad.
· La pérdida de algunos patrimonios culturales de la Iglesia y la destrucción de tradiciones y creaciones religiosas.
· La actitud antieclesiástica de personas o grupos que sólo ven en la Iglesia una institución trasnochada y opuesta a los avances de la razón.

En resumen, podemos decir que con la revolución Francesa se abría paso a un nuevo tipo de sociedad laica y de Estado democrático, en los que la Iglesia debe encontrar el puesto y la misión que le corresponde.

Alfonso Gil González

viernes, 29 de abril de 2016

AMADEUS - 67

Danza liberada


Octubre de 1998.
Centenario de la Deutsche Grammophon.
En el CD mensual, el "Concierto n. 1 en mi menor" y el "Concierto n. 2 en fa menor" para piano y orquesta, de Chopin. En palabras de Mariu Mariam, Fréderic Chopin es el ave sobre el abismo, genio indiscutido, uno de los músicos más avanzados e influyentes de su tiempo. Las formas del poeta del piano fueron Baladas, Conciertos, Estudios, Impromptus, Mazurcas, Nocturnos, Polonesas, Preludios y Valses.
Ricardo Ruíz Garzón y David Casablancas escribieron sobre el intérprete Murray Perahia, que ya brillaba como pianista a los 19 años y llegó a conquistar los escenarios de todo el mundo.
Mario Pasi nos hablaba de la utopía de la danza libre, recordando a Isadora Duncan, una figura controvertida, que sentía pasión por la Grecia clásica y que se movía entre la improvisación y la naturalidad.
Eduardo Notrica entrevistaba a Rafael Frühbeck de Burgos, cuya visión de la música había cambiado al contacto con los cantantes. Había sido nombrado director emérito de la Orquesta Nacional de España.
En cambio, Juan Carlos Moreno hablaba del país de la sonrisa, Viena, especialmente de Franz Lehar y la Edad de Plata de opereta. Sin embargo, Eugenio Ramallo escribía sobre María José Montiel, una voz para finales del siglo XX, el valor más sólido, para algunos, de la opera en España.
Carlos Delgado nos exponía su criterio sobre la música ética, es decir, sobre el compromiso y la estética de Pau Casals, uno de los mejores violonchelistas del mundo.
González de la Rubia hacía una panorámica de la música de la Generación del 98, entre ópera y zarzuela, entre marchas y habaneras.

Alfonso Gil González
Perahia interpretando a Chopin

GRANDES TEMAS PARA ENTENDER AL HOMBRE - 33

LA RECUPERACIÓN DE ATENAS
SIGUIENTE
Durante el siglo IV, los celtas Gaëls llegaron a la actual Irlanda. Redujeron y asimilaron a la población autóctona y se dividieron en un centenar de pequeños reinos. Pronto los jefes más importantes obligaron a los demás a reconocer su autoridad, y a su vez eligieron un "rey supremo", si bien esta jerarquía política era muy débil.
En 400 murió Tucídides. Por aquel entonces su Historia de la guerra del Peloponeso iba por el año 411, y ahí la dejó. Ahora Grecia estaba recuperándose de aquella guerra. El rey Arquelao de Macedonia debió de pensar que Grecia debía de estar agotada, así que pasó de la política diplomática que había mantenido en el periodo anterior a invadir Tracia. Ocupó la ciudad de Larisa, pero Esparta demostró tener el control de Grecia y en 399 el rey fue asesinado. Macedonia pasó por un periodo de confusión.
Atenas continuaba su proceso de "depuración" para fortalecer la democracia, amenazada por la influencia espartana. Los demócratas tomaron una decisión particularmente desdichada: la de acusar a Sócrates. No parece plausible que la acusación fuera fundada. Al contrario, Sócrates había mostrado desobediencia contra los Treinta y había denunciado el mal gobierno de Critias. De hecho, los cargos fueron de orden moral, signo inequívoco de que eran inmorales. Se le acusó de impiedad y de "corromper a la juventud".
Tal vez fuera decisivo que entre los discípulos del sabio habían estado Alcibíades y el propio Critias, pero parece razonable suponer que en el fondo se encontraba la animadversión que Sócrates causaba en una parte influyente de la ciudadanía con sus preguntas impertinentes, su ironía y su facilidad para dejar al prójimo sin respuestas. También es probable que no hubiera tenido dificultad en salir absuelto si no hubiera optado por defenderse a sí mismo y de una forma tan torpe como lo hizo.
En principio no tuvo dificultad en refutar los cargos. Respecto a la impiedad, pudo probar fácilmente que nunca había incumplido las obligaciones de culto hacia los dioses. Indudablemente Sócrates no creía en ellos, pero eso a nadie le importaba. Respecto a la acusación de corromper a los jóvenes, desafió a cualquiera que pudiera negar que siempre había tratado de inculcar la piedad, la templanza y la prudencia a sus discípulos, pero a continuación se lanzó a la más orgullosa apología de sí mismo, proclamándose elegido por los dioses para revelar la verdad.
La legislación ateniense exigía que tanto la acusación como la defensa solicitaran una decisión concreta del tribunal, de modo que los jueces sólo podían elegir entre conceder a una de las partes lo que pedía. Sócrates no sólo pidió la absolución, sino ser proclamado bienhechor público y alojado en el Pritaneo, una especie de templo en que la ciudad agasajaba a sus héroes. Puesto que esta opción era descabellada, el tribunal aceptó la petición de la acusación, que era la pena de muerte. No obstante, la votación fue reñida (780 votos frente a 720).
Los discípulos de Sócrates lograron hacer entrar en razón al maestro y solicitaron que el tribunal volviera a reunirse. La defensa pasó a solicitar como pena el pago de una multa (que sus discípulos se comprometían a reunir, pues Sócrates no tenía dinero). Sin embargo era demasiado tarde. Cuando se volvió a contar los votos el número de partidarios de la pena de muerte había aumentado en 80.
El más prestigioso discípulo de Sócrates era un joven de treinta años llamado Aristocles, aunque es más conocido por el sobrenombre de Platón. Sócrates no dejó ningún escrito, así que lo que conocemos de su doctrina se debe al testimonio de quienes le conocieron, y Platón es la fuente más importante. Él nos ha narrado la ejecución: murió ingiriendo cicuta. Ante el desconsuelo de sus seguidores, sus palabras fueron:
¿Por qué os desesperáis?, ¿no sabíais que desde el día que nací la Naturaleza me ha condenado a morir? Mejor es hacerlo a tiempo, con el cuerpo sano, para evitar la decadencia.
Ciertamente, Sócrates tenía ya 70 años. No es descabellado pensar que se buscó la condena porque sintió que le quedaba ya poca vida y así tenía la oportunidad de inmortalizar su obra. Fuera como fuera, así sucedió. La ciudad no tardó en reaccionar. Uno de los que habían promovido la acusación contra Sócrates fue lapidado, y los otros se vieron obligados a abandonar Atenas. Por su parte, Platón decidió marcharse también y se exilió en Megara, poco después marchó a Cirene y luego a Egipto, donde estudió matemáticas y teología.
Otro discípulo famoso de Sócrates fue Antístenes, quien desarrolló las ideas de su maestro sobre la necesidad de renunciar a toda dependencia como único medio posible para alcanzar la felicidad. Esto incluía renunciar a las posesiones para no verse esclavizado por el temor a perderlas, pero también alertaba contra la dependencia de la opinión ajena.
Una filosofía radicalmente distinta fue la que desarrolló Aristipo. Había nacido en Cirene, pero vivió en Atenas y fue también discípulo de Sócrates. Enseñó que el único bien es el placer, y que el mejor sentido que un hombre podía dar a su vida era el de buscarlo. Evidentemente, para defender coherentemente tal postura era necesario tener ciertas dotes. Parece ser que Aristipo tenía una gran personalidad y un aspecto refinado que inspiraba simpatía entre los hombres y atraía a las mujeres. Gastaba con prodigalidad el dinero ajeno, por lo que tenía muchos amigos.
Ese mismo año murió el rey Agis II de Esparta. Dejó dos hijos. El mayor se llamaba también Agis, pero sobre él rondaba la sospecha de que su verdadero padre era Alcibíades. El hijo menor era Agesilao, quien se presentó como legítimo heredero del trono. En esa época Lisandro, apartado de la política por la fuerza años atrás, vio la oportunidad de recuperar su antiguo poder. Agesilao era bajo, cojo y de apariencia débil. Pensó que sería un rey fácil de gobernar y le apoyó hasta convertirlo en Agesilao II. Sin embargo, se equivocó en sus cálculos. El nuevo rey tenía muy claro lo que quería hacer y Lisandro no pudo sacar ningún partido.
En 398 Dionisio de Siracusa tenía ya organizada su ciudad para imponerse sobre el resto de Sicilia. Disponía de un ejército de 80.000 soldados de infantería y 3.000 de caballería. Avanzó hacia el oeste y redujo a los cartagineses hasta un pequeño reducto en la isla de Motya. Los cartagineses confiaban en que podrían resistir un asedio, bien suministrados por su flota. Sin embargo Dionisio presentó al mundo un nuevo ingenio bélico: lacatapulta. Con su ayuda logró ahuyentar los barcos cartagineses mientras construía un malecón por el que acercarlas a sus fortificaciones. Finalmente la ciudad se rindió y fue arrasada. Sus habitantes fueron vendidos como esclavos. A Cartago sólo le quedaba un fragmento de costa en el norte, alrededor de Panormo, (la actual Palermo). Parecía imposible que pudiera resistir, pero había llegado el invierno y Dionisio se retiró a Siracusa hasta el año siguiente. Cartago reaccionó. Himilcón condujo una expedición que desembarcó en Panormo, se desplegó por la parte occidental de la isla y fundó una ciudad fortificada llamada Lilibeo en la costa, unos siete kilómetros al sur de la devastada Motya.
En 396, tras diez años de asedio, Roma logró tomar la ciudad etrusca de Veyes. La ciudad fue destruida y su territorio anexionado a Roma. Por primera vez Roma gobernaba directamente un territorio más allá de los límites de la ciudad. Según la tradición, el asedio a Veyes fue dirigido por Marco Furio Camilo. En contra de lo que podría pensarse, esto no supuso una enemistad entre Roma y Etruria, sino que algunas ciudades-estado etruscas, como Cerverteri y Clusium, aprobaron la actitud romana. Esto significa que Roma supo aprovechar en su beneficio las disensiones internas entre los etruscos.
El rey Agesilao II de Esparta decidió acometer una gran empresa. El sátrapa Tisafernes había vuelto a Asia Menor y atacó a las ciudades griegas como represalia por haber ayudado a Ciro el Joven. Por su parte, el general ateniense Conon, derrotado en Egospótamos, había conseguido aliarse con los persas, quienes le proporcionaron una flota de 300 barcos con los que se lanzó a perseguir espartanos. Sin embargo, la aventura de Jenofonte y sus hombres había revelado la fragilidad del aparentemente poderoso Imperio Persa. Un ejército griego desorientado había podido moverse libre e impunemente por su territorio. Jenofonte decidió poner su odisea por escrito. La llamó la "Expedición de los Diez Mil" y, si bien su relato no tiene la objetividad de Tucídides, lo cierto es que es uno de los documentos más importantes que conservamos sobre la época. El caso es que Agesilao II había perdido todo el temor que Persia había suscitado sobre los griegos de las generaciones anteriores, así que decidió dirigir una expedición contra Persia.
Al parecer, el rey veía su proyecto como una emulación de la expedición legendaria encabezada por Agamenón contra la ciudad de Troya. Como Agamenón, antes de partir decidió realizar un sacrificio en la ciudad beocia de Aulis, pero Tebas no estaba dispuesta a consentirlo. Había sido aliada de Esparta en la guerra del Peloponeso y, al final, no había conseguido su objetivo, que era destruir a Atenas, debido a la oposición de Esparta. Agesilao II fue expulsado. Pese a ello partió, llevando consigo a muchos de los "diez mil", entre ellos el propio Jenofonte. En 395 derrotó a Tisafernes, el cual fue ajusticiado por los persas poco después a causa de esta derrota. Ese año Platón volvió a Atenas, pero pronto decidió marcharse de nuevo a estudiar la filosofía pitagórica en Tarento.
El general cartaginés Himilcón había logrado avanzar hasta asediar la propia Siracusa. Dionisio no aceptó un combate directo y se dispuso a resistir un asedio. Al parecer, el tirano era un experto en asedios y ataques por sorpresa, pero nunca confió en un combate frente a frente.
El rey persa Artajerjes II decidió emplear contra los griegos la misma política que su padre, no muy honrosa, pero efectiva: financiar a los enemigos de Esparta. Ya lo estaba haciendo con Conon y ahora se ocupó de alzar a Tebas y a Corinto en contra de su antigua aliada. Pausanias dirigió una expedición contra Tebas. Atacó por el sur mientras Lisandro atacaba por el norte. Sin embargo, Lisandro murió en una escaramuza y Pausanias tuvo que retirarse. Temiendo un juicio, abdicó y se exilió a Tegea. Fue sustituido por su hijo Agesípolis I.
Atenas se alió con Tebas, y pronto se unieron Argos y Corinto. En 394 Esparta ordenó a Agesilao II que volviera, pues sería mucho más útil en Esparta que en Asia. Éste aceptó con renuencia. Por el camino le llegaron malas noticias: Conon había destruido la flota espartana frente a Cnido, una de las ciudades dóricas en la costa del Asia Menor. Así terminó el breve periodo en que Esparta tuvo una flota. Cuando llegó a Beocia, tuvo que combatir contra las tropas de la coalición antiespartana. Logró vencer, pero por un pequeño margen, así que se apresuró a descender hasta Esparta. El sátrapa Farnabazo reconquistó las guarniciones espartanas en Asia Menor, Conon volvió a Atenas y en 393 los "largos muros" fueron reconstruidos. En 392 Corinto y Argos se unieron para formar una única ciudad-estado. La situación de Esparta era cada vez más delicada.
Dionisio de Siracusa logró lanzar un ataque sorpresa por tierra y por mar sobre los cartagineses que asediaban su ciudad, muy debilitados a causa de una epidemia de peste. Las tropas de Himilcón terminaron cercadas alrededor de Lilibeo, mientras que Siracusa dominaba el resto de Sicilia.
En 390 Roma pasó por el periodo más crítico de su historia. Hasta entonces, los etruscos le habían servido de pantalla contra las incursiones galas, pero, ahora que Etruria era una sombra de su pasado, una tribu gala llegó hasta la ciudad, la conquistó y la sometió a tributo. Su jefe se llamaba Brenno. Los romanos de siglos posteriores tejieron numerosas leyendas para suavizar esta página de su historia. La versión oficial dice que los galos sitiaron a los romanos en el Capitolio, pero, incapaces de lograr una victoria definitiva, decidieron retirarse si Roma les pagaba un tributo en oro. Los galos empezaron a pesar el oro que iban reuniendo los romanos, cuando un general romano observó que un objeto cuyo peso conocía era tasado por menos valor. Las pesas galas eran falsas. El general protestó, y entonces Brenno exclamó la famosa frase: Vae uictis! (¡Ay de los vencidos!), y arrojó su espada al plato de la balanza en el que estaban las pesas, para desproporcionarla más aún. Entonces, los romanos, indignados, se rebelaron contra los galos dirigidos por Camilo, quien los alentó con la no menos famosa y no menos ficticia frase de "Roma compra su libertad con hierro, no con oro". Los galos tuvieron que abandonar la ciudad con las manos vacías.
Aunque sin duda los galos se fueron victoriosos, con su tributo y con la amenaza de una próxima visita, sí parece cierto que Marco Furio Camilo representó un papel destacado en esta crisis. La leyenda en torno a él es más amplia. Cuenta que tiempo atrás había sido acusado de irregularidades en el reparto del botín obtenido tras la toma de Veyes y que, ofendido, había partido a un exilio voluntario un año antes (si bien volvió en cuanto tuvo noticias de que Roma estaba en apuros). Tras la retirada de los galos, los romanos se plantearon la posibilidad de abandonar Roma y establecerse en Veyes, a lo cual Camilo se opuso enérgicamente, por lo que fue llamado "el nuevo Rómulo" o segundo fundador de Roma.
Parece ser que la invasión gala destruyó la mayor parte de los documentos romanos, de forma que la historia anterior sólo nos es conocida a través de las obras de los historiadores posteriores, muy poco rigurosas. Sin embargo, el conocimiento que tenemos de la historia romana posterior a 390 es mucho más fiable y documentado.
En Corinto vivía un general ateniense llamado Ifícrates, que había formado un pequeño grupo de soldados de características muy diferentes a las del hoplita tradicional. Se llamaban peltastas, por el escudo ligero que llevaban, llamado pelta. Todo el armamento de los peltastas era ligero. En un combate frente a frente, no podrían hacer nada frente a los hoplitas, pero Ifícrates los había entrenado para aprovechar su agilidad, para atacar y huir rápidamente y volver a atacar. El primer enfrentamiento entre peltastas y hoplitas se produjo cuando unos 600 espartanos pasaron cerca de Corinto. Fue todo un éxito. Los desconcertados espartanos fueron totalmente derrotados. Grecia comprendió que, si los espartanos no podían ser derrotados por la fuerza bruta, sí podían serlo mediante una estrategia superior.

www.uv.es/ivorra/Historia/Indice.htm
Foto seleccionada: Alfonso Gil


CONCIERTOS ALFONSINOS N. 95

El asombro de Bach


SUITE N. 2, EN SI MENOR, para flauta y cuerdas, de Bach
CONCIERTO EN FA MENOR, para clavicémbalo y orquesta., de Bach
SUITE N.4 EN RE, para orquesta, de Bach.
Esta es una cinta, como se ve, llena del más grande de los músicos. Soporte que concluye con una selección de una de las obras más célebres de Pablo Luna, EL ASOMBRO DE DAMASCO.

Alfonso Gil González

Suite n. 2 de Bach

Concierto en fa menor

Suite n. 4 en Re

El asombro de Damasco (selección) de Pablo Luna

PERSONAJES DE LA BIBLIA... 16

Ajikar

Ajicar se menciona una sola vez en la versión de la Vulgata en Tobías (11,19 bajo la forma Aquior), pero el nombre aparece cuatro veces en las versiones griegas. Se le presenta como sobrino de Tobías, e influyente ministro del rey asirio Esarhaddon (681-668 A.C.). Sobre la relación, supuesta por algunos críticos, entre este personaje y Ahiakar el Sabio, legendario en Oriente, ver E. Cosquin, en la Revue Biblique Internationale, 1899, 50 ss.

Fuente: Reilly, Wendell. "Achiacharus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01102b.htm>.
Traducido por Amparo Cabal. L H M
Revisión textual y foto: Alfonso Gil

jueves, 28 de abril de 2016

MIS APUNTES PATRIOS (XXVII)



¡A las Elecciones! 


A causa de la falta de amor a España de la clase política y del exceso de interés partidista, amasado todo ello con, desgraciadamente, no pocas dosis de fanatismo totalitario, el pueblo español se ve abocado a unas nuevas elecciones al Parlamento, para ver si, por fin, puede o no gobernarnos Mariano Rajoy, idolatrizado por la derecha, pues es el único que se mantiene incólume ante los vendavales del oriente rojo, y denostado por sus enemigos políticos, a los que no les importa otra cosa que impedir que gobierne.
No deja de ser curioso que la persona que ha conseguido levantar a España del letargo zapaterista, que ama la libertad como para no poner trabas a que la justicia indague, impute y condene a los que creía suyos –cosa impensable en gobiernos de otro signo-, que ha vuelto la esperanza a la mayoría de los españoles, que defiende la soberanía nacional y unidad de la Patria; no deja ser curioso, digo, que tantos le tengan la suficiente inquina como para no permitir que gobierne, aunque ganara, una vez más, los comicios generales.
Tan es así, que el titulado de estas letras podría decir ¡a las barricadas! Y, si no, al tiempo. Nuestra pertenencia a Europa nos librará de excesivos desmanes, mas a nadie le es ignota la osadía de algunos, a quienes les interesa la corrupción de otros como trampolín de un posible asalto al poder. Como si la corrupción no estuviera generalizada, como si hubiera algún partido tan sin mácula que pudiera arrojar la primera piedra, como si ciertas miserias pudieran suprimirse -¡ojalá!- con un cambio en la gobernabilidad del Estado o en su jefatura.
Sí, en su Jefatura. No son pocos los que creen que la monarquía está trasnochada y decrépita. Y puede que así sea. Pero ¿qué es un Presidente de República si no un rey venido a menos? España no está para ensayos, sino para mirar hacia el futuro solucionando los problemas diarios del presente: el paro, la inseguridad, la educación, la sanidad, las pensiones, los excesos de la banca…
Sí, vayamos a las Elecciones, y que Dios reparta suerte.

Alfonso Gil González

HISTORIA DE LA IGLESIA... 23

IGLESIA E ILUSTRACIÓN


La Ilustración es el movimiento cultural que se desarrolló en Europa, en el siglo XVIII, con especial incidencia en Francia y Alemania. Los grandes principios de esta nueva cultura fueron:
· Confianza plena en la razón.
· Valoración positiva de la naturaleza humana.
· Crítica del pasado.
· Confianza en el progreso de la humanidad.
· Rechazo de las religiones reveladas y aceptación del Deísmo como descubrimiento de la divinidad desde la misma razón.
Entre los representantes de la Ilustración destacaron Montesquieu, Voltaire, D´Alambert, Diderot y Kant. Una influyente asociación que iniciaba su desarrollo en esta época fue la masonería. Sus miembros profesan principios de fraternidad mutua, se reconocen entre sí por signos y emblemas especiales y su concepción religiosa coincide con el deísmo. Aunque el origen de su nombre está en el gremio de constructores (masones) medievales, se considera como fecha fundacional el año 1717, en que cuatro logias londinenses se unieron para formar la Gran Logia.
Algunos ataques de los ilustrados dejaban sorprendida a la jerarquía eclesiástica, que se defendía con los medios tradicionales de censura de libros, petición de ayuda al poder civil y elaboración de escritos apologéticos o defensivos del cristianismo. Bastantes ilustrados, a pesar de las críticas, se consideraron cristianos, y algunos cristianos hicieron el esfuerzo de dialogar con los ilustrados e intentar conocer mejor sus pensamientos.
Las presiones ante Roma de ilustrados, jansenistas y monarcas absolutos tuvieron como trágica consecuencia la supresión, por parte del papa Clemente XIV, de la Compañía de Jesús, el año 1773. Previamente, algunos reyes ya habían expulsado a los jesuitas de sus territorios, como Carlos III, que los expulsa de España y de las colonias de América el año 1764. De Francia tuvieron que salir en 1761 y de Portugal en 1759. Las causas de la supresión y expulsión de los jesuitas fueron de tipo político, ya que los monarcas absolutos no toleraban en sus estados una institución que estuviera directamente sometida a otro poder.
Además, el período  de la Ilustración dejaba abierta la cuestión de las relaciones entre razón y fe, que se mantuvo viva a lo largo de todo el siglo XIX.

Alfonso Gil González

miércoles, 27 de abril de 2016

AMADEUS - 66

Música concreta


Septiembre 1998.
En el CD del mes, un sinfonista checo en América: "Sinfonía n. 9" de Dvorak, "Obertura Carnaval" y "Scherzo capriccioso". Como las tres piezas estaban dirigidas por Carlo María Giulini, de él escribía Mariu Mariam.
Albert Fargas nos mostraba los templos de la ópera. Desde su nacimiento, en el siglo XVII, los teatros de ópera han ido adoptando distintas formas, directamente relacionadas con los requerimientos del arte y la sociedad de cada época.
Josep Pascual hablaba del "Grupo de los Seis": Milhaud, Poulenc, Honegger, Auric, Durey y Tailleferre, que revolucionaron el panorama musical francés en los años 20 del siglo XX.
Massimo Milano entrevistaba a John Maureci, adjunto a Leonard Bernstein, de quien aprendiera su concepción de la música como algo global, más allá de las clasificaciones.
Como la nueva temporada de música estaba a punto de comenzar, algunos renombrados intérpretes visitaría España con tal motivo. Así, por ejemplo, Barenboim, Brüggen, Haitink, Herreweghe, Pletnev, Sinopoli, Zacharias, etc...
Escarla Sánchez y Jens Hauser nos exponían el arte de hacer música a partir del ruido cotidiano. Hacía medio siglo que había nacido, en un estudio electrónico de la capital francesa, una de las aventuras artísticas más innovadoras, basa en la manipulación de sonidos producidos por objetos de uso cotidiano.
José María Cano había estrenado su ópera LUNA en Valencia. Se desató una buena polémica.
Y, al cumplirse el centenario de George Gershwin, creador de "Porgy and Bess" y "Rhapsody in Blue", Juan Carlos Moreno publicaba su semblanza, analizando la vida y obra de tal compositor americano.

Alfonso Gil González
Sinfonía n. 9 de Dvorak

Obertura carnaval de Dvorak

Scherzo Capriccioso de Dvorak
 

martes, 26 de abril de 2016

GRANDES TEMAS PARA ENTENDER AL HOMBRE - 32



EL FIN DE LA GUERRA  

En los últimos años del siglo V a. C. las ciudades griegas de Sicilia seguían luchando entre sí. En 416 la mayor rivalidad se daba entre Selino, en la costa norte, y Segesta, en la costa sur. Segesta era la más débil, y pidió ayuda a Atenas. Alcibíades consideró que Sicilia podía ser una útil fuente de suministros durante la guerra contra Esparta, así que propuso enviar barcos a Sicilia. Esto suponía enfrentarse con Siracusa, que era la mayor potencia de la isla y odiaba toda intervención externa. Además había sido una colonia de Corinto, por lo que estaba a favor del bando espartano. Nicias se opuso a la intervención, pero Alcibíades logro convencer a los atenienses de que el dominio de la próspera y rica Sicilia reportaría grandes beneficios para la ciudad. La expedición partió en 415, dirigida por Alcibíades y Nicias y otros hombres, entre los que estaba Sófocles.
Una noche, poco antes de partir, unas estatuas del dios Hermes fueron mutiladas. Esto causó cierta conmoción entre los atenienses, que lo vieron como un mal augurio. Los partidarios de Nicias responsabilizaron a Alcibíades, el cual defendió su inocencia (de la que es difícil dudar, hubiera sido absurdo por su parte). Finalmente la expedición se hizo a la mar, pero poco después un mensajero ordenó a Alcibíades que volviera a Atenas para ser juzgado por el asunto de las estatuas. Alcibíades comprendió que, en su ausencia, sus enemigos se habían hecho con el poder, y que volver a Atenas sería un suicidio. Marchó, pero no a Atenas, sino a Esparta. Allí convenció a los espartanos de la importancia de impedir que Atenas se hiciera con el dominio de Sicilia. Nicias estaba obteniendo algunas victorias, pero no tenía grandes dotes militares y Siracusa siempre lograba recuperarse. En 414 Esparta envió un ejército al mando de un general llamado Gilipo. Nicias estaba construyendo una muralla alrededor de Siracusa, pero cuando llegaron los espartanos aún no estaba terminada, lo que les permitió entrar y unirse a los sitiados. Siracusa había estado a punto de rendirse, pero con la llegada de los refuerzos se recuperó e hizo retroceder a los atenienses. Nicias pidió refuerzos, y en 413 llegó una nueva expedición ateniense al mando de Demóstenes, (el general que había tomado Pilos). Efectuó un ataque, pero fue rechazado. Demóstenes era mejor general que Nicias, y comprendió que lo mejor era retirarse. Sin embargo, Nicias estaba al mando y se tomó un tiempo para pensárselo (sabía que la responsabilidad de la derrota era suya y no quería volver a Atenas en esas condiciones). El 24 de agosto de 413 hubo un eclipse de luna. Nicias era supersticioso y prohibió toda acción hasta que fueran realizados ciertos rituales. Cuando terminaron, la flota de Siracusa había cortado la salida al mar de los atenienses. Tras dos batallas navales, los atenienses se vieron obligados a abandonar sus barcos. En tierra no tardaron en ser capturados. Muchos murieron, entre ellos Nicias y Demóstenes, y los prisioneros fueron cruelmente torturados y no tardaron en morir también.
Mientras tanto, Alcibíades hizo ver a los espartanos que en lugar de enviar ejércitos contra Atenas en verano y retirarse en invierno, era más sensato tomar y fortificar un puesto en el Ática donde permanecer todo el año, de modo que los atenienses se vieran obligados a permanecer todo el año asediados tras los largos muros sin ocasión de recuperarse. Los torpes espartanos comprendieron que la idea era buena y enviaron una expedición al mando del rey Agis II. Atenas quedó acorralada. Tenía, por supuesto, la salida por el mar, pero lo más grave era que no podía acceder a sus minas de plata. Afortunadamente, la ciudad disponía de una reserva de dinero para un caso de necesidad y parecía claro que éste era el momento de emplearlo. Se construyó una nueva flota que reemplazara a la perdida en Sicilia y con la que trató se sofocar las revueltas que Esparta estaba promoviendo en las islas del Egeo.
Ese mismo año murió Perdicas II, el rey de Macedonia. Fue sucedido por su hijo Arquelao. Mientras su padre había negociado con Atenas y Esparta para mantener la independencia del reino, el nuevo rey se dedicó a fortalecerlo y estructurarlo. Hizo construir fortalezas y carreteras, reorganizó el ejército y fortaleció con su ayuda el poder real. Estableció la capital en Pela, y en su palacio acogió a numerosos músicos y poetas, entre ellos a Eurípides.
Esparta comprendió que nunca derrotaría a Atenas mientras ésta dominara el mar. Decidió construir una flota, pero para ello necesitaba dinero, y no le costó encontrar quién se lo diera. En 412 llegó a un acuerdo con Farnabazo y Tisafernes, los sátrapas de las dos satrapías en que estaba dividida el Asia Menor persa. Ese mismo año Alcibíades tuvo que huir apresuradamente de Esparta y se refugió en la corte de Tisafernes. Al parecer, el rey Agis II había descubierto que su esposa había acogido al extranjero con más hospitalidad de la que permitía su honra, así que mandó un mensajero tras Alcibíades con orden de asesinarlo.
En 411 los conservadores atenienses aprovecharon la situación crítica en que se veía la ciudad para instaurar una oligarquía. Se la llamó "de los cuatrocientos", porque estaba formada aproximadamente por este número de hombres. Eran proespartanos y se esperaba que llegaran a un acuerdo con Esparta que pusiera fin a la guerra, pero uno de los generales atenienses, Tresíbulo, decidió rebelarse e instauró un régimen democrático sobre la flota, que entonces estaba en Samos.  Puesto que los cuatrocientos no tenían el control sobre la flota, Esparta no negoció con ellos. Al cabo de unos meses la oligarquía fue reemplazada por otra más moderada, formada por unos 5.000 hombres. Quien negoció con Tresíbulo fue Alcibíades. No debía de sentirse muy seguro en Persia (aliada espartana) teniendo al rey Agis II en su contra, así que propuso a Tresíbulo dirigir la flota ateniense. Tresíbulo sabía de las grandes dotes de estratega que tenía Alcibíades, y no estaba en situación de tener en cuenta la doble traición que había cometido (y que estaba a punto de convertirse en triple), así que aceptó. Bajo su mando, los barcos atenienses derrotaron a los espartanos cada vez que se encontraron. En 410 infligió una seria derrota a la flota espartana en Cízico, en la costa sur de la Propóntide. Cuando la noticia llegó a Atenas se produjo una rebelión que instauró de nuevo la democracia.


En 409 la ciudad siciliana de Segesta seguía en guerra contra Selino y, tras su frustrada petición de auxilio a Atenas, también se hallaba enfrentada a Siracusa. Ahora decidía llamar en su ayuda a Cartago. Una de las figuras más destacadas en Cartago era Aníbal, el nieto de Amílcar, que incitó al Senado a que aprobara una intervención. Desembarcó en la isla de Motya, que era un puerto fortificado cartaginés, una de las escasas posesiones que Cartago había conservado en la isla. Desde allí avanzó hasta Selino y la tomó por sorpresa. Tras unos días de combate cuerpo a cuerpo por las calles, la ciudad fue destruida y los supervivientes esclavizados. Desde allí Aníbal marchó con sus hombres contra Himera, donde su abuelo había sido asesinado. La flota de Siracusa estaba en Grecia, apoyando a Esparta, pero recibió orden de volver a socorrer a Himera. Cuando estuvo cerca, Aníbal fingió abandonar el sitio de Himera para dirigirse a Siracusa. La flota cambió de rumbo para proteger a su ciudad, pero Aníbal volvió a Himera y la tomó antes de que pudiera llegar la ayuda de Siracusa. Los historiadores griegos afirman que Aníbal hizo sacrificar a 3.000 prisioneros en el lugar donde había muerto Amílcar. Luego volvió a Cartago.
En 408 murió el rey espartano Plistoanacte, y su hijo Pausanias, que había ocupado el trono durante el destierro de su padre, volvió a ocuparlo. Mientras tanto Alcibíades había logrado el dominio completo de la ruta del mar Negro, la base del aprovisionamiento de Atenas. En 407 su fama en la ciudad era tan grande que juzgó que ya podía regresar a ella sin que nadie le recordara su traición. Así fue, los atenienses le recibieron con todos los honores. La ciudad se permitió incluso el lujo de rechazar una oferta de paz por parte de los espartanos.
Ese año Esparta logró recomponer su flota, destrozada en Cízico. Al mando de las nuevas embarcaciones puso a un general llamado Lisandro. Éste formó una alianza con Ciro el hijo del rey persa Darío II, conocido como Ciro el Joven, para distinguirlo del fundador del imperio. La capacidad militar de Lisandro combinada con el dinero de Ciro resultaron letales para Atenas. Lisandro evitó enfrentarse directamente con Alcibíades, y esperó una oportunidad. Alcibíades tuvo que abandonar temporalmente la flota para conseguir financiación. Ordenó a sus subordinados que no emprendieran ninguna acción en su ausencia, pero éstos desobedecieron la orden y atacaron a Lisandro frente a las costas jónicas, donde la flota ateniense fue derrotada. Cuando Alcibíades volvió ya no había nada que hacer. Los atenienses recordaron su pasado y le acusaron de haber pactado la derrota con Lisandro. Una vez más, Alcibíades huyo, ahora al Quersoneso tracio, donde tenía unas propiedades.
En 407 Aníbal fue enviado de nuevo a Sicilia junto a su primo Himilcón, pues Cartago vio que se le abría la oportunidad de dominar de nuevo la isla. En 406 puso sitio a la ciudad griega más al oeste, que era Agrigento, pero murió en el intento de tomarla. Ese año Roma inició a su vez el asedio de la ciudad etrusca de Veyes, que se prolongaría durante diez años. Mientras tanto Cartago seguía con el sitio a Agrigento, que se convirtió en una cuestión de suministros: la flota siracusana abastecía a Agrigento y la cartaginesa a los sitiadores. Al cabo de nueve meses Cartago triunfó y la ciudad fue tomada.
Ese mismo año Eurípides moría en Macedonia y Sófocles en Atenas. Se cuenta que pocos años antes el hijo de Sófocles trató de que los tribunales declararan incompetente a su padre para administrar su fortuna. El dramaturgo leyó en su defensa algunos pasajes de Edipo en Colona, la obra en la que estaba trabajando en ese momento, y no tuvo dificultad en ganar el juicio.
Entre tanto Atenas había construido una nueva flota. Para ello tuvo que fundir todas las estatuas de oro y plata de la acrópolis. La flota espartana fue derrotada gracias a que los éforos, recelosos de los éxitos de Lisandro, le habían quitado el mando. La batalla se llevó a cabo en medio de una tormenta, y eso hizo que los atenienses perdieran muchos hombres. Esto supuso una gran frustración. Los almirantes fueron juzgados. En el tribunal estaba Sócrates, que votó por la absolución, pero la mayoría decidió decapitarlos. Poco después los partidarios de la ejecución fueron ejecutados, pero el caso es que Atenas se quedó sin buenos almirantes. La flota quedó al mando de Conon.
Ciro el Joven exigió a los espartanos que Lisandro fuera restituido en su cargo de almirante, y éstos le hicieron caso. Las flotas de Lisandro y Conon estuvieron maniobrando hasta que se encontraron en 405 cerca de Egospótamos, en el Querconeso tracio. Por allí vivía Alcibíades, que conocía bien la región y no había perdido sus dotes de estratega. La flota ateniense había atracado en un lugar peligroso, desde donde podía ser atacada fácilmente. Alcibíades cabalgó hasta la costa para advertir a los atenienses que su posición era peligrosa, pero se le respondió que la flota no necesitaba consejos de traidores. Pocos días después, Lisandro atacó, y casi toda la flota ateniense fue capturada sin lucha. Conon logró huir hasta Chipre con unos pocos barcos, pero Atenas se había quedado sin flota, sin dinero, sin buenos generales y casi sin jóvenes que mandar al combate. Lisandro envió un sicario para matar a Alcibíades y éste huyó de nuevo a Persia, pero los persas lo asesinaron.
Los cartagineses tomaron las ciudades de Gela y Camarina, en Siracusa, situadas al este de Agrigento. El avance cartaginés provocó conmociones internas en Siracusa. El descontento fue canalizado por un hombre con grandes dotes de oratoria, que logró convencer a los generales para que pasaran al retiro y se hizo con todo el poder. Se llamaba Dionisio. El nuevo tirano se apresuró a firmar un tratado de paz con Cartago, por el que Siracusa le reconocía el dominio sobre el tercio occidental de la isla. Cartago aceptó satisfecha y Dionisio aprovechó la paz para fortalecer su ciudad. Fortificó una isla del puerto, formó un fuerte séquito a su alrededor, sofocó toda oposición en la ciudad y se apoderó de las ciudades vecinas. Contrató mercenarios, organizó un ejército y aumentó su flota, tanto en número como en calidad. Con esto Siracusa se convirtió en la ciudad más poderosa del mundo griego.
En 404 Lisandro dominaba el Egeo y, cuando apareció frente a Atenas, la ciudad no tuvo más opción que rendirse. Tebas sugirió que Atenas fuese arrasada por completo, pero Esparta recordó lo que Atenas había hecho por Grecia y le permitió sobrevivir. Los "largos muros" fueron derribados y se instauró una oligarquía en la ciudad. Fue conocida como la Tiranía de los Treinta. El más famoso de los treinta tiranos fue Critias. Expulsó de Atenas a algunos demócratas e hizo ejecutar a otros. Incluso hizo matar a los aristócratas cuya conducta le pareció demasiado blanda. Entre otras mil prohibiciones, prohibió enseñar a Sócrates (pese a que había sido su maestro), orden que el filósofo se negó a cumplir y por ello fue encarcelado.
Entre los atenienses exiliados estaba Trasíbulo, que reunió a otros exiliados y logró tomar la fortaleza de File, a unos 18 kilómetros al norte de Atenas. Los oligarcas trataron de reconquistar la ciudad en dos ocasiones, en la segunda de las cuales murió Critias. Trasíbulo logró hacerse con El Pireo. Los oligarcas pidieron ayuda a Esparta. Hasta ese momento, Lisandro era el hombre más poderoso de toda Grecia, y se había dedicado a instaurar oligarquías, pero se había vuelto arrogante y los éforos recelaban de él más que nunca. El rey Pausanias, de acuerdo con los éforos, retiró toda autoridad a Lisandro justo cuando éste se disponía a responder a la llamada de los oligarcas atenienses y, para humillarlo, permitió que la democracia fuera reinstaurada en Atenas.
Ese año regresó a Atenas de su largo exilio el historiador Tucídides. También fue el año en que murió el rey persa Darío II, sucedido por su hijo Artajerjes II. Como había ocurrido tras la muerte de cada rey persa, Egipto volvió a rebelarse, esta vez con éxito, y el trono fue ocupado por una dinastía nativa, la XXVIII. Artajerjes II no pudo ocuparse de Egipto debido a que su hermano Ciro el Joven consideró que había llegado el momento de pedir a Esparta que le devolviera los muchos favores que él le había hecho durante la guerra del Peloponeso. Pidió un ejército de espartanos que le ayudaran a usurpar el trono. Esparta no quiso involucrarse abiertamente, pero el fin de la guerra había dejado a muchos soldados dispuestos a ofrecer sus servicios como mercenarios. Un exiliado espartano llamado Clearco reunió casi 13.000 soldados griegos bajo su mando y en 401 se puso a disposición de Ciro.
El ejército atravesó el Asia Menor y llegó al Éufrates superior. Luego avanzó aguas abajo a lo largo de 560 kilómetros. Artajerjes II reunió apresuradamente un ejército, que contaba incluso con algunos mercenarios griegos, y se dispuso a hacer frente a su hermano. Los ejércitos se encontraron en Cunaxa, una aldea junto al Éufrates, a unos 159 kilómetros al noroeste de Babilonia.
Los griegos extendieron su línea con el flanco derecho tocando el río. Frente a ellos estaba el ejército imperial, al mando del propio Artajerjes II. Ciro comprendió enseguida la situación: Lo único importante era matar a Artajerjes II. Si moría, Ciro se convertía en rey legítimo, y todos los soldados persas se pondrían a sus órdenes. Por ello sugirió a Clearco que concentrara el ataque sobre el centro del ejército imperial, que por la desigualdad de número se encontraba frente al flanco izquierdo del ejército griego. Pero Clearco no era más que un tosco espartano y no estaba dispuesto a aceptar innovaciones. La tradición decía que el puesto de honor era el lado derecho, y allí iba a ponerse él mismo y sus mejores hombres, y allí iba a concentrar el ataque.
Así lo hizo, pero, naturalmente, no se encontró ante sí con los mejores hombres del ejército enemigo, sino con su flanco izquierdo al que los griegos iban menguando sin dificultad, mientras Artajerjes II concentraba su ataque sobre el centro y el flanco izquierdo griego no menos eficazmente. Ciro, irritado por la ineptitud de Clearco reunió cuantos jinetes pudo y dirigió un ataque directo hacia donde estaba su hermano, pero éste se hallaba muy bien protegido, con lo que los jinetes fueron repelidos y Ciro murió. Así terminó la batalla. Clearco se encontró solo a 1.700 kilómetros de su patria sin saber qué hacer.
Artajerjes II, que prefería evitar un combate, envió una embajada proponiendo escoltar a los griegos hasta el mar. Clearco no se fiaba, así que el rey persa le dijo que con mucho gusto le recibiría a él y a sus oficiales para darle todo tipo de detalles sobre rutas posibles y ayuda para volver a Grecia. Clearco aceptó y en cuanto los generales griegos entraron en la tienda del monarca fueron asesinados. Los persas esperaban que el ejército griego, sin oficiales, se rendiría y sería dominado fácilmente, pero no fue así. Eligieron como jefe a un soldado raso, un ateniense llamado Jenofonte, que los condujo unidos hacia el norte, sin que los persas se atrevieran a atacarles. En un momento dado pasaron junto a un enorme montículo y tuvieron que preguntar qué era aquello. Era imposible reconocer a Nínive, la antigua capital del Imperio Asirio. Hasta ese punto había sido arrasada. Luego abandonaron el río y penetraron en la región que había sido Urartu, donde los persas esperaban que fueran destrozados por las feroces tribus locales. Sin embargo, los desorientados griegos supieron hacer frente a todas las contingencias y en 400 llegaron a la ciudad griega de Trapezonte, en las costas del mar Negro.
www.uv.es/ivorra/Historia/Indice.htm
Corrección textual y selección de fotografía: Alfonso Gil

CONCIERTOS ALFONSINOS N. 94


Cálida sensibilidad

FALL RIVER LEGEND, de M. Gould, que interpreta la Orquesta Filarmónica de Nueva York, bajo la batuta de Mitropoulos, es un ballet en un acto y se estrenó en 1948.
BACHIANA BRASILEIRA n. 6, de Villalobos. En la interpretación de Samuel Barón(flauta), y Bernard Garphil(fagot).
DAS MARIENLEBEN, op. 27, de Hindemith, por A. López Artiga y M. Conte. Sensibilidad cálida y refinado sentido del equilibrio, lejos de la ñoñería y del sentimiento fácil, estas canciones tienen el atractivo de lo bien hecho. Se mueven en una línea vocal precisa y sugestiva, muy mediterránea, estando lo pianístico muy bien trabajado. Es una obra fechada en 1924, dos años antes del fallecimiento por leucemia de Rilke, autor de las letras. La grabación fue realizada en 1980.

Alfonso Gil González
Fall river legend

Bachiana brasileira n. 6

Das Marienleben

PERSONAJES DE LA BIBLIA... 15

Ajicam

("Mi hermano se ha levantado").
Alto oficial de la corte bajo el reinado de Josías y sus dos hijos, quien protegió a Jeremías de la furia del populacho. Él era hijo de Safán, “el escriba”, y padre de Godolías, último gobernador del país bajo Nabucodonosor (vea 2 Reyes 22,12; Jeremías 26,24 y 40,5).

Fuente: Bechtel, Florentine. "Ahicam." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01232d.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina.
Corrección textual y selección de foto: Alfonso Gil

lunes, 25 de abril de 2016

MIS APUNTES PATRIOS (XXVI)

La España del siglo XX


Las mil y una vicisitudes de España, durante el siglo pasado, podrían resumirse en tres grandes experiencias: la monarquía parlamentaria, la república con su triste final de la guerra civil y la dictadura. Podría decirse que la monarquía abre y cierra el citado siglo, siendo lo demás un largo y doloroso paréntesis en ella incrustado.
Cuando Alfonso XIII advino al trono sólo tenía 16 años. No estaba España para implicarse en la I Guerra Mundial, pues el desgaste africano así lo aconsejaba. Los problemas del norte de África y el florecimiento de partidos políticos y sindicatos eran, también, una lucha interna que la hirió seriamente, sin que la Dictadura de Primo de Rivera lograra evitar la sangría de modo definitivo. Claro que hubo aspectos muy positivos en ambos períodos, pero no fue suficiente para la felicidad de los españoles.
Cuando el rey comprende que apenas tiene ya autoridad terapéutica, se exilia, y 1931 será testigo de la proclamación republicana, que la mayoría de los partidos aplauden, si bien, en los pocos años de esa experiencia, junto a esperados aires de libertad y de expansión cultural, se oyeron resoplidos de criminalidad por todas partes, quedando la política misma emponzoñada. Y no fue posible la paz, en palabras de Gil Robles. Era 1936.
El 1 de abril de 1939, Franco firmaba el último parte de guerra y, tras el exilio o castigo de no pocos de los vencidos, España iba a vivir un largo período de libertades mermadas, de represión política, aunque también de seguridad –no entraría en la II Guerra Mundial-, de orden controlado, de seguridad social y de progresiva industrialización. Hasta el 20 de noviembre de 1975 en que, muerto el dictador, nuevos aires democráticos, junto a la reinstauración monárquica, abrirían caminos de diálogo y de renovadas esperanzas, al menos, hasta el primer cuarto del siglo XXI, bajo el reinado parlamentario y constitucional de Juan Carlos I y de su hijo Felipe VI.

Alfonso Gil González 

HISTORIA DE LA IGLESIA... 22


IGLESIA Y ABSOLUTISMO


Durante el siglo XVII, las monarquías que ya habían triunfado sobre las estructuras feudales se convirtieron en poderes soberanos y absolutos. Esta forma absolutista de ejercer el poder encontraba una justificación doctrinal en los escritos del obispo francés Bossuet. En su obra Política fundamentada en las Sagradas Escrituras defendía la necesidad de que existiera una única autoridad que gobernara a cada nación, sin estar sometida a ningún otro poder, ni siquiera al del Papa.
El principal representante de las monarquías absolutas era el rey de Francia Luis XIV, cuya forma de gobernar provocaba graves conflictos con el papado. El origen de dichos conflictos estaba en el llamado problema de las regalías. La regalía era el derecho que venía ostentando la corona francesa de cobrar rentas en las diócesis más antiguas. Luis XIV quiso extender este derecho a todas las diócesis del reino, a lo que se negó el papa Inocencio.
Ante esta situación, Luis XIV buscó apoyo en el clero francés y convocó una asamblea en la que se adoptaron unas decisiones y se exponían unas doctrinas que constituyeron el fundamento del galicanismo o movimiento independentista de la Iglesia francesa respecto a Roma.
Las controversias galicanas se mezclaron con las jansenistas en la Iglesia francesa del siglo XVII. En otros países donde gobernaron monarcas absolutistas surgieron algunos indicios de iglesias que se sometieron al poder real y se independizaron de Roma de forma esporádica y sin grandes consecuencias. Los nombres que recibieron fueron: en España, regalismo; en Alemania, febronianismo, y en Austria josefinismo. Todos ellos tenían un denominador común:
· Independencia del rey en cuestiones temporales.
· Superioridad del concilio de obispos nacionales sobre el Papa.
· Importancia decisiva de las costumbres eclesiales o diocesanas.
· La infalibilidad del papa quedaría sometida al consentimiento de la Iglesia.
Época dura, ésta del XVII, que daría paso a un siglo XVIII ilustrado, con nuevos principios en la cultura europea, principalmente en Francia y Alemania.

Alfonso Gil González

domingo, 24 de abril de 2016

AMADEUS - 65

Danza sonora

Verano del 98.
Encuentros musicales por doquier.
Alicante se preparaba para su 14º festival internacional de música contemporánea.
En el CD mensual, CANCIONES NAPOLITANAS por el tenor Carlo Bergonzi, con la Orquesta de Cámara de Madrid dirigida por Enrico Pessina.
Carlo Bergonzi, en palabras de Eugenio Ramallo, era un tenor dúctil y polifacético, especializado en la música de Verdi.
Sobre el auspicioso momento que la música atravesaba en Finlandia escribía Francisco Mejías.
Roland Petit se despedía del Ballet Nacional de Marsella, que él mismo fundara en 1972, decía Carrillo de Albornoz. A Petit se le debían algunas de las páginas más gloriosas de la danza francesa contemporánea.
Como hacía 70 años que había fallecido Leos Janacek, Carlos Delgado le dedicaba un precioso artículo resaltando su gloria regional, la melodía de las palabras y su intensa madurez.
Eduardo Notrica nos hablaba de Brecht y sus músicos: Kurt Weill, Hanns Eisler y Paul Dessau. El dramaturgo y poeta mantenía una estrecha relación de trabajo con ellos tres.
Silvina Bruno escribía sobre el Dúo Ártemis, que acababa de editar su segundo trabajo discográfico.
Escarlata Sánchez entrevistaba a Charles Dutoit, el director de la Orquesta Nacional de Francia. De origen suizo, supo incorporar obras nuevas al repertorio, buscando siempre una sonoridad clásica.
Y Juan Carlos Moreno mostraba la controversia de la trayectoria compositiva de Karlbeinz Stockhausen.

Alfonso Gil González
Carlo Bergonzi (1)

(2)

(3)
 

GRANDES TEMAS PARA ENTENDER AL HOMBRE - 31


LA GUERRA DEL PELOPONESO  

A finales del siglo V a. C., la mitad del mundo civilizado, desde Egipto hasta el Ganges, estaba bajo el dominio persa. El rey Artajerjes I había renunciado a imponerse sobre los griegos e incluso se había resignado a soportar su continuo aguijoneo en las fronteras. Hacia el este, la India continuaba un lento proceso de organización política. Una tribu aria llegó a la isla de Ceilán, cuyo nombre procede del nombre de esta tribu: los Sinhala, (desimha, león). Los invasores expulsaron a los nativos e introdujeron el cultivo del arroz y un excelente sistema de riego. Desde entonces se les conoce como cingaleses. Más al este aún, las relaciones entre los distintos principados chinos se volvían cada vez más tensas.
En el otro extremo, los cartagineses buscaban rutas comerciales por el océano Atlántico, ya que los griegos les habían expulsado del Mediterráneo. Etruria decaía. Los galos la acosaban por el norte y Roma la acosaba por el sur. En especial Roma mantenía casi continuos combates con la ciudad etrusca de Veyes, situada veinte kilómetros al norte. El vacío de poder dejado por los etruscos en Italia fue llenado en parte por los samnitas, pueblos itálicos que poblaban el este del Lacio y que empezaron a expandirse y a ganar poder.
El arte griego estaba abandonando la simplicidad de las formas clásicas y se decantaba por estilos cada vez más recargados. Uno de los primeros pasos en esta dirección lo dio el arquitecto Calímaco, que ideó la columna corintia, más ornamentada que la tradicional columna dórica. Por esta época murió Demócrito. Al parecer siguió unas normas de higiene que él mismo recomendaba, lo que le permitió vivir más de noventa años. Algunos dicen que más de cien.
En 430 a. C. surgió un reino poderoso en Épiro. Tras el declive de los tespotas, la región había sido dominada por los caonios, y ahora eran los molosos los que se organizaron bajo una poderosa dinastía con capital en Fenice.
Pero los acontecimientos más dramáticos de la época tenían lugar más al sur, donde acababa de estallar una guerra mundial en miniatura. Atenas, apoyada por las islas de la confederación, se enfrentaba a Esparta, apoyada por Beocia y todo el Peloponeso excepto Árgos (que se mantuvo neutral). Al mismo tiempo, Atenas tuvo que enfrentarse con una epidemia de peste. Fue llamado a la ciudad un joven médico, de hecho el primero que practicó la medicina como ciencia, sin mezclarla con la religión. Se llamaba Hipócrates y había nacido en la isla de Cos, frente a la costa de Asia Menor, cerca de la ciudad de Halicarnaso. Su padre era curandero, y vivía de los muchos enfermos que acudían a la isla para bañarse en sus aguas termales. Hipócrates los examinaba y elaboró una casuística sobre la que basó sus diagnósticos. Sus escritos fueron organizados en un Corpus Hippocraticum, pero parece ser que la mayor parte del texto fue escrito por sus discípulos tras su muerte. No parece que Hipócrates hiciera muchas aportaciones científicas, pero lo importante es que recuperó la dignidad de la medicina, bastante desprestigiada a la sazón, pues hasta entonces estaba en manos de charlatanes y sacerdotes. Hipócrates se comprometió a sí mismo y a sus discípulos con un juramento que no sólo obligaba a ejercer la medicina como ciencia, sin engaños, sino también a guardar unas normas de higiene y decoro que inspiraran confianza a los pacientes. Organizó un gremio de médicos que se reunían periódicamente para intercambiar experiencias y descubrimientos. No sabemos qué resultados obtuvo en Atenas, pero es posible que ayudara a combatir la peste recomendando normas de higiene. En 429 la peste acabó con el mismo Pericles.
A la muerte de Pericles, la figura más destacada del partido democrático era Cleón, que abogaba por continuar la guerra, mientras que a la cabeza de los conservadores estaba Nicias, partidario de firmar la paz con Esparta. En un primer momento triunfó Cleón, bajo cuyo gobierno Atenas siguió luchando con energía, pero sin la prudencia de Pericles. Por estas fechas destacaba en Atenas un autor cómico: Aristófanes. Era de familia aristocrática y en sus comedias se burlaba descaradamente de Cleón y los demócratas, hasta extremos que hoy en día serían inadmisibles por su mal gusto.
Por esta época había adquirido fama en Atenas un hombre singular. Se llamaba Sócrates. Había estudiado con Anaxágoras (o tal vez con un discípulo de éste, Arquelao de Mileto) y había combatido por Atenas en Potidea. Parece ser que la guerra del Peloponeso le llevó a la conclusión de que el enemigo del hombre no es la naturaleza, sino el hombre, por lo que era más importante estudiar al hombre que al mundo. En otras palabras, de los intereses científicos que podía haberle inculcado Anaxágoras, pasó a interesarse por la ética. En lugar de desarrollar y predicar una teoría como todos los filósofos anteriores y posteriores, Sócrates paseaba por la ciudad preguntando a la gente cosas como qué es el bien, o la justicia, o la virtud, etc. Ante la respuesta fácil de "eso lo sabe todo el mundo", Sócrates alegaba ignorancia. Su frase más característica llegó a ser el famoso "sólo sé que no sé nada". Así, Sócrates forzaba a sus conciudadanos a explicarle lo aparentemente obvio y, con ello, les hacía caer en contradicciones y les obligaba a reconocer que sus preguntas no eran tan simples como a primera vista pudieran parecer. Aunque ya otros pensadores habían denunciado la confianza en "el sentido común" o "la opinión general" en cuestiones científicas, Sócrates fue el primero en cuestionarlos en lo tocante a la ética, y el primero en señalar lo dañino que es para la sociedad el que se acepten irreflexivamente ciertas opiniones comunes sobre lo que es bueno o justo. Debía de tener una gran personalidad, pues no tardó en encontrar numerosos discípulos entre los jóvenes atenienses.
En 428 los samnitas se apoderaron de Capua, la mayor ciudad no griega de la Campania, con lo que pasaron a dominar la región.
En 427 murió el rey espartano Arquidamo II y fue sucedido por su hijo Agis II. Mientras tanto Esparta logró tomar la ciudad de Platea, tras un asedio de dos años. Atenas, por su parte, realizaba fructíferas incursiones navales. Es también el año de la muerte de Anaxágoras. Por otra parte, el rey desterrado Plistoanacte fue admitido de nuevo, y su hijo Pausanias fue cesado.
En 425 el almirante ateniense Demóstenes tomó y fortificó el promontorio de Pilos, sobre la costa occidental de Mesenia. Esparta envió un contingente que tomó posiciones en la isla de Esfacteria, situada frente al puerto de Pilos, y puso sitio a los atenienses, pero la flota ateniense, que se había retirado, volvió y puso sitio a los sitiadores. Allí había un número demasiado grande de espartanos para que Esparta pudiera permitirse el lujo de perderlos (la supremacía frente a las clases dominadas podía verse en peligro). Por ello Esparta pidió la paz. Si hubiera estado Pericles, sin duda Atenas habría sacado el máximo provecho a la situación, pero Cleón decidió imponer condiciones exageradas: la devolución de las regiones perdidas veinte años antes. La guerra continuó y los espartanos resistieron en Esfacteria. Cleón pronunció enérgicos discursos en los que afirmaba que los generales atenienses en Pilos eran unos cobardes y que si él estuviese allí sabría cómo actuar. Entonces Nicias tuvo una idea astuta: pidió rápidamente una votación y se acordó que Cleón fuera enviado a Pilos. Contra todo pronóstico, Cleón tuvo una suerte increíble: hubo un incendio en los bosques de Esfacteria, donde estaban refugiados los espartanos. El humo los obligó a salir y fueron capturados definitivamente por los atenienses. Cleón los llevó como rehenes a Atenas y así la ciudad estuvo varios años a salvo de las incursiones espartanas.
En 424 murió el historiador Heródoto. Aristófanes estrenaba su comedia Las Nubes, donde se burlaba de Sócrates. Probablemente, tras la caricatura se muestra la imagen que del sabio tenían los atenienses incapaces de comprender las sutilezas del método socrático: era un harapiento que paseaba descalzo por las calles de la ciudad importunando a los hombres de bien con preguntas estúpidas y seguido por una comitiva de jóvenes que corrían el riesgo de convertirse en una nueva generación de Sócrates que atormentaría la ciudad en pocos años. Tal vez, más en el fondo estuviera el rencor y la humillación de quienes comprendían que un harapiento descalzo les aventajaba intelectualmente.
También murió ese año el rey persa Artajerjes I. Dos de sus hijos fueron asesinados poco después, pero el tercero logró hacerse con el trono, con el nombre de Darío II. Persia veía con satisfacción la guerra del Peloponeso y confiaba en que tras ella Grecia quedaría suficientemente debilitada como para que dejara de ser una amenaza. Por ello el nuevo rey hizo cuanto pudo para avivar la contienda, financiando a las ciudades griegas sin intervenir directamente. Puesto que había sido Atenas la que tras las guerras médicas continuó arrebatando ciudades a Persia, el apoyo persa fue siempre a favor de Esparta.
Nicias tomó la ciudad espartana de Citera. Luego los atenienses capturaron Nisea, el puerto de Megara. La propia Megara estuvo a punto de caer si no hubiera sido porque ese mismo año Esparta encomendó la dirección de la guerra al que resultó ser un brillante general: Brásidas. En el primer año de la guerra había rechazado una incursión en Mesenia, y luego había combatido en Esfacteria, pero una herida lo apartó de la contienda. Ahora, con el ejército espartano bajo su mando, alejó a los atenienses de Megara y se lanzó hacia el norte, a través de Tesalia y Macedonia, hasta la península calcídica, que era una fortaleza ateniense.
Los atenienses intentaban invadir Beocia, pero fueron derrotados por los tebanos en Delio, sobre la costa que está frente a Eubea. Allí combatió valerosamente Sócrates, donde salvó la vida a uno de sus discípulos, Alcibíades. Entonces llegaron a Atenas las noticias de lo que Brásidas estaba haciendo en el norte. A pesar de ser espartano, Brásidas resultó tener grandes dotes diplomáticas. Había convencido al rey Pérdicas II de Macedonia -hasta entonces aliado de Atenas- para que se cambiara de bando, y lo mismo sucedió con la mayor parte de las ciudades por las que pasó. Finalmente avanzó hasta Anfípolis. La defensa de la ciudad estaba a cargo de Tucídides, pero cuando llegó Brásidas no estaba allí. Llegó tan pronto como pudo, pero fue demasiado tarde. Anfípolis se había rendido ante las buenas condiciones que ofreció Brásidas.
En 423 los atenienses exiliaron a Tucídides, quien aprovechó su exilio para escribir un libro sobre la Guerra del Peloponeso (fue él quien le dio este nombre). La inició donde la había acabado Heródoto, pero la diferencia entre ambos es abismal. La historia de Heródoto está llena de mitos y fantasías, mientras que la de Tucídides es un ejemplo de racionalidad a la vez que de imparcialidad. En su obra se nota la influencia de los sofistas, con quienes se había educado y de quienes había absorbido su escepticismo. No emite juicios, destaca lo bueno y lo malo de todos los sucesos, no se advierten simpatías ni antipatías. Su única debilidad fue poner en boca de sus personajes discursos grandilocuentes inventados por él.
Este mismo año un grupo de atenienses que habitaban en la península calcídica decidieron dejar sus ciudades y se trasladaron a la ciudad de Olinto, con el consentimiento de Perdicas II. La ciudad no tardó en dominar a sus vecinas y se puso al frente de una Liga Calcídica que logró la independencia de Atenas.
Atenas trató de negociar la paz con Esparta, pero ahora fue Brásidas el que se negó a ello. En 422 Cleón marchó hacia el norte con un ejército, pero murió en una batalla en Anfípolis. Ahora bien, en la batalla también murió Brásidas. Una vez desaparecidos los principales defensores de la guerra en ambos bandos, se abría la posibilidad de llegar a un acuerdo de paz. Esparta quería recuperar a sus rehenes, y Atenas estaba prácticamente arruinada. Había tenido que apropiarse de los tesoros de los templos y duplicar el tributo a las ciudades de la confederación ateniense. En 421 el rey Plistoanacte firmó la Paz de Nicias, llamada así porque Nicias fue el principal negociador ateniense. Esparta recuperó sus rehenes y la situación quedó más o menos como al inicio de la guerra, salvo que Anfípolis se convirtió en una ciudad independiente. Esto disgustó a Atenas, que se negó a devolver a Esparta Pilos y la isla de Citera.
Los plebeyos romanos accedieron a la cuestura. Por aquella época los cuestores no sólo ejercían de jueces, sino que también se encargaban de las finanzas del estado y de la recaudación de impuestos.
Por esta época se terminó en Éfeso la construcción del templo de Artemisa, una construcción monumental que había sido iniciada en tiempos de Creso y que impresionó a quienes lo vieron durante casi un siglo.
Corinto y Tebas no se consideraron obligadas por la Paz de Nicias. Querían la destrucción de Atenas. Al mismo tiempo, Alcibíades se mostró partidario de continuar la guerra. Su madre era prima de Pericles, por lo que pertenecía a la familia de los Alcmeónidas. Era rico, guapo, inteligente, encantador, y sin escrúpulos. Deseaba realizar grandes hazañas, y para ello necesitaba la guerra. Organizó una alianza contra Esparta entre Argos, Élide y la ciudad arcadia de Mantinea. Prometió ayuda ateniense, pero Nicias se opuso a ello y Alcibíades acudió con un ejército escaso.
En 418 el rey Agis II no tuvo dificultades en vencer a la coalición y así Esparta recuperó plenamente el control del Peloponeso, pero ahora estaba nuevamente en guerra contra Atenas.
Desde la muerte de Cleón, los demócratas estaban dirigidos por Hipérbolo, quien mostró su furia hacia Nicias, pues, en su opinión, por su culpa Atenas no había podido intervenir adecuadamente en la coalición contra Esparta. En 417 pidió un voto de ostracismo, confiando en que los seguidores de Alcibíades (demócratas moderados) se unirían a los suyos (demócratas radicales) y se impondrían sobre los conservadores que apoyaban a Nicias. Sin embargo, los partidarios de Nicias y los de Alcibíades se pusieron de acuerdo y el desterrado fue el propio Hipérbolo, con lo que el sistema del ostracismo quedó en ridículo y no volvió a ser empleado.
www.uv.es/ivorra/Historia/Indice.htm
Corrección textual y foto: Alfonso Gil

viernes, 22 de abril de 2016

CONCIERTOS ALFONSINOS N. 93

En ésta, cambio total de estilo. Cuatro grandes compositores: SIBELIUS, GLINKA, TURINA Y R. STRAUSS. Eso se traduce en otras cuatros obras: Finlandia, que es un poema sinfónico de carácter eminentemente nacionalista; Ruslán y Ludmila, que es una ópera rusa, de la que aquí está la Obertura; Cuarteto op. 4. Y la Danza de los siete velos, de su ópera “Salomé”. Respectivamente.
La cinta se cierra con MÚSICA PARA CLAVE, en directo.
En su momento, Sibelius fue el mejor compositor de su país, el más impuesto internacionalmente, sin que, hasta la fecha, haya perdido ese primer puesto. Eso se debe a sus Sinfonías y a algunos de sus poemas sinfónicos, como el que nos ocupa, que lo interpreta la Orquesta Filarmónica de Berlín, dirigida por Herbert von Karajan. 
La de Glinka es una de sus óperas más significativas. Tuvo lugar en el Teatro Imperial de San Petersburgo, el 9 de diciembre de 1842. Alcanzó gran éxito en su tiempo. Usa temas populares orientales. Abrió el camino a la Escuela Rusa de Ópera, que llegaría a su esplendor con Rimski Korsakov y Mussorgski, entre otros. Interpreta la obertura que nos ocupa la Orquesta de Conciertos Lamouré, dirigida por Igor Markevich.
Joaquín Turina nació en Sevilla. Este Cuarteto es una de sus primeras piezas de música de cámara. Lo interpreta la Agrupación Nacional de Música de Cámara.
En 1905 se estrenó Salomé. Strauss transmitió en esta ópera todo el peso del drama narrado. Precisa de una soprano de gran vigor. Esta danza de los siete velos la interpreta la Filarmónica de Berlín dirigida por Karl Böhm.

Alfonso Gil González
Finlandia

Ruslán y Ludmila

Cuarteto

Danza de los 7 velos