LA CRISTIANDAD MEDIEVAL
Llamamos “Cristiandad” al modo específico de relación entre la Iglesia y la Sociedad, que se establece en Europa a lo largo de la Edad Media. Esta vinculación entre lo “sagrado” y lo “profano” se sustenta sobre dos pilares fundamentales:
· La identificación entre Iglesia y Sociedad y, por tanto, entre ciudadano y cristiano. Esta identificación da lugar a una sociedad confesionalmente cristiana.
· La unión entre el trono y el altar, es decir, entre la autoridad civil y la religiosa. Lo que da lugar a un tipo de régimen llamado “teocracia”.
Esta Europa cristiana medieval, a la que, a veces, vuelven los ojos algunos católicos nostálgicos, está envuelta en luces y sombras. Junto a grandes creyentes y bellas manifestaciones artísticas, aparecen también oscuras corrupciones y actitudes que se alejan bastante del Evangelio.
En esta teocracia medieval, la religión impregna de tal forma toda la organización social, que la vida cotidiana del pueblo gira en torno a los tiempos y lugares sagrados:
· Las iglesias y catedrales son los principales lugares públicos.
· La organización del calendario de fiestas populares va unido a las celebraciones cristianas.
El otro cauce a través del cual la Iglesia se hace presente en la vida social es la legislación. En el siglo XII, el monje Graciano hace una recopilación de las leyes eclesiásticas. Después, se le añadieron otros cánones y sentencias de concilios y papas, para formar así el libro oficial del derecho de la Iglesia o “Derecho Canónico”.
Los centros en los que se fragua lo más fecundo de la cultura medieval son los monasterios. En ellos:
· Se conservan, transcriben y traducen los principales textos de la cultura antigua.
· Surgen algunas escuelas para la instrucción del pueblo.
· Se originan y extienden los grandes movimientos arquitectónicos medievales, el románico y el gótico.
· Se estimulan los estudios jurídicos y la elaboración del Derecho Canónico.
· Sus profesores y alumnos hacen surgir las primeras universidades con el amparo episcopal: París, Bolonia, Palencia, Coimbra y Salamanca.
Alfonso Gil González