A MI JOVEN Y ANCIANA MADRE
No hay poesía bastante en este mundo
para hacerte justicia, madre mía.
No hay vida suficiente todavía
que compense la dicha en que me fundo.
ha tiempo que me hallo vagabundo,
tras salir de tu ser en aquel día:
un primero de marzo partiría
hacia el hoy de virtudes infecundo.
Mi pobre poquedad se junta al arte
de decirte con versos cualquier cosa,
de tu amor inspirados en la llama.
Todo yo se me agolpa a saludarte,
y conmigo mis hijos y mi esposa.
Materno corazón, filial reclama.
Alfonso Gil González
Madrid, julio 1991