Desde mi celda doméstica
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jueves, 22 de marzo de 2018

APUNTES TEOLÓGICOS... 3

Monoteísmo y politeísmo

Me disponía a desarrollar este tema, porque veía que el pensamiento humano de la antigüedad se movía en esta dicotomía, llamemos así, entre creer en un solo Dios o tener muchos "dioses" en los que creer.
Me disponía a desarrollar este aspecto de la teología, cuando me viene la noticia de que mi hijo mayor está gravemente enfermo, y cuidarle con preferencia a todo lo demás veo que también es sumamente teológico.
La enfermedad, como la muerte, no admite preferencias, ni discriminaciones. Todos tenemos la posibilidad de desarrollar una enfermedad. Es más, pocas personas llegan al final de sus vidas por el peso de los años; la mayoría fenece a causa de alguna enfermedad.
La enfermedad, por tanto, nos humilla, muestra nuestra debilidad física. Bien es verdad que, en los que confían en el Señor, el mal les hace aumentar la fe y la esperanza. La aceptación de la voluntad de Dios, que no quiere decir que Dios quiera la enfermedad, fortalece el alma del enfermo.
La enfermedad nos recuerda nuestra transitoriedad terrena. Somos ciudadanos del Cielo. Por cierto, un cielo que ya está incoado aquí, en la tierra. Es un error pensar que damos saltos en el vacío. Todo lo que sale de las manos de Dios, y de ellas sale todo, lleva su sello y su impronta. Y su garantía.
La enfermedad, por tanto, nos previene, nos avisa de nuestro destino, que no lo es ciego, sino que está iluminado por la resurrección de Cristo, orientado y sostenido por su Palabra. Esto también lo sabe mi hijo, en vísperas de que le apliquen la quimioterapia. Y ese saberse fortalecido le da el ánimo suficiente para afrontar esta segunda experiencia dramática de su vida.
Por otra parte, la comunidad humana, creyente o no, se despierta de la rutina diaria, y vemos el milagro de la solidaridad mostrada en las miles de plegarias por la salud de quien consideran lo suficientemente joven como para no partir tan pronto a la Casa del Padre. Yo puedo dar fe de esos milagros solidarios.
Por otro lado, la vejez, en cierto modo, también es una enfermedad. El tiempo nos oxida, nos deteriora, nos desgasta. Aún no se ha inventado el elixir de la eterna juventud. Y no sólo para los seres humanos. Toda la Creación se rige sabiamente por el mismo proceso.
En resumen: salimos de Dios y a Él volvemos, porque nada escapa, ni puede escapar, a su omnipresencia y providencia. Ni un solo cabello se cae sin su permiso, como dice el Evangelio. Y si se cae no es para perderse en la nada. Dios es fiel, ni puede engañarse ni puede engañarnos.
Nos queda orar para poder comprender, aceptar y vivir la voluntad de Dios.

Alfonso Gil
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