Desde mi celda doméstica
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domingo, 20 de noviembre de 2016

GRANDES ÓPERAS... 6

Richard Wagner

Siegfried

Utilizando las palabras del crítico musical Jesús García, Sigfrido es la tercera parte de El anillo del Nibelungo que subió por primera vez al escenario el año de la inauguración de "Bayreuth", el 16 de agosto de 1876, y fue, junto con El ocaso de los dioses, la parte de la tetralogía que se libró del forzado preestreno que deseaba Luis II.
Los protagonistas del estreno fueron los legendarios Gerard Unger y Amalie Materna, y Hans Richter dirigió la orquesta en el foso de la Festpielhaus.
En Sigfrido, el héroe por excelencia, se centran las fuerzas presentes en toda la Tetralogía wagneriana. Hijo de Siegmund y Sieglinde, reúne a la vez la nobleza y la fuerza de su abuelo Wotan, un dios, y de sus padres humanos, en una síntesis perfecta. Sólo él no conoce el miedo, sólo él es capaz de matar al dragón que simboliza el mal y las tinieblas. Cuando él aparece, Wotan se esfuma, abandona, sabe que tiene la batalla perdida. Sigfrido es noble y desprendido: no quiere el oro y sí el amor. Pese a morir en la parte siguiente, su obra perdurará siempre: el dominio de los dioses, arbitrario y mítico, será sustituido por el del hombre, racional, pero también capaz de amor y de misticismo.
Esta parte de la tetralogía contiene fragmentos de rara inspiración, como el de la forja de la espada, que intenta en vano el deforme Mime, pero para Sigfrido es cosa de niños, y sobre todo los Murmullos de la selva, con el canto del pájaro representado por el clarinete, y que en la ópera resulta fraccionado por la acción, pero en el concierto, reunido armónicamente por el mismo Wagner, constituye una de las páginas más bellas de toda la literatura concertística wagneriana.


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