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martes, 19 de abril de 2016

HISTORIA DE LA IGLESIA... 20

EL CASO GALILEO


La iglesia, que se había fortalecido tras la aplicación del concilio de Trento, tuvo que enfrentarse, en la etapa siguiente, a problemas y situaciones nuevas. Uno de los primeros conflictos surge como consecuencia de la aparición de la nueva ciencia que revolucionaría la concepción tradicional del cosmos.
En el período transcurrido desde 1543, fecha en la que Copérnico publicaba Las revoluciones de las órbitas celestes, hasta 1678, en que apareció la obra de Newton Principios matemáticos, la ciencia moderna establecía sus principales bases.
La nueva ciencia suponía un avance y un cambio respecto a las concepciones antiguas del mundo o cosmovisiones basadas en la filosofía de Aristóteles, que se venían considerando incambiables. La Iglesia había aceptado también la cosmovisión antigua, según la cual la tierra era el centro del inmóvil cosmos y todos los demás astros giraban en torno a ella, geocentrismo.
Pero Nicolás Copérnico (1473-1543) era un canónigo polaco de cultura universal, que combatió ese geocentrismo y expuso científicamente una nueva teoría astronómica, según la cual el sol era el centro del sistema y los planetas giraban en círculos concéntricos alrededor de él, heliocentrismo. Esa teoría se publicaba cautelosamente unos meses antes de morir su autor que, por tanto, no puedo ser perseguido. Cuando, medio siglo más tarde, Giordano Bruno, antiguo dominico acusado de hereje, defendiera también el heliocentrismo, sería condenado a la higuera por el Santo Oficio.
Galileo Galilei (1564-1643) era físico, matemático y astrónomo italiano, que defendía y ampliaba el heliocentrismo de Copérnico en su célebre obra Diálogos sobre los dos mayores sistemas del Universo, estaba totalmente convencido de que el heliocentrismo era científicamente correcto, mientras que el geocentrismo aristotélico era erróneo. Galileo pretendía, además, mostrar que había incompatibilidad entre el mensaje revelado y los nuevos descubrimientos científicos.
Los científicos de línea aristotélica y el Magisterio eclesiástico no supieron aceptar el planteamiento de Galileo, pues ellos contemplaban como un todo la cosmovisión de Aristóteles y la revelación cristiana. De modo que el Santo Oficio obligaría a Galileo a que reconociera públicamente que estaba en un error y le condenó a vivir recluido bajo vigilancia  oficial. La historia subsanaría el fallo eclesiástico, para vergüenza de la jerarquía ignorante.

Alfonso Gil González

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