Secretos de un arzobispo
Con el amanecer de un año nuevo, este de 2011, ha llegado a mis manos un libro coloquial, enviado por el propio protagonista a mi buena esposa, amiga suya de años pretéritos, cuando ella, en su juventud madrileña, dedicaba el tiempo libre, es decir, el no propiamente laboral, a cuidar la formación humana y cristiana de algunos gitanillos de aquellos suburbios de la capital, ajena, entonces, al destino que Dios le deparaba. El libro lleva una dedicatoria manuscrita que le sirve al arzobispo para, de paso, felicitarle la Navidad y Año Nuevo.
Editado por Ciudad Nueva, en la sección “en diálogo cultura y sociedad”, impreso a mediados del pasado año, el libro “SECRETOS DE UN ARZOBISPO” es fruto y compendio del coloquio mantenido con la periodista Teresa Gutiérrez de Cabiedes, que prologa la periodista papal, Paloma Gómez Borrero. Dos citas, una de Tolstoi, relacionando luz y corazón, y otra de Teresa de Calcuta, animando a que la pluma vehicule el mensaje amoroso y compasivo de Jesucristo, dan paso a 275 páginas que revelan los secretos de un hombre de Iglesia, enamorado por igual de ésta y del mundo.
Ciencia y fe, luz y libertad, pobreza y esperanza, sufrimiento y perdón, paz y amor… son referencias de la experiencia humana que dan pie a que el diálogo entre la joven periodista y el pastor pamplonés resulte fascinante y atractivo, dejando en el alma del lector una prueba más de Aquello que añoramos en lo más íntimo del ser, de Aquello que, en realidad, nos define y en cuya consecución no basta una vida.
Lejos de la ñoñería en que ciertos escritos piadosos suelen caer, este libro es un bocado tan duro como provechoso, hablado y escrito con la naturalidad con que suelen expresarse algunos privilegiados de entre los humanos. Atrae, por ello, a incrédulos y creyentes. Porque no es un libro de preguntas y respuestas, aunque lo parezca, sino que unas y otras lanzan destellos luminosos de lo que nos pasa, de lo que nos preocupa, de lo que nos interesa allá en lo hondo. Eso sí, no es una conversación al uso diario. Hoy, desgraciadamente, apenas se dialoga. A lo más, se discute, que es lo más contrario al diálogo con ser lo más parecido. En fin, no es poco si, con él, uno sigue aprendiendo el arte de la escucha y de la contemplación.
Alfonso Gil González