Capítulo LXXXII
Visita papal
El 3 de mayo, con motivo de la quinta visita a España del papa Juan Pablo II, estuvo todo el día pendiente de la televisión, grabando los dos acontecimientos del día: su llegada, por la mañana, y su encuentro, por la tarde, con la juventud. Y, al día siguiente, las canonizaciones y la despedida en el Aeropuerto de Barajas –hoy, Adolfo Suárez- de Madrid.
Inicia, el 6, un Cursillo Prematrimonial en la Parroquia de San Antonio de Padua. Y, el 10, asistía y participaba, en Moratalla, a un acto cultural organizado por la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de aquel pueblo. En el Teatro Trieta dio una charla sobre la Semana Santa, y la cofradía le obsequió con una placa conmemorativa, que aún está por casa. De regreso a Cehegín, participó en el rezo del santo rosario, organizado por la Hermandad del Rocío, de Murcia, que pernoctó en el Parque de Ginés el Ciego, camino de Caravaca de la Cruz. Pero, el 12, escribe en su diario: No vienen mal los espacios en blanco. No es importante dejar algo para la posteridad, sino algo que sea bueno para construirla.
El 17, asiste en Hellín a la profesión solemne de Sor Francisca de Jesús Tarancón Caballero, religiosa clarisa, ante el Padre Provincial franciscano, Francisco Oliver, un curso menor que mi padre en el Colegio Seráfico. Estaba enmarcada en el 750 aniversario de la muerte de Santa Clara (1253-2003). En estos días, además, mi padre aprovechó para retomar la lectura de la Mística Ciudad de Dios, de de la Madre Ágreda.
El 25 de mayo, domingo, se celebraron en España las Elecciones Municipales y Autonómicas. En Cehegín y en la Región de Murcia, ganó el Partido Popular. Durante los años en que vivió en Cehegín, papá votaba en el Colegio “Conde de Campillos” A-1.
Por este tiempo, había publicado un artículo en el periódico comarcal, titulado El perdón de las ofensas. Era una curiosa y galante respuesta a otro anterior, que un socialista había hecho publicar en el mismo rotativo. Mi padre concluía así: Y, puesto a perdonar, te perdono hasta las faltas de ortografía. El tema quedó definitivamente zanjado. Pero mayo de 2003 se cerraría con una intervención suya en un proceso injurioso hacia un sacerdote; intervención que cortó de raíz toda posterior difamación del pobre cura. Llegó a oídos del obispo la decisión tajante de mi padre, y lo felicitó por haber evitado que un joven sin escrúpulos dijera barbaridades calumniosas hacia su párroco.
Entre tanto, el Instituto Superior San Pío X, de Madrid, le cursaba una invitación, como profesor que fue del mismo, para que participara en las celebraciones de los XXV años de estancia en Madrid. Era un encuentro para revivir tiempos pasados y contarse sus experiencias. Papá les envió su experiencia por escrito, pues no podía subir a la capital de España.
El 4 de junio, recibía carta de las carmelitas de Altea, comunicándole el fallecimiento de sor Isabel Moreno Izquierdo, pues papá –el padre Alfonso- le había ayudado a ingresar en el Carmelo de Manises, allá por la década de los 70 del pasado siglo. Llegó a tener fama de santidad la tal monjita, quien tenía una confianza ilimitada en el padre Alfonso, del que decía que su mirada era la de Cristo. Él no podría asistir a las exequias de la monja maestra, pues, el 7, marcharía con el Coro hasta San Sebastián de los Reyes (Madrid), deteniéndose a comer en el restaurante Juanito de La Roda (Albacete). Al llegar, quedó instalado en el hotel Zenit, de donde se acercó a la Casa de la Música para preparar voces y ensayar un poco. El concierto lo dieron en la Iglesia de Nuestra Señora de la Vid, actuando con otras corales a las que superaron en variedad y afinación, y cenaron todos juntos a las afueras de la dicha población madrileña. Se aprovechó el viaje para visitar Madrid, comiendo en el restaurante Avanty de la calle Goya, y cantando a los camareros.
Ya en Cehegín, asiste, el 13, y participa en los actos conmemorativos de los 25 años de la Parroquia de San Antonio de Padua, en que yo canté. Al día siguiente, asistía a la toma de posesión del nuevo alcalde, José Soria García, en el salón de plenos del Ayuntamiento ceheginero.
El 21, acude al concierto de “final de curso” de la escuela de Música, y a la posterior cena en el Bar “Camino Verde”. Es por estos días cuando papá lee el libro La guerra del general Escobar, que le impresionó hondamente. Se había propuesto leer un libro diario en este verano de 2003.
El 26, va a Hellín, visita a las Clarisas, les lleva la traducción interconfesional de la Biblia, reza con ellas las Vísperas del Sagrado Corazón y regresa a su pueblo.
Bodas y viajes de estío
Efectivamente, el 6 de julio de 2003, va a Rafal, cerca de Orihuela, para asistir a la boda de Pedro, hijo de Fulgencia, casada en segunda nupcias con Juan Diego Ortín García. De ellos hablé en capítulos anteriores. El 7, marcha a Madrid para hablar con el teniente coronel Abel Moreno, compositor famoso de marchas de procesión, que aceptaría ser el pregonero de la Semana Santa de Cehegín 2004. Con él comió, y con el brigada Domínguez, en un restaurante próximo a la Escuela Militar de Música, de Aluche. El 12, nos llevó con su coche –una furgoneta NISSAN- a un grupo de jóvenes de la Parroquia de San Antonio a Mazarrón, para participar en unas convivencias. Nos recogería al día siguiente, comiendo todos en el restaurante del Zig-Zag de Murcia. El 20, acudió a la ordenación sacerdotal de nuestro amigo Ismael Sánchez Gómez, en la Ribera de Molina. Fue con el párroco Don Vicente y con Juanjo Gómez y su esposa Juana Mari. La ordenación tuvo lugar en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, y el ordenante fue el obispo Ureña Pastor.
El 24, asiste a la Eucaristía que se celebró en la calle Cantarería Vieja 35, y posterior traslado de San Antonio a su iglesia parroquial, en cuyo salón hizo una semblanza del santo. Dos días después, acudió, en la iglesia del Salvador de Caravaca, a la boda de su sobrina María Pilar y su novio Luis. El banquete tuvo lugar en el restaurante Don Pedro, de la misma ciudad. Al día siguiente, invitado por el presidente de la cofradía de la Preciosísima Sangre, acudió a la boda, en la Iglesia de la Concepción, de Cehegín, de su hijo Paco y su novia Paqui. La Misa estuvo concelebrada por cuatro sacerdotes del pueblo. Después, el banquete se celebró en el restaurante La Muleta.
El calor de este verano se tornó bastante agobiante. La casa del molino de la huerta era nuestro refugio. De modo que allí bajábamos casi a diario. Allí seguía atendiendo a la gente y a sus compromisos con Betania y la Junta Central de Cofradías. Y se trasladaría hasta Calasparra para preparar su Día del Nazareno 2004.
El 10 de agosto de 2003, asiste, en el Pleno Extraordinario del Ayuntamiento de Cehegín, a la ratificación del nombramiento, 50 años antes, de la Virgen de las Maravillas como Alcaldesa de la ciudad. Hizo de secretario accidental Rufino Ruiz Cuadrado, tesorero por entonces de la Junta de Cofradías. El 15, en cambio, acude a la aldea de Canara para escuchar el pregón de sus fiestas patronales, pronunciado por su amigo de la infancia Francisco Ciudad de Maya, y al espectáculo del humorista Arévalo y su Compañía.
El 23 de agosto, su hijo mayor nos dio un buen susto. Después de comer, se sintió mal, devolvió la comida, y un fuerte dolor de cabeza obligó a papá a llevarlo a Urgencias, de donde le enviaron al Hospital de Caravaca y, de allí, al de La Arrixaca de Murcia. Después volvió al de Caravaca, quedando en observación hasta la mañana del día siguiente. El 25, lo volvió a llevar a Murcia, para hacerle una resonancia magnética, que se la repitieron, el 28, en el Hospital de San Carlos, también en Murcia. Todo quedó, como digo, en un susto.
Agosto se cerraría con la Feria del Comercio de Cehegín que, durante los días 30 y 31 estuvo expuesta en el Parque Juan Carlos I. De haber coincidido el número de su papeleta con el extraído en el sorteo allí celebrado, le hubiese tocado un jamón y dos estuches de vino. Pero la suerte del padre Alfonso jamás estuvo a merced de sorteo o rifa alguna en su vida, sino que toda ésta la tenía asegurada en el Señor, y de ahí se derivaba la felicidad que nunca le vimos perder, y que le impulsaba a ayudarnos a nosotros y a los demás con sus acertados consejos.
Por todo este tiempo aún era el responsable en Cehegín de lo que se publicaba en el periódico El Noroeste. Sus escritos, conservados en casa, eran un testimonio permanente de civismo y de pública confesión de fe, amén de ilustrar al lector con refinada cultura musical y teológica. Las columnas del semanario eran para él como el púlpito desde el que predicaba, enseñaba, corregía y educaba a un público que, eso precisamente, era lo que esperaba de él.
En alabanza de Cristo. Amén.