El endemoniado ciego y mudo
Mateo 12, 22-30 y Marcos 3, 22-27 narran este milagro sobre un endemoniado ciego y mudo que le presentaron a Jesús. Lo curó y empezó a hablar y a ver.
Todos quedaron maravillados preguntándose si no sería Jesús el Hijo de David. Pero los fariseos y los escribas que habían bajado desde Jerusalén interpretaron el hecho diciendo que, si arrojaba demonios, era por el poder de Belzebú, príncipe de los demonios.
Jesús, conociendo semejantes pensamientos de los fariseos, les dijo que todo reino que lucha contra sí mismo queda desolado. Y toda ciudad o casa, divididas de igual modo, no pueden mantenerse en pie. Por tanto, si satanás arroja a satanás, éste no puede mantener en pie su imperio.
Ahora bien, les añadió, si Jesús arroja los demonios por el poder de Belzebú, "vuestros hijos ¿con qué poder los expulsan? Por eso, ellos serán vuestros jueces".
Pero si Jesús arroja los demonios por el poder de Dios, entonces es que el reino de Dios os ha llegado. O ¿cómo puede alguien entrar en casa de un hombre fuerte para llevarse sus cosas, si antes no le ata fuertemente? Entonces podrá arrebatarle lo suyo.
Y añadió que quien no está con Él está contra Él, y quien no recoge con Él desparrama.
Así sucede en nuestros días cuando achacamos a cualquier otro poder lo que sólo Dios hace de bien en el ser humano. Los ateos son los más proclives a creer en todo menos en Dios. En realidad, los ateos son politeístas, pues tienen sus diosecillos a quien servir, con tal de no aceptar la razón primera y última de la Creación y de la Providencia.
Alfonso Gil