Ignacio de Antioquía
Muere hacia el 110.
Es obispo de Antioquía en los comienzos del siglo segundo, cuando la Iglesia apenas tiene 50 años de existencia.
Antioquía hereda el patrimonio espiritual de Jerusalén.
Junto con el papa Clemente de Roma, es el primer escritor de la Iglesia, venido del paganismo y de la filosofía griega, de la que toma la forma literaria y las categorías filosóficas.
La Iglesia que gobierna el joven obispo es de origen griego. Es uno de los primeros defensores de la colegialidad, al que el Vaticano II cita con cierta frecuencia.
En tiempo del emperador Trajano (85-117), Ignacio es arrestado, juzgado y condenado a las fieras.
Conocemos su interioridad humana a través de siete cartas que dejó escritas. Por ellas sabemos, por ejemplo, la dificultad en amar a cada uno de los hombres, en especial al pequeño, al débil, al esclavo, al que nos hiere o nos hace sufrir.
"Ya no hay en mí pasión por la materia; no hay más que un agua viva que murmura dentro de mí y me dice: Ven hacia el Padre. No encuentro ya placer en el alimento corruptible ni en las alegrías de esta vida; lo que quiero es el pan de Dios, ese pan que es la carne de Jesucristo, el hijo de David; y como bebida quiero su sangre que es el amor incorruptible:"
Dos temas se repiten con predilección en sus cartas: la fe en Jesucristo y la caridad.
"Está bien enseñar, a condición de practicar lo que se enseña"... "¡No habléis de Jesucristo, mientras sigáis codiciando el mundo!"
Alfonso Gil
