Desde mi celda doméstica
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sábado, 18 de noviembre de 2017

CANCIONERO MUDO... 33

La tempestad sosegada

Los tres sinópticos nos narran el acontecimiento: Mateo 8, 23-27; Marcos 4, 36-40 y Lucas 8, 22-25.
Jesús subió a una nave, y con él sus discípulos. Era un día, ya caída la tarde, en que Jesús les dijo que cruzaran todos a la otra orilla del lago. Y eso hicieron, tras despedir a la multitud.
Durante la navegación, Jesús se durmió. Pero empezó a experimentar el mar un gran movimiento y la barca parecía que se iba a romper por el movimiento de las olas y por el agua que a ella iba entrando. Mientras Jesús dormía en popa, los discípulos estaban perplejos ante la zozobra de la barca.
Los discípulos se le acercaron y le despertaron para decirle: Maestro, que perecemos! ¿Es que a ti te da igual? ¡Sálvanos! Y Jesús les preguntó que por qué temían y que tenían poca fe. De manera que él se incorporó y mandó a los vientos y al mar que se apaciguasen, y se produjo una gran tranquilidad a su alrededor, y los discípulos, estupefactos, se preguntaban quién sería el hombre que imperaba al viento y al mar y éstos le obedecían.

La falta de fe acarrea al hombre muchos males. Piensa que todo lo domina, pero la naturaleza, por ejemplo, es muy superior a las fuerzas humanas. Y Jesús nos recuerda, con sus palabras y su gesto, que la fe es la mayor fuerza y poder de la creación. Esto no terminamos de creerlo, y seguimos a merced de las turbulencias de todo tipo, en que vemos peligrar la navecilla de nuestra vida, de nuestra salud, de nuestra seguridad, etc...

Alfonso Gil
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