Desde mi celda doméstica
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sábado, 3 de octubre de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Octogesimoséptimo)


Capítulo LXXXVII


Nieve, terremoto y Guillermo Rovirosa

Pro Te, Domine. Así abre mi padre Alfonso su diario de 2005. Este año empezó en sábado, y el fin de semana transcurrió en casa feliz y tranquilo, con celebración de la Eucaristía. Deja escrita la siguiente secuencia: Sabiduría=Palabra=Jesucristo=Creyentes.
Como el 29 de diciembre pasado no pudo ir a Mula, a causa de la gripe, al acto de presentación de un libro de Manuel Gea Rovira, éste se lo envía a mi padre a través de Rosendo Berengüí.
El 7 de enero, recibe la visita de Mercedes Javaloyes, desde Orihuela, que viene acompañada de su hermana Anton y el marido de ésta. Ya dejé escrito la amistad tan grande que la familia Javaloyes tenía con el padre Alfonso, al que siempre consideró como cosa propia. Muertos los padres, sus hijos continuaron reconociéndole como un miembro más de la familia. Mis padres les devolverían la visita, al mes siguiente, para asistir a la recepción que dio José Miguel, esposo de Anton, con motivo de habérsele nombrado portaguión de su cofradía, cosa que debe ser un gran honor en Orihuela, pues se juntó muchísima gente a tal celebración.
Se acerca a Murcia, el 13, para llevar a AUDITECO el nombramiento de cofrade de honor, que la Semana Santa hizo a la citada empresa por auditar sus cuentas de forma gratuita, cada año. De vuelta a casa, recibe la llamada de su amigo Juanjo Gómez. Es un joven esposo, inquieto por una mayor autenticidad cristiana a nivel comunitario. En su casa había instalado una pequeña capilla, donde el grupo de oración de cada semana iba de vez en cuando. Y recibe, el 14, una carta del pope ortodoxo, Osios Ferrer, desde Alicante. Era un nuevo contacto que papá aprovecharía a fin de ayudar a algún sacerdote casado. Pero pronto se dio cuenta de la dificultad del ecumenismo de a pie, casi tanta como el institucional.
Habrá comprendido el lector que estas florecillas no recogen las mil y una tareas que diariamente llevaba a cabo el padre Alfonso. Más que florecillas, este escrito sería un enorme jardín o un extenso bosque. De modo que resalto lo que me parece menos cotidiano y variado. Por ejemplo, el litigio entre la Semana Santa y un empleado de una empresa caravaqueña, con motivo de unas máquinas de escribir. Hubo de buscar una fórmula digna para las dos partes.
El 25, prepara una charla cuaresmal y pasa a limpio, en el ordenador, unos apuntes de su amigo Antonio “el puro”. Era éste un hombre ciego, ya mayor, que gustaba llamarlo por teléfono, y le enviaba notas a mano, escritas por su santa esposa Antonia, para que se las mecanografiara para su publicación en el periódico de la zona del noroeste murciano.
Y deja escrito en su Diario: Puesto que no fui testigo de tu presencia en el mundo, ¡cómo añoro, Señor, tu trato, tus conversaciones! ¡Qué distinto sería todo en la vida! Sin Ti, voy mendigando retazos de tu bondad, de tu hermosura, de tu paz… ¡Ten piedad de mí, Señor!
La hermana nieve visitaría a Cehegín, el 26, y sorprendería a papá en la calle. Al volver a casa parecía un árbol de Navidad, un muñeco de nieve. Cehegín se vistió de Primera Comunión. Había ido al Ayuntamiento para ver, en el salón de plenos, sendos y magníficos cuadros de los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, pintados y regalados por un sacerdote y artista ceheginero, Tomás González.
En estos días, un terremoto se había hecho notar en el pueblo y en toda la zona del noroeste murciano. Nos llamaban de varios sitios interesándose por los posibles efectos del mismo. No tuvo excesiva importancia.
El 2 de febrero, volvió a casa el seminarista Pablo Alejandro, el diácono que se ordenaría de cura el 26 de junio próximo, para ir ultimando el tema de los cantos de ese día. Y su amiga Aguedica le prestó a papá el primer tomo de las obras completas de Guillermo Rovirosa, el que fuera líder indiscutible de la HOAC (Hombres Obreros de Acción Católica) y en proceso de beatificación por aquellos días.
En casa, además, papá seguía revisando vídeos de años anteriores, y apuntando en folios su contenido como materia cultural y útil. 
El 5, asiste en la Casa de la Cultura al acto inaugural de los programados por MANOS UNIDAS. Y, el 16, se acerca a casa de Brígida, amiga de su compañero, Padre Bienvenido, a recoger unas partituras de música que éste le había enviado por su medio, por si quería mi padre ensayarlas con el Coro. Eran Don Pascual, Transeamus y Finlandia.
Igualmente, se acercó al Ayuntamiento, pues el alcalde, José Soria, había ofrecido a la Semana Santa un terreno para la construcción de su Sede Oficial, que nunca se produciría. En cambio, asistió a la inauguración de la Sede de las Viudas y la de la Sociedad Musical.
Por este tiempo, su amigo Juan Maravillas había tenido un percance marítimo en el crucero que hizo por el Mediterráneo con su esposa, a punto de perecer las más de setecientas personas que en el buque navegaban. Pero todo quedó en un formidable susto.
Me impresiona leer lo que escribe, el 21 de febrero, en su diario: No tengo mucho que escribir, hoy. Aprovecho, Señor, para recordarte -¡pobre de mí!- cuál es tu papel conmigo. Nadie puede hacer lo que Tú solo puedes, sabes y quieres. Aquí estoy. Ten misericordia de mí, aunque sé que eso nunca te faltará conmigo, ni con nadie.
El 26 de febrero de 2005, asiste a la Eucaristía, en el Covento, presidida por el señor obispo, en que hizo su presentación la cofradía de la Pasión de Cristo, y se bendijo el nuevo “paso” del Prendimiento o Beso de Judas. Luego, cenó con todos ellos en el Bar Sol.
Febrero de 2005 acabaría cubriendo de nieve los tejados de Cehegín. Y el padre Alfonso dejaría escrito: Bonita forma, Señor, de terminar los 62 años que, mañana, si quieres, cumpliré. Si ya el nacer es un regalo tuyo impresionante, llegar a sexagenario es esperar de mí, Dios mío, lo que apenas sé agradecer. Nadie, como Tú, sabe lo que anida en  lo profundo del corazón humano. Eso me colma de felicidad, pues todo lo bueno es tuyo, y todo lo tuyo es lo mejor que tenerse puede.



Muerte del papa Juan Pablo II

Marzo de 2005 despertó con recio manto de nieve. Mi padre Alfonso escribía: Sobre mi cumpleaños, ¿qué te voy a decir, Señor? Eres un misterio de amor. La vida es un misterio de amor, incluida la muerte terrenal. ¡Que mi ego desaparezca! ¡Que vivas en mí y me suplantes!
Manuel Gea, de Jumilla, le llamó para decirle que había recibido la revista de Semana Santa, y para ofrecerle su coche viejo, un Alfa Romeo, que bien podría servirle a su hijo Daniel, que aceptó encantando. Y le envió toda la documentación por correo. Este año el pregonero de la Semana Santa era un especialista en historia del arte sacro: Antonio Bonet Salamanca. Venía de Castilla-León.  
Papá seguía leyendo a Guillermo Rovirosa. Sin duda, un hombre ejemplar en muchos aspectos. Es posible que lo veamos canonizado. Nos urge en la Iglesia hombres así. 
El 12 marzo, presentó en la Casa de la Cultura el Acto de los “Verdes”, en que se representó En el Umbral, una especie de auto sacramental escrito por el franciscano Ángel Nicolás Soler. Dos días más tarde, estaba inmerso en la preparación de un “forum” sobre la Pasión según san Mateo, de Johannes Sebastian Bach, que le llevó algún tiempo.
Resultó que el cartel de Semana Santa de Cehegín, recreado por su hijo Israel, suscitó cierta polémica mediática, pues intentó ensamblar la Imagen del Santo Sepulcro de Cartagena y la del Santo Sepulcro de Cehegín. Resultaba interesante, pero papá hubo de defenderle en los medios de comunicación.
El 19, asistía al Pregón de la Semana Santa de Caravaca, y posterior cena en El Círculo, con el alcalde, Domingo Aranda, y el presidente de la Fundación Cajamurcia, que fue el pregonero.
Marzo se cerraba con la preocupante noticia del agravamiento del Papa Juan Pablo II. Y abril se abría con su agonía y la espera de su tránsito de un momento a otro. Todas las televisiones del mundo estaban pendientes del esperado trance, que se produjo, el 2, a las 21´37 horas. Al día siguiente, en la Plaza de San Pedro, se celebró una primera Misa por el alma del Papa fallecido. Los funerales oficiales se celebraron el 8 de abril.
Mi padre, ese fin de semana, hubo de asistir al homenaje que el Ayuntamiento hacía a José María Alcázar Pastor, por haberse jubilado como aparejador del mismo. Y, en el salón conventual, a la Junta Ordinaria de la Hermandad de la Virgen de las Maravillas.
Como yo me encontraba en cama, mi padre suplicó: Supongo, Señor que le echarás una mano, como Tú sabes hacer. Y añade respecto a la muerte del Papa: El inmenso gentío que está visitando los restos mortales de Juan Pablo II deja enana toda otra manifestación de las que organizan los políticos. ¡Cosas de Dios!
Un nuevo hermanamiento sanjuanista lleva a mi padre a la ciudad de Archena, en cuya iglesia de San Juan se celebró. Comieron, luego, en el restaurante El Portalón, y regresaron a Cehegín en el microbús contratado por la cofradía que lideraba Pepe Sáez.
El 19 de abril de 2005, era elegido el nuevo Papa en la persona del cardenal Joseph Ratzinger, que asumió el nombre de Benedicto XVI. Papá escribió en su diario: En fin, Señor, Tú sabrás lo que haces, o lo que hacemos. Pero ¡échale una mano a tu Iglesia y al Mundo! El 24, seguía por televisión la ceremonia y Misa de entronización del nuevo Papa.
Abril de 2005 se cerraba con la reunión de la asociación Paz y Bien, de antiguos seráficos, con Misa en el Convento franciscano, visita a las dependencias del viejo Colegio Seráfico y Concierto en la Casa de la Cultura. Mientras el grupo marchaba a comer a Rompealbardas (Cehegín), uno de ellos, José Luis Martínez Rodríguez, vino a comer a casa, pues era compañero de curso de papá en el bachillerato y en el noviciado de Jumilla. Músico excelente, vivía en Almería y, de vez en cuando, compartía con mi padre Alfonso ideas musicales y proyectos corales.
Ese 30 de marzo se casaba el pintor ceheginero Nicolás de Maya, de fama internacional, con una tal Juani, hija de Miguel Miñano, que también había sido seráfico, aunque por brevísimo tiempo, allá por 1953/54. Y el Coro, dirigido por Alfonso Gil, cantó en esa boda.

En alabanza de Cristo. Amén.

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