Desde mi celda doméstica
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sábado, 3 de marzo de 2018

APUNTES TEOLÓGICOS... 2

Política y Religión 

Muy pronto, y ya desde la Escuela, me percataba de que el mundo y, por tanto, España, era movido por dos enormes brazos: la religión y la política. Ésta tenía muchas formas de manifestación: la dictadura, la democracia, la monarquía, la república... Del mismo modo, en el mundo imperaban muchas religiones: las precristianas, las religiones llamadas "del Libro", las cristianas... Y, por su puesto, sus contrarios: por un lado, el anarquismo; por otro, el ateísmo. Uno y otro, naturalmente, con todas sus variantes.
Políticas y religiones dividían el mundo en grandes bloques. Estos bloques, a su vez, se fortalecían con las adhesiones de países y culturas y, sobre todo, por el apoyo militar. La milicia es tan antigua como el hombre. "Toda la vida es milicia". Pero el ser humano, en su alocada ambición, había provocado en mi siglo XX las más grandes confrontaciones bélicas que conocieron los siglos: la I y la II Guerra Mundial.
A través de la historia, miles de conflictos armados han originado tanto la política como la religión. Un verdadero creyente se avergüenza siempre de que así haya sido. Al igual que se avergüenza todo buen ciudadano, porque las guerras no resuelven nada. Y lo más aberrante de ellas es que algunas -siempre demasiadas- se hayan hecho por motivos religiosos.
Religión y Política no suelen llevarse bien. Cuando lo hacen es porque hay intereses de por medio. Esto me recuerda que mi vida se desenvolvió, en su primera mitad, bajo el nacional-catolicismo, fruto de una guerra fratricida; y mi segunda mitad, bajo un régimen democrático o monarquía parlamentaria y constitucional. Es evidente que la unión de los dos poderes, el político y el religioso, cuando de verdad buscan el bien absoluto, puede realizar grandes empresas. Pero, dada la condición humana, dicha unión casi siempre acarrea innumerables desgracias. Llegará el tiempo -¡ojalá!- en que la tendencia a la unidad de los mortales proporcione a estos un dichoso y duradero anticipo de la inmortalidad. Pero, desgraciadamente, eso queda aún bastante lejos, y no es poco que empecemos por conseguir la unidad entre pensamiento, sentimiento y acción a nivel personal.
De todos modos, siempre hay que evitar la tentación de confundir unidad con uniformidad, tanto en el campo de lo político como en lo religioso. La verdadera unidad se construye en la diversidad. El ser humano no es un robot o una máquina. Ni siquiera los dedos de su mano son iguales. No digamos nada de sus huellas digitales, que no hallan identidad en ningún otro ser humano. Por tanto, es un error de principio confundir unidad y uniformidad. Si la cerradura fuera idéntica a la llave, no habría forma de cerrar o abrir una puerta sino por la fuerza.
Aplicado al tema que nos ocupa, sería un error aspirar a una sola forma política o a un único sistema religioso. La unidad es un tema mucho más serio. Hay unidad cuando lo diverso está encauzado hacia ella, pero una unidad sin diversidad no dejaría de ser una monstruosidad.
De todo esto me fui dando cuenta con el tiempo, con el estudio, con la meditación, con la observación del mundo circundante, la Naturaleza principalmente...y vi que todo era hermosamente teológico.
(continuará)

Alfonso Gil
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