Desde mi celda doméstica
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sábado, 23 de junio de 2018

MIS APUNTES PATRIOS... 100

La España irreligiosa

Allá por 1890 escribía un artículo Juan Vázquez de Mella en El Correo Español, del que entresaco estos párrafos, que no pueden ser más actuales cuando caminamos hacia el cierre del primer cuarto del siglo XXI:
"No hay en el mundo espectáculo más dolorosamente triste que el que ofrece un pueblo católico caminando, en medio del orden material, a perderse en los abismos de la apostasía, acaudillado por ateos y sofistas que se fingen sus libertadores.
Y conviene observar que, en la historia del género humano, no hay memoria de un solo pueblo que se haya apartado voluntariamente de la verdad religiosa; porque, si las revoluciones materiales se verifican muchas veces de abajo arriba, los trastornos morales siempre se realizan de arriba abajo. De aquí que el poder público sea la primera ciudadela que asalta la impiedad para corromper una nación, y que sea también la primera que hay que reconquistar para cristianizar una sociedad e impedir que se consume su apostasía. Y por eso también la más arbitraria tiranía personal no puede compararse en maldad con la que toma cuerpo y se encarna en las instituciones y en las leyes.
Cuando esto sucede, los hombres se acostumbran a ver florecer y desarrollarse, bajo las disposiciones del poder soberano, la iniquidad y la injusticia; y el hábito de contemplar el mal llega a matar el instinto del bien, o a considerar como natural y corriente el desorden moral y los males sociales como hechos completamente indestructibles.
Entones es cuando, según la frase de Lacordaire, los pueblos se extinguen en una agonía insensible, que aman como si fuera dulce y agradable reposo.
Y, o mucho nos equivocamos, o España, si la corriente de hechos no cambia o no se latera profundamente, marcha hacia uno de esos períodos que aparecen como laguna fétidas en la historia de las naciones.
Así las Academias y Ateneos se pueblan de garrulos charlatanes que, sin tener noción de filosofía y teología católicas, ni saber siquiera el Catecismo, disputan con increíble ignorancia y pedantería sobre todas las cuestiones religiosas y sociales, y, erguidos sobre el pedestal de su propia necedad, miran con insolente petulancia a la Iglesia y la condenan juntamente con el maravilloso encadenamiento de sus dogmas, la sublimidad de su moral, la majestad soberana de su culto y la civilización europea que brotó de sus entrañas, y hasta con las excelsas grandezas y divinas abnegaciones que sembró en los pueblos que han caído de rodillas ante ella abrazados amorosamente en su regazo maternal."

Alfonso Gil
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