Desde mi celda doméstica
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miércoles, 29 de abril de 2015

AL FINAL DE LOS TIEMPOS

AL FINAL DE LOS TIEMPOS


Acabo de leer, de punta a rabo, el libro de Juan José Gil González, “Al final de los tiempos”, con un indicador subtítulo, “un viaje al futuro”. 265 páginas dedicadas a las profecías bíblicas sobre el final del mundo; tema éste que nunca pasa de moda, porque la locura humana y el miedo a desaparecer son constantes en el devenir de los hombres. Si el mundo ha tenido principio, cosa evidente, ha de tener fin. Al menos, esta forma del ser del mundo. Ni siquiera nosotros, individualmente, somos los mismos de hace un tiempo. No conservamos ni una célula anterior. Todo se renueva y, precisamente, esta renovación, es la motriz de la supervivencia. Supervivencia de la que somos conscientes a través de la memoria, pues nos vamos acordando de cómo éramos antes.
El texto en cuestión consta de 30 capítulos, en cada uno de los cuales el autor, creyente y pastor cristiano, hace sustanciosas reflexiones sobre la experiencia humana, que considero muy válidas como notas de aviso y constatación de la vivencia histórica. No son, sin embargo, capítulos elaborados científicamente, en el sentido teológico-bíblico, aunque estoy seguro que él no participará de esta opinión personal. Sí son una explanación o exégesis de los textos bíblicos citados, vistos desde una óptica escatológica, a pesar de que algunas profecías ya tuvieron su cumplimiento, e incluso se escribieran tras la experiencia vivida por los primeros discípulos de Jesús, como –por ejemplo- la destrucción de Jerusalén y del Templo en la época romana.
El libro, sin duda, es interesante, incluyendo las citas que remite al final del mismo, algunas muy elocuentes. Y se deduce de su lectura el amor a Jesucristo que tiene el autor, así como su deseo de que los lectores, al menos, vivan la vida proyectándola hacia esa segunda venida de Cristo o hacia esa nueva Jerusalén, que supondrán el punto y final de la historia de los hombres. Todo ello, con un lenguaje sencillo y atractivo, como si se tratara de una novela apocalíptica, si bien es verdad que nada más lejos del autor.
Me resulta extraño, no obstante, que las únicas ediciones bíblicas que nombra sean la de “Reina Valera” y la de “Dios habla hoy”. Con ser buenas, hubiera sido más convincente al lector católico  aludir a textos de Biblias católicas. Pero, sin duda, esto no tiene mayor importancia. Sí, en cambio, el que no cite a grandes teólogos y biblistas de su campo evangélico, como, por ejemplo, y sólo como ejemplo, a Dietrich Bonhoefer, Kart Barth, Rudolf Bultmann, etc… respetados, incluso, en las demás iglesias cristianas. Puede que estén incluidos en el término “maestros” que, de vez en cuando, nombra. Por cierto, Juan José Gil debe conocer al eminente biblista Joachim Jeremias. Decía este extraordinario exegeta protestante que hay una cosa que se nos presenta clara: LA CERTEZA DE LA ESCATOLOGÍA QUE SE REALIZA. Que la hora del cumplimiento ha llegado. Que el fuerte está desarmado, las fuerzas del mal tienen que ceder, el médico viene a los enfermos, los leprosos quedan limpios, la gran deuda es perdonada, la oveja perdida es conducida a casa, la puerta de la casa paterna está abierta, los pobres y los mendigos son llamados al banquete, un señor de una bondad muy profunda paga el jornal completo, la gran alegría domina los corazones. Ha comenzado el año de gracia de Dios, pues ha aparecido Aquel cuya oculta majestad centellea tras cada palabra y tras cada parábola: el Salvador.
Por tanto, hermano Juan Pepe, si el tiempo final se inaugura con Jesucristo, su resurrección es la garantía definitiva para esta humanidad, de hoy, de ayer y de siempre, que, a pesar del pecado, de guerras, muertes y cataclismos, camina esperanzada hacia el pleroma de Cristo en los hombres y en el universo todo. Gracias por tu libro.

Alfonso Gil González 

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