Conciertos mozartianos
Buena perspectiva musical en los inicios del año 1996.
Olga Borodina, mezzo-soprano, era la estrella en el Auditorio Nacional de Música.
El CD de este enero estaba dedicado a los Conciertos para trompa y orquesta de Mozart. Concretamente, el KV 412, el KV 417, el KV 447 y el KV 495. Ello daba pie a que se escribiera sobre un Mozart que había imaginado un teatro diferente, y a que, una vez más, se le reconociera como genio absoluto. Figura impensable sin la educación de su padre Leopold, la colaboración de su hermana María Anna y el cálido amor de de su madre Anna María Perti.
El mundo de la música habló de la música contemporánea, rica y diversa, que el tiempo se encargaría de darle un protagonismo en la historia. Ésta, había introducido términos como "atonalidad", "bitonalidad", "Disonancia", "dodecafominsmo", "Indeterminación", "minimalismo", "neoclasicismo" y "serialismo integral".
Se recordaba la personalidad centenaria de Eduard Toldrà, que fue algo más que un catalán universal. Jaude Radigales lo definía como "músico, maestro, amigo fiel, buen compañero y excelente cristiano".
"El sonido más humano salido de una caja de madera" era el violonchelo. Este año, 1996, era 50º aniversario del nacimiento de Jacqueline Du Pré, y la vuelta del genial Mstislav Rostropovich. Con él eran 14 los más grandes violonchelistas del siglo XX, desde Pau Casals hasta el británico Steven Isserlis. La discografía sobre el violonchelo respondía a las cuatro formas de ser tocado: solo, acompañado, en concierto y con orquesta. Y, naturalmente, había que detenerse en el violonchelista español Jordi Savall, que, con su esposa Monserrat Figueras, portaba la magia musical y la posibilidad de comunicarla.
Entre las grandes voces, destacaba la mezzo-soprano Elena Obraztsova, de quien dijo Karajan que era la voz más bella del mundo.
Alfonso Gil González
Conciertos para trompa, de Mozart
Olga Borodina en "Sansón y Dalila"
Vistas al mar, de Toldrá
Savall en el Festival de Maguelone
Elena Obraztsova en la Gala 2014