Desde mi celda doméstica
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viernes, 11 de septiembre de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capítulo Septuagesimonono)


Capítulo LXXIX


Otros quehaceres: el viaje a Mataró

Desde 1998, mi padre Alfonso estaba dedicado totalmente a llevar a buen puerto la Junta Central de Cofradías. Imposible reflejar aquí lo que ello suponía para él cada día. Pero, además, como sus preocupaciones sacerdotales eran varias, atendía muy especialmente a aquellos sacerdotes casados que le visitaban, cual es el caso del día 8 de mayo de 2002, en que vino a verle un tal Víctor Manuel López, que, a su vez, era amigo, también, del Hermano Pablo de Sevilla. El referido cura casado estaba animado con la puesta en marcha de una plataforma ecuménica con base en Murcia. Sería a final de este mes, cuando mi padre mantendría un interesante coloquio con el Hermano Pablo sobre la posibilidad de colaboración con la iglesia ortodoxa de la que éste era protopresbítero. Esa conversación se mantendría en el mes siguiente.
Ese mismo día, mi padre acompañaba a uno de sus hijos al Hospital de Caravaca. Escribe en su diario: ¡Todo está en tus manos, Señor! Nuestra ignorancia es el gran abismo en el que nos perdemos, si no fuera por tu bondad y misericordia.
Lo que no sé es por qué, el 15, anota que el Real Madrid ganaba la Copa de Europa, y que hubo un enfrentamiento entre los “ultras” y la policía, que deslució el fervor de los que fueran a celebrar el triunfo alrededor de la Fuente de Cibeles. Más propio de él, sin embargo, es escribir en su agenda que, el 18 de mayo, asistiría a la profesión religiosa, como clarisa, de María Ángeles Bolívar Giménez, que resultó ser una ceremonia sencilla y entrañable en la capilla del monasterio de Hellín. Presidió la Eucaristía el P. Pedro Calvo, superior de la comunidad franciscana hellinera, hoy inexistente. Tres días después, volvería al mismo lugar para asistir a la renovación temporal de los Votos de nuestra amiga Paqui. Se celebró una Eucaristía cantada por tres jóvenes mexicanos que estaban de paso.
El domingo, 26, Silvestre del Amor le entrega el Estatuto-Marco de los Cabildos de cofradías, para que le diera una revisión definitiva que fuera válida a la Diócesis. Mas, antes, por la mañana, nos había llevado a unas amigas y a mí, a cantar en la Ermita de San Isidro, de la aldea de Doña Inés, en la Misa de las Primeras Comuniones.
Ya en el mes de junio de 2002, papá asistía, junto a otros miembros de la Semana Santa, a la clausura de las jornadas calasparreñas correspondientes al ejercicio 2001-2002. Tras desayunar todos los participantes, visitó con ellos diversos museos e iglesias, y marchó a comer en los alrededores del Santuario de la Virgen de la Esperanza, patrona de Calasparra. Hubo Misa, después, en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, tras la cual cada uno regreso a su pueblo.
El 14 de junio, acompañando a la directiva de la cofradía de la Preciosísima Sangre, va a Murcia, en cuyo taller de Verónicas estaba restaurándose la imagen de la Virgen de las Angustias, de Roque López. Se les pidió que confirmaran que iban a hacer una restauración a fondo. Volvería a la capital, al día siguiente, para unirse a los que habían bajado de la Parroquia Nuestra madre del Dolor, de Madrid, que estaban en Murcia para ver la Exposición Huellas. Con ellos comió, tras saludar al obispo de la Diócesis, Manuel Ureña Pastor.
El 22 de junio, mucho antes del amanecer, salía en autobús, con el Coro “Ciudad de Cehegín” y con la “Sociedad Musical de Cehegín”, hacia la ciudad catalana de Mataró, donde intervino en un magno Concierto, en el Teatro Monumental, invitados por la Asociación Murciana “Virgen de las Maravillas”, que les recibió, les dio de desayunar y les hospedó en el Hotel Santa Fe de Calella. Les premió por medio de su alcalde, y les ofreció una extraordinaria Cena en un restaurante de lujo, a las afueras de Mataró. El motivo era participar en la VI Semana Cultural Murciana, y el programa musical contenía obras de Bretón, Guerrero, Moreno Torroba, Verdi, Carl Orff, Bizet, Fernández Caballero y Francisco Alonso. Un total de trece obras de lo más selecto. Al día siguiente, regresaría con todos y por el mismo medio a su pueblo de Cehegín. Dos días más tarde, en el salón de Cajamurcia, escuchaba el recital de piano que dio su amigo Antonio Agustín González Hidalgo, con partituras de Mozart, Mendelssohn, Falla y Ligeti.
Junio de 2002 se cerraba con la visita, desde Madrid, de su cuñado Gonzalo, que pasó todo un día completo con nosotros.




Idas y venidas

En julio de 2002 le llamaba un antiguo compañero en las tareas de Ogarde y del Centro Bíblico Católico de Madrid. El padre Alfonso escribía en su diario: Señor, tiene esclerosis progresiva múltiple, según dice. ¡Échale una mano! 
Otro día, recibe la visita de unos amigos de Madrid, que estaban veraneando en La Manga: Beatriz, su madre Pepi, el novio y la madre de éste. Comieron con nosotros en casa y, luego, les enseñó Cehegín y Caravaca.
El 10, se emitió por TVE-2 un debate sobre la Iglesia del siglo XXI. Mi padre lo siguió con mucha atención, y comentó: Es una pena que a temas tan variados e importantes se le dé un tiempo total de hora y media.
De cara a la Semana Santa de 2003, envía una carta al Almirante de la Base Naval de Cartagena. Días después, recibiría carta del almirante Salgueiro, indicándole que, por cese en el cargo, debería mi padre  solicitar audiencia al próximo al Jefe de la Zona Marítima del Mediterráneo.
Leemos en su agenda del 22 de julio: Es bueno dejar unos días de escribir para ver si me acuerdo de lo sucedido. De todas formas, no es tan importante anotar cosas que pasan como el reflejar sentimientos.
Aprovechaba mi padre las vacaciones estivales para intensificar la lectura. En esta ocasión, releyó el doble diario de ABC sobre la Guerra Civil de 1936-1939, fijándose en el aspecto religioso de aquel dramático encuentro entre los españoles. Aunque hubo cristianos en una y otra parte de la contienda, quedaba bien definido que los “nacionales” no se avergonzaban de su fe, y los llamados “rojos” representaban de algún modo a los “sin Dios”. Y, al entender de papá, eso fue decisivo para el fracaso de éstos y el triunfo de aquellos.
El 25, escribe: Me asombra el paso del tiempo. Pienso que esta vida es muy corta, demasiado corta. Apenas da tiempo para aprender a ser persona humana. Aunque yo te doy las gracias, Señor, por haberte conocido y tener conciencia de que Te pertenezco. 
Julio se cerraba con el fallecimiento de Antonio González Giménez, padre de su amigo “Motolite”, cuyas exequias se celebraron en la iglesia de la Concepción. La viuda, Rafaela, que había perdido totalmente la memoria, cantaba en su casa todo tipo de canciones, no llegando a entender lo que había sucedido con su esposo, de 85 años. En el funeral de los ocho días, hubo un gentío inmenso, pues los “Motolite” son muy conocidos y estimados en Cehegín a causa de su prestigiosa confitería.
El 8 de agosto, viajaría con mi madre hasta Alicante, para asistir, igualmente, a la Misa de “corpore insepulto” y posterior entierro de su amigo Emilio Torrent, que pertenecía al grupo de matrimonios que el padre Alfonso cuidaba en su época alicantina. Aprovechó, luego, para visitar la tienda de Manolo y Antoñita, y para saludar al parte del resto del grupo: Vicente Taza, Leopoldo y Paquita, Ovidio y esposa… 
El 11, domingo, me llevó con el Coro de San Antonio a la aldea de El Escobar, para cantar la Misa de la Fiesta en honor de su Patrona, la Virgen de las Nieves. Dos días antes, habían elegido los lugareños a su “reina de las fiestas”. Concurso de truque, migas, castillo artificial, diana florida, refrescos, carrera de cintas y traca, eran los componentes externos de unas fiestas religiosas centradas en la Misa, en la visita de la Virgen a los cortijos de la periferia y la Procesión con las tradicionales pujas en las distintas casas.
El 13 de agosto invitaron a papá a asistir a uno de los Plenos del Ayuntamiento de su pueblo. Los del PP se salieron en medio del mismo y, al terminar, el presidente de ese partido y el del PSOE se increparon mutuamente, dando un espectáculo bochornoso, impropio de personas civilizadas. No era la primera vez que mi padre iba a los plenos del Ayuntamiento. Le solían invitar. Aún siguen invitándole, pero no suele ir por falta de tiempo y porque sabe que, a veces, discuten y exponen de cara a la galería televisiva, pues los medio de comunicación suelen emitirlos en directo y en diferido. De modo que más bien parece un espectáculo. Mi padre suele huir de lo espectacular. Aunque extrovertido por naturaleza, tiende al recogimiento y al silencio. Eso le permite centrarse mucho más e inspirarse para la composición poética.
Con motivo de las Fiestas de Canara, aldea de Cehegín, vio la Procesión de subida de la Virgen a su Santuario. Y allí, después de cuarenta años, saludó a un amigo de la infancia, llamado Damián, que vivía en Mataró.
Agosto se cerraba con estas enigmáticas palabras de mi padre en su diario: ¡Hay que echarle una mano al P. Alfonso y a tantos otros… No es posible el olvido y abandono en que se hallan, con evidente daño para sí y para la comunidad cristiana! Y se acercaba al monasterio de Clarisas de Hellín, donde hizo sus bodas de plata sor Rosario Lozano, a quien ayudó a hacerse monja.

Para alabanza de Cristo. Amén. 

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