Cuando amamos el ideal,
éste ya empieza a existir.
El corazón es un brasero
que precisa estar siempre encendido.
En el hombre mismo se halla el más profundo antagonismo.
Es imposible que un hombre
sea místico y procaz a un tiempo.
Es una falacia amar lo caduco
y pensar que es imperecedero.
La hipocresía con nosotros mismos
nos lleva a serlo con los demás.
La prudencia es el cortafuegos de las pasiones.
Lo que se opone a nuestros intereses lo llamamos tropelía.
No es lo mismo saber
que ignorar menos.
Se nos caen antes los dientes
que menos trabajan.
Alfonso Gil González