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lunes, 22 de febrero de 2016

HISTORIA DE LA IGLESIA... Cap. 10


PRIMEROS CONCILIOS ECUMÉNICOS


Cuando Constantino concede libertad a la Iglesia, los conflictos se extienden con más rapidez a todo el Imperio, y es el propio emperador quien propone los medios para llegar a la unidad. Se convocan, por tanto, los primeros concilios ecuménicos o universales para solventar los grandes problemas doctrinales que causan división entre los dirigentes de las comunidades de la zona oriental: la tri-unidad de Dios (Trinidad), y la doble naturaleza, humana-divina, de Cristo.

Concilio de Nicea (325). Arrio, presbítero de una parroquia de Alejandría, al explicar la relación entre Dios Padre y su Hijo Jesús, extiende una doctrina según la cual el Hijo sería de naturaleza inferior al Padre. El obispo de Alejandría, Alejandro, se opone. Los obispos reunidos en Nicea condenan a Arrio y definen que el Hijo es engendrado, no creado, y de la misma naturaleza que Dios Padre.

Concilio de Constantinopla (381). Como las conclusiones de Nicea seguían siendo objeto de discusión, si bien Atanasio, obispo ahora de Alejandría, defiende la decisión de Nicea, y Basilio, obispo de Cesarea, plantea la cuestión del Espíritu Santo, al que considera de la misma naturaleza que el Padre y el Hijo, este Concilio de Constantinopla ratifica la fórmula de Nicea y añade una afirmación sobre el Espíritu Santo como Señor y dador de vida, que procede del Padre y recibe la misma adoración y gloria que el Padre y el Hijo.

Concilio de Éfeso (431). Apolinar, obispo de Laodicea, había expuesto una interpretación de Cristo según la cual el alma de Jesús fue sustituida por el Verbo de Dios; en consecuencia, la divinidad de Cristo no afectaba a su dimensión corporal. Por otro lado, Nestorio, obispo de Constantinopla, afirmaba que en Jesús se daban dos naturalezas y, por tanto, María sólo era madre de la naturaleza humana. En cambio, Cirilo, obispo de Alejandría, defendía la unidad de Dios y hombre en Jesús y la maternidad divina de María. Este Concilio condenó a Nestorio y, por tanto, al apolinarismo, y aprueba la doctrina de Cirilo.

Concilio de Calcedonia (451). Eutiques, monje de Constantinopla, decía que el cuerpo humano de Jesús era una simple apariencia, al ser absorbida su humanidad por su divinidad. Este Concilio lo condenó y ratificó el credo niceno constantinopolitano, afirmando que en Jesús hay una sola persona, en la que se unen la naturaleza divina y la humana. 

Alfonso Gil González

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