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viernes, 12 de junio de 2015

MISTICISMO CRISTIANO


MISTICISMO CRISTIANO


El "misticismo cristiano" hace referencia a la experiencia humana sobre la realidad divina, última y trascendente, es decir, sobre Dios. Esa es su esencia, y es, por eso, que juega tan importante papel en la historia del Cristianismo.
En los escritos de san Pablo y del evangelista Juan, el "cristo-centrismo" o "cristomisticismo" es fundamental. Así lo hereda la Iglesia Oriental, pasándolo a la occidental en la Edad Media, llegando en los siglos XVI y XVII a su máximo exponente.
El misticismo literario pasa desde los escritos del Nuevo Testamento a las CONFESIONES de san Agustín, a la obra de Dante Alighieri, a la IMITACIÓN DE CRISTO de Tomás de Kempis, a los SERMONES de san Bernardo de Claraval, etc..., agrandando su esfera más allá del Cristianismo. Hay experiencias y literatura místicas en las religiones asiáticas y semíticas. De todo ello tenemos testimonio en las obras del filósofo Henri Bergson.
A su vez, la mística cristiana hunde sus raíces, a través de Jesús de Nazareth, en el profetismo judío, teniendo siempre como telón de fondo el amor de Dios, cuya unión con  se posibilita en la unión con Cristo.
El punto central de la experiencia mística es la contemplación. El ser humano queda como fuera de sí ante la presencia divina. Ya desde el siglo III se defendía el círculo humano-divino: los hombres proceden de Dios y a Él vuelven. Pero los Gnósticos y los Maniqueos no siempre entendieron bien este mensaje.
Sin embargo, se desarrolló una auténtica mística a partir del siglo IV, con san Gregorio de Nisa, si bien la mayor influencia de la teología mística parece partir de Dionisio el Aeropagita, converso de san Pablo en su visita a Atenas. Los monjes sirios generaron toda una tradición mística.
El misticismo occidental, en cambio, pasa a tener su origen, en el siglo IV, Juan Escoto Erígena, influido por  la obra de san Agustín, muerto en el 430. De forma similar, se produce la influencia en el papa san Gregorio el Grande, extensa en los siglos VI y VII.
Más tarde, aparecen las figuras de san Hildegard de Bingen y de san Bernardo (1090-1153), que influyeron poderosamente en la piedad del Medievo, con Ricardo de San Victor (muerto en 1178) y san francisco de Asís (fallecido en 1226). Pero, seguramente, el más profundo de todos los místicos de esa época fue el maestro Eckhart, muerto en 1329.
En el siglo XIV surge un misticismo inglés, que tiene su origen en el culto al Santo Nombre de Jesús, que era devoción popular desde el siglo XII. Y pasa a Italia con santa Catalina de Siena (m. 1380), doctora de la Iglesia desde 1980, y con santa Catalina de Génova (m. 1510).
Pero el más grande florecimiento de la Mística nos viene dado desde España, en plena Contrarreforma, con las figuras de Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia desde 1970, y con san Juan de la Cruz, en el siglo XVI. Ciertamente, no los únicos, pues una pléyade de místicos franciscanos, por ejemplo, fueron gloria y prez de la Orden y de toda la Iglesia, como un san Pedro de Alcántara, un san Pascual Baylón, un Fray Pedro de Osuna, etc...
El conflicto entre la doctrina mística y la autoridad eclesiástica se produce en el siglo XVII, con el Quietismo defendido por Miguel de Molinos y por el arzobispo de Cambrai, Fenelón. Molinos es el autor de LA GUÍA ESPIRITUAL (1675) que tuvo gran popularidad en Italia y en Francia. Este movimiento quietista tuvo su reacción en ese mismo siglo XVII y en el XVIII con los padres jesuítas.
Las tres GRANDES FASES del proceso místico son:
* la Introversión y Purgación por medio de la meditación;
* la Iluminación, con visiones o voces, por medio de la contemplación; y
* la deificación o Matrimonio Espiritual.

Alfonso Gil González


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