Las postrimerías
He elegido esta lámina por el texto que lleva debajo: "En todas tus obras, acuérdate de tus postrimerías y no pecarás", tomado del libro del Eclesiastés 7, 40.
Ya desde niño, esta frase nos resumía todo un tratado de conducta moral.
"Postrimerías" hace referencia a lo que viene "a la postre", al final, y son: Muerte, Juicio, Infierno o Gloria.
También se suelen llamar los "novísimos", término que viene del latín "novus"="nuevo", que no tiene el significado de "por estrenar", sino lo eterno y definitivo. Así, por ejemplo, decimos "Nuevo Testamento", o sea, definitivo. En el Evengelio leemos que Jesús, al instituir la Eucaristía, dice que su sangre es de la alianza nueva y eterna. Ese es el sentido de los Novísimos y Postrimerías.
Igualmente podríamos ir matizando el sentido teológico de "muerte", "juicio", "infierno" y "gloria". Acostumbrados los hombres a movernos en parámetros temporespaciales, corremos el riesgo de llevar a nuestro terreno palabras tan escatológicas como esas, es decir, situaciones que se producen de modo pleno al final -eso significa "eskatós"- de nuestra existencia terrenal. Pero es la teología bíblica quien nos acerca a su sentido o significado. Las cuatro situaciones finales ya se producen en cada uno, de modo incoado, durante la vida. A nadie le es ajeno, bajo el pensamiento cristiano, que hay "cadáveres" ambulantes, toda vez que la muerte es la carencia de la vida, y ya sabemos que la Vida por antonomasia es Dios mismo.
De igual modo, el "juicio" no es el dictamen siempre imperfecto e injusto de los hombres. Dios es el único juez porque Él tiene el poder y el saber en plenitud y, sobre todo, la misericordia y amor que le definen de manera inalienable.
Si la muerte es el pago por el pecado, y eso es "palabra de Dios", indudablemente el "infierno" y el "cielo" son situaciones definitivas del hombre respecto a su vuelta al Padre Dios. Sin duda, en la tierra sí que se viven tiempos y actitudes infernales o celestiales. Pero, tras la muerte, toda la Creación, que "gime con dolores de parto hasta la glorificación de los hijos de Dios", no tiene más destino que Dios mismo, pues Él no puede negarse a sí mismo.
Alfonso Gil