LOS PRIMEROS ESCRITORES CRISTIANOS
Tanto el anuncio del Evangelio como la explicación posterior de esta “buena noticia” se realizan, en los orígenes de la Iglesia, de forma oral Pero llega un momento en que las comunidades cristianas ven la necesidad de fijar por escrito los fundamentos de su fe.
El primer paso en ese proceso lo constituyen los escritos del Nuevo Testamento, sobre todo los cuatro evangelios. En la época posterior a los escritos del Nuevo Testamento, las comunidades cristianas siguen reflexionando sobre su fe para afrontar las circunstancias históricas. De esta reflexión sobre la fe y de su confrontación con la cultura ambiental, tanto judía como grecorromana, surgen dos nuevos grupos de escritos: unos orientados hacia la vida interna de la Iglesia, para definir la identidad de la fe cristiana e iluminar problemas que surgen en las comunidades. A los autores de esos escritos se les llama PADRES APOSTÓLICOS. Y otros escritos están dirigidos más hacia la cultura exterior a la Iglesia, para defender al cristianismo de las objeciones de los filósofos y de algunos sectores de pueblo. A los autores de esos escritos se les llama APOLOGETAS. Veamos:
· Los Padres Apostólicos, entre los siglos I y II, constituyen el eslabón entre el Nuevo Testamento y las primeras obras apologéticas y teológicas de los siglos II y III. Algunos autores son conocidos, pero otros permanecen en el anonimato, aunque podemos deducir que se trata de grandes personajes de la Iglesia primitiva que habían conocido la vida y enseñanza de los Apóstoles.
· Los Apologetas, como apunto más arriba, son un grupo de escritores cristianos que se ven en la necesidad de justificar o defender el cristianismo frente a los ataques de los filósofos o ante la desviación de las herejías. Necesitan emplear un lenguaje que resulte comprensible para sus destinatarios y, por tanto, tratan de expresar el mensaje cristiano a través de la cultura que les rodea. Los Apologetas más conocidos son: san Justino –con su obra “Diálogo con el judío Trifón”-, Tertuliano –con su obra “Apología contra los gentiles”-, y otros como Teófilo y Atenágoras. Habría que añadir el “Discurso a Diogneto”, que es una vibrante defensa del cristianismo ante las preguntas del pagano Diogneto. Desconocemos a su autor.
Alfonso Gil González