Memoria histórica familiar
Abraham Ruiz Jiménez, que ha escrito de todo y que tanto ha influido en la cultura de nuestro pueblo, va desgranando en esta obrita de 80 páginas, que él llama Crónica breve de una familia extensa, los nombres, fechas e hitos biográficos de los suyos. Familiares todos a los que les une, amén de la sangre, la inquietud cultural, la religiosidad y una solidaria caridad. Notas muy específicas, pienso yo, en la persona del autor que, a sus ochenta y tantos años, mira hacia atrás con el recuerdo cariñoso y agradecido a cuantos componen el árbol genealógico familiar, cuyas ramas, extensas dentro y fuera de nuestra geografía, se tornan intensas en frutos humanos. De todos ellos sale alguna fotografía.
Como bien apunta, en el prólogo, el sacerdote Francisco Candel Crespo, citando a un primo suyo, “nadie muere del todo mientras es recordado. Nadie perece totalmente en tanto existan personas que conservan en la memoria el nombre, el rostro, la voz o el gesto cotidiano de quien desapareció del mundo de los vivos”. Pero es el propio Abraham Ruiz Jiménez el que razona su último escrito: “Si he trazado las biografías de tantos cehegineros, si he recordado a sus paisanos las virtudes del obispo Caparrós, la santidad de Maravillas Pidal y Chico de Guzmán, las acciones nobles de los Condes de Campillos y de la Real Piedad, la generosidad de Alvarez Castellanos y de don Amancio Marín de Cuenca… ¿Cómo no voy a recordar a mis familiares y a los de Rosario, mi esposa?”
Abraham se torna poeta al hablar de la Virgen de las Maravillas, “que cuida de sus hijos de Cehegín”, y tiene especial mención a la Ermita de Vejete, donde los nietos han sido bautizados, oratorio familiar y cofre celeste que guarda lágrimas y oraciones preñadas de esperanza: esperanza de eternidad.
Alfonso Gil González