Desde mi celda doméstica
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lunes, 4 de julio de 2016

MIS APUNTES PATRIOS (XXXVIII)

Saber perder


El pasado 26 de junio de 2016 hubo nuevos comicios generales en el Estado Español, a fin de saber quién sería el Partido más votado y, por tanto, quién asumiría la gobernabilidad de la Nación. Con algo más de margen, volvió a ganar la lista que ya saliera electa en los anteriores Comicios del 20 de diciembre de 2015. Y con algo menos de margen volvieron a perder los demás partidos.
A estas alturas, no creo que el problema sea de derechas o izquierdas. Simplemente, la ciudadanía votó a la persona y al equipo que creyó podía sacar adelante a una España unificada, justa, laboral, europeísta y garante de paz y seguridad económica. Me consta que votadores históricos de otros partidos votaron, esta vez, por quien ganó, a sabiendas de que era la mejor opción, en términos generales, para su propio País.
Eso sí. Los derrotados, que además obtuvieron aún menos votos que en la anteriores Elecciones, se siguen preguntando el porqué. Divididos entre ellos mismos, serían capaces de “unirse” para conquistar el poder que las urnas les impidieron. Porque, aunque se llamen “demócratas”, piensan que la Democracia lo es tal si los votos les son favorables; mas, si como en este caso, les son adversos, piensan que lo democrático es reunirse para ver el modo de derrocar al ganador. Y a eso le llaman “política”. Es decir, cuando creíamos que la Política era el arte y ciencia de llevar a la “polis”,  a la ciudadanía, por caminos de paz, justicia, laboriosidad y progreso integral, ahora resulta que lo político es ver la forma de que cada cual medre lo más posible, no siendo las urnas más que una excusa, un paripé, un chanchullo de cara a la galería internacional. Y ahí tenemos una de esas contradicciones, generadas por la estúpida división de “derechas” e “izquierdas”, en que todavía algunos mantienen en vilo la situación española, no habiendo aprendido de la historia absolutamente nada, y estando de nuevo dispuestos a repetir los dramáticos errores del pasado.

Alfonso Gil González

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