España en la encrucijada
Y nunca mejor dicho. Desde un tiempo a esta parte, en España hay cuatro partidos políticos que se disputan el poder: PP, PSOE, CIUDADANOS y PODEMOS. Dos representan el centro-derecha y dos el centro-izquierda. Pero ellos no quieren que esos bloques signifiquen bipartidismo, lo que sería una solución práctica para la nación, sino que cada cual, por separado, aspira a que los españoles le concedan tal cantidad de votos como para gobernar sin el estorbo o freno de la oposición.
Cuando sólo estaban PP y PSOE, esto era relativamente fácil. La alternancia posible en el Gobierno venía dada porque los españoles, cansados de ver los mismos rostros durante cuatro u ocho años, intentaban votar al que ejercía de opositor gubernamental. Y no pasaba nada. Y, si pasaba, se resolvía en breve tiempo. Pero, ahora, el asunto es más serio. España se halla en el punto céntrico de esos cuatro caminos políticos. Sí que es cierto que el PP ha ganado las Elecciones, pero no ha sacado mayoría absoluta; sí que es verdad que las ha ganado dos veces consecutivas, incluso aminorando el termómetro electoral de sus contrincantes. Pero España ha de volver a votar, si Dios no lo remedia, en unos nuevos comicios navideños, porque quienes se presentan a presidentes del Gobierno quieren gobernar ellos solitos. Yo también lo haría, si pudiera, mas lo diría claramente a la Nación. Le diría algo así: “Españoles, todavía algunos no han cerrado las heridas de la guerra civil. Después de ochenta años –el más largo período de paz de nuestra historia- el fantasma del comunismo asoma su espectro revanchista. Todavía algunos iluminados, pero carentes de la más mínima noción de historia, reclaman separarse del resto de los españoles, pensando que ellos son tan grandes o más que la Madre que les dio el nacer. Todavía algunos, con tal de subir al poder, son capaces de unirse a comunistas y separatistas, siguiendo una equivocada concepción maquiavélica de la política. Y todos ellos contra mí. Pero, como yo soy España, sabed que votarles es de alguna manera vuestro suicidio, y no os veo con muchas ganas de morir antes de tiempo.”
Algo así les diría yo a los españoles, más otras cosas que me guardo como efecto sorpresa. Porque, si no, la sorpresa me la van a dar a mí, es decir, a España. Y ya no estoy para sustos.
Alfonso Gil González