La palabra italiana ARIA fue aplicada en el siglo XV a las composiciones a varias voces en las que la línea melódica se repetía estróficamente, pero ya en el siglo XVII fue cuando, surgida la ópera con notable fuerza, recibió este nombre una melodía que, en contraste con los episodios narrativos del recitativo, asumía la tensión afectiva del drama, lo que se llamaba "el recitar cantando".
Dichas "arias" poseían inicialmente una estructura bipartita, aunque su evolución le llevó a adquirir una forma tripartita. Pero con las reformas operísticas de Gluck y, más tarde, de Wagner, el aria afirmó su importancia y fue el verdadero distintivo del espectáculo dramático, aunque en el siglo XX perdiera presencia.
Muchas óperas son recordadas hoy por una sola aria, y que en el siglo XIX los temas melódicos de las arias más famosas fueron recreados instrumentalmente.