Desde mi celda doméstica
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miércoles, 5 de agosto de 2015

VIDA DE ORACIÓN (Cap. 6)

ORACIÓN DE UNIÓN Y ÉXTASIS

Estamos ya en el Séptimo Grado de Oración.
Es en este grado en que todas las potencias interiores están cautivas u ocupadas en Dios, porque hay una ausencia total de distracciones y la certeza absoluta de haber estado unida el alma con Dios. Además, hay total ausencia de cansancio.
Por otro lado, esta "oración de unión" produce un deseo inmenso de alabar al Señor, con ansia de padecer por Él grandes trabajos de apostolado, al tiempo de buscar con ansia la conversión y soledad. Y se producen lo que los maestros del espíritu llaman los "toques místicos", que son una especie de impresión sobrenatural casi instantánea, que le da al alma la sensación de haber sido tocada por el mismo Dios.
Añádese a ello los "ímpetus", fortísimos e inesperados de amor divino, que dejan al alma con hambre y sed de amor, más lo que dice san Juan de la Cruz, es decir, las "heridas de amor", que son como escondidos toques amorosos que, a manera de saeta de fuego, hieren y traspasan el alma y la dejan toda cauterizada con fuego de amor. Es el mismo san Juan de la Cruz quien habla de las "llagas de amor", que hacen más asiento en el alma que las propias heridas, sintiéndose llagada de amor verdaderamente.



Se entra. así, en el Octavo Grado de Oración o "desposorio espiritual", con éxtasis que, según san Agustín, es la enajenación de la mente y sentidos corporales para que el espíritu del hombre, arrebatado por el divino, pueda captar e intuir lo que Dios le comunica. Esto supone dos elementos: la elevación del alma a Dios y el aislamiento del mundo sensible.
El Espíritu Santo es la causa eficiente del éxtasis verdadero, a través de la contemplación, y a causa de la flaqueza natural del ser humano. El éxtasis no pretende otra cosa que la santificación del alma.
No debe confundirse el verdadero éxtasis con el desvanecimiento natural, ni con el sonambulismo espontáneo, ni con la hipnosis, y mucho menos con la histeria.
Un buen maestro del espíritu ayuda a discernir el oro del oropel. 

Alfonso Gil González

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