Desde mi celda doméstica
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Leer y orar

LEER, COMPRENDER, ORAR Y VIVIR LA BIBLIA

Manos que sostienen "la Verdad".
Creo que esto, en resumen, es lo que se propone el grupo, reunido el pasado 12 de octubre, a cuyo propósito vamos a intentar responder con la ayuda de los más eminentes escrituristas y teólogos de la Iglesia. Mi aportación va a consistir en facilitaros el acceso a los mismos, según las pautas y metas resumidas en el título de lo que podríamos llamar “Curso Bíblico”, que seguramente será un proceso de largo tiempo, que nos ayudará a madurar en la fe, al tiempo que nos enriquecerá humana y culturalmente.
Veíais, ese día, que deberíamos empezar por poner las coordenadas de interpretación, las reglas de juego, por decirlo así, de la hermosa y ardua tarea que nos proponemos. Algo así como coger el mapa, previamente, del país o lugares que deseamos recorrer y visitar con cierto detenimiento. Y puesto que el mundo bíblico es tan amplio y apasionante, necesitamos dedicar unos días a la “introducciones” necesarias, a las recomendaciones previas para que un caminar tan esencial a nuestra vida lo hagamos con la mejor disposición y responsabilidad. ¡Vamos allá!
Utilizamos el nombre de Biblia como una palabra singular que, en realidad, es el plural griego de biblon, que significa libro. Es decir, que la Biblia es el conjunto de libros sagrados redactados bajo la inspiración del Espíritu Santo. La Biblia cristiana comprende el AT y NT, o sea, según el canon católico, 73 libros. Pero fijémonos en que ya han salido algunos términos que merecerán posterior explicación; por ejemplo, “inspiración”, “Antiguo y Nuevo Testamento”, “canon”, etc...
Primera cosa. La Biblia no es un simple manual de verdades dogmáticas, éticas o de valor humano universal, sino que permite conocer la obra de Dios en la Historia. Por eso se la llama también “Escritura”; término éste que se halla ya en la misma Biblia y se refiere sólo al AT: Buscad Jn. 2, 22, Gál. 3, 22 y 1ª de Pedro 2, 6.
Segunda cosa. Los escritos bíblicos se diferencian grandemente unos de otros en la forma, tiempo y aparición; es decir, el medio ambiente en que se originaron. De manera que no se puede, sin más, explicar un concepto de la Carta a los Romanos con otro del libro de los Jueces, por ejemplo.
La religión judía sólo reconoce autoridad al AT; las iglesias cristianas, al A y N por igual. Los textos del AT son muy variados, como luego veremos, en cuanto a contenido y estilo literario. Así, hallamos en él libros de historia, leyenda, leyes, genealogías, filosofía moral, himnos o salmos... Son muy distintas también las circunstancias de tiempo y autor, de mentalidad y estilo, puesto que del primer libro al último transcurrieron más de mil años. Su centro de unión es el Mesías a quien, más o menos, veladamente anuncian. En cambio, en NT tiene material menos variado, puesto que todo él se centra en los hechos y doctrina de ese Mesías, ya venido al mundo en la persona de Jesús de Nazaret, y está escrito dentro del siglo I después de Cristo.

Canon de la Biblia

La Biblia está “inspirada” por Dios, lo que, tanto a judíos como a cristianos, planteó el problema de determinar exactamente cuáles son los escritos que la integran. Así se formó el Canon, como culminación de un lento proceso histórico que para el judaísmo terminó en el sínodo de Jamnia, hacia el año 100 de nuestra Era. Este sínodo rechazó siete libros, y pasajes de otros dos, de los contenidos en la versión griega de los “Setenta”, la más usada por los primeros cristianos y por los mismos apóstoles. De hecho, de las 350 citas del AT contenidas en el NT, más de 300 están tomadas de esta versión de los “Setenta”.
Los cristianos no admitieron la validez de la decisión rabínica hasta que, en el siglo XVI, los protestantes adoptaron al “canon” judío, aunque poniendo al final de las ediciones los siete libros excluidos y los pasajes de los de Esther y Daniel, como “apócrifos”.
En cuanto al canon católico, el Concilio de Hipona, en el 393, redactó una lista de los libros inspirados, lista repetida en numerosos concilios particulares, hasta que  el Concilio de Trento la sancionó definitivamente el 8 de abril de 1546. 
Francisco dignifica la Biblia

 
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