Desde mi celda doméstica
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miércoles, 27 de mayo de 2015

SONETOS PARA LA IMITACIÓN DE CRISTO (Libro Tercero)



Libro Tercero


59 sonetos 59
sobre
la
Consolación
Interior









Oír al Señor


Oirás lo que el Señor en ti dijere, 
de su boca escuchando las palabras.
Ventanas de tus ojos no las abras 
por que nada exterior a ti viniere.

Cierra, pues, de tu cuerpo los sentidos
por los cuales el mundo se te adentra.
Cerrada toda puerta, el alma centra,
teniéndole a Jesús prestos oídos.

“Yo soy la salvación”, dice tu Amado,
“Yo soy la paz y vida verdaderas”.
Que todo lo demás no te seduzca.

Permanece en mi Paz fortificado, 
que, fuera de mi Amor, no hay asideras
con que el Padre a su Casa te conduzca.








Háblame, Señor



Me hable al corazón tu sola boca.
No le hablen las leyes ni los ritos, 
que todos por igual me son malditos, 
si los sigue la mente como loca.

Me hable la Palabra que convoca 
al Amor en que viven los benditos, 
aquellos que en el Tuyo se hallan sitos, 
y la envidia del mundo así provoca.

Háblame, pues, Señor, directamente, 
cual Pastor que a su oveja bien conoce; 
que harto sé la voz de los extraños.

No quiero se me pasen más los años, 
ni los meses, ni días, sin el goce 
de escuchar tu Palabra internamente.






Escucha, hijo mío


Escucha, hijo mío, la enseñanza 
que antaño instruyó a los profetas 
y guías de mi Pueblo, no veletas; 
los nombré para darles esperanza.

No tengas de otras ciencias añoranza, 
ni el error de acogerlas tú cometas. 
Bastará que a mi Verbo te sometas 
para hallarte seguro, sin mudanza.

Dichoso aquel, Señor, a quien enseñas, 
poniendo de tu ley bajo el abrigo 
de terrenal zozobra consolado.

Feliz aquel, Señor, si Tú te empeñas, 
de los días aciagos del peligro 
salvarle cual se hace al bien amado.








Camina en mi presencia


Camina en mi presencia con pureza, 
con verdad en tus hondas intenciones. 
No temas de malignas incursiones 
si has el corazón en la simpleza.

Andan muchos, aún, en la vileza 
de mezclar con sus vanas devociones 
la falsa detracción, las oraciones 
y ritos de falaz naturaleza.

De tanto me rezar Yo no me fío. 
Sus palabras me son como pavesas, 
lucecitas que brillan débilmente.

Es cierto cuanto dices, Señor mío. 
Me enseñe tu verdad lo que deseas 
y guárdame hasta el fin humildemente.








Amarte sólo a Ti


Más me libran de males tus consuelos 
que el esfuerzo que en ellos deposito. 
Tan sólo tu visita necesito, 
para a Ti dedicarte mis desvelos.

No se duerme el amor por mucho sueño, 
ni se agota al sentirse fatigado: 
oprimido estará, que no angustiado, 
seguro siempre de saberse dueño.

Ensancha, pues, Señor, mi noble empeño 
de amarte sólo a Ti, crucificado, 
y en tu herida cordial hallarme sito.

Tu cruz es para mí faro porteño, 
do quiero me conduzca transportado 
el ansia de mirarte de hito en hito.








Prueba de amor

Es prueba del amor viril, sincero, 
la pronta decisión en el combate, 
no dar al enemigo el acicate 
de mostrar su atractivo pasajero.

Optar por el Amado, lo primero.
A todo lo demás dar jaque mate.
No tener otro apego que delate 
voluble corazón y embustero.

No ha mi corazón más enemigo 
que a sí mismo, cobarde y orgulloso, 
bajo capa de humilde camuflado.

Más tampoco a ninguno por amigo. 
Que nada como Tú hay más hermoso 
que pueda convertirme enamorado.









Andar en humildad


Andar en humildad es cosa cierta, 
segura, inexpugnable, seductora. 
La humildad es afable embajadora 
que acaba en buena paz cualquier reyerta.

En cambio, la soberbia desconcierta, 
insegura, pugnable, turbadora, 
de los vicios la más madrugadora 
que a todos los violentos les despierta.

Dichosa Le dirá el orbe entero 
a la humilde Doncella nazarena 
que quiso se escoger lugar postrero.

¡Bendita la mujer de gracia llena! 
Si quieres avanzar, sigue el sendero 
estrecho, indicador de vida plena.








Nada sin Ti


¿Acaso puedo a Ti mi voz alzarte, 
cubierto como estoy de polvo y nada? 
Oh Padre de Bondad, tu mano amada 
dirígela hacia mí para besarte.

Si lejos te perdí, el encontrarte 
fue obra de tu amor de madrugada. 
Cual Pedro te negué, y tu mirada 
me invitaba de nuevo a confesarte.

¡Qué duro es vagar por esta vida 
pensando que no estás, andando, solo, 
caminos de ignorada encrucijada!

¡Qué dulce es el saber que mi partida, 
tras buscarte del uno al otro polo, 
de siempre por tu amor era esperada! 








Fuente de todo bien


Si mana de mi Ser cualquier criatura, 
y otro bien no hay fuera del Mío. 
Si todo cuanto soy te lo confío, 
y gozas de mi Gracia la dulzura.

Si de todas las aguas la más pura 
de mi fuente la bebes en tu estío. 
Si otro proceder resulta impío, 
pues lo es de su gusto la amargura…

No trates de buscarte en cosa alguna, 
que lánguido te truecas y sin fruto, 
tratando de arrogarte bien alguno.

Que, sin Mí, no hallarás otra fortuna,
 quedándose tu árbol tan enjuto, 
que sólo su talar será oportuno.








Ofrenda de mí


No debe parecerme demasiado 
esta ofrenda de darme en que convengo, 
pues todo tuyo soy, y lo que tengo 
tuyo es, pues lo dísteme prestado.

Ojalá yo pudiera, anonadado, 
servirte cual exige tu abolengo, 
que mi ser de tu Ser, oh tiempo luengo, 
con señas de tu amor quedó marcado.

Los cielos y la tierra que creaste, 
testigos de los días de mi vida, 
proclaman la bondad que en mí usaste.

Mas, colmo de tu don fue la venida 
del Verbo, que en tus hijos revelaste, 
por dárseme después como comida.








Diversos deseos

No debieras seguir a pies juntillas 
primerizos deseos de tu mente, 
que no todos los son de aquella Fuente 
do manan las delicias más sencillas.

Otros hay que nos brotan de rencillas 
con ansias de vivirse locamente. 
No son ellos tampoco ese puente 
que une a los que están en dos orillas.

Alimenta deseos eternales: 
divinas resonancias en el alma 
de hijos del Espíritu nacidos.

No dejes que los otros, tan mortales, 
del tesoro cordial roben tu calma. 
Tenlos -¡ay!- de antemano bien vencidos.









Paciencia y lucha


Se rebela la carne apasionada 
del efímero goce conseguido: 
se trueca en sinsabor lo conseguido; 
y ella, con angustia y engañada.

Es preciso tener otra mirada. 
Cual humo, el placer desvanecido 
debe hacerte pensar que no ha valido 
la pena de alcanzar lo que no es nada.

Comprenda yo, Señor, que la paciencia, 
necesaria virtud para alcanzarte, 
con éxito reclama tus amores.

Que si lucha y dolor es la existencia, 
entiendo de tu amor ese empeñarte 
en llevar con tu cruz los mis dolores.








Someterse a Dios


No hay rastro de su vuelo tras el ave, 
ni huella tras saeta disparada, 
ni espuma tras tormenta desatada, 
ni estela tras el surco de la nave.

Tal el rastro del hombre que no sabe, 
la huella de una acción desventurada, 
la espuma de su orgullo aparentada, 
la estela de un orar que a Dios no alabe.

Mas todo se hallará en consistencia 
si tu ego, soberbio y altanero, 
lo sometes de Dios a la obediencia.

No eres más por tener o por primero. 
Del hombre la suprema inteligencia 
es hacer el oficio de humildero.








Cayeron las estrellas


Cayeron las estrellas de los cielos 
al son de las trompetas de querubes. 
Tú bajaste, Señor, entre las nubes, 
quedándose los hombres como hielos.

Nada puro lo es en tu presencia, 
nada hay que, a tu voz, se halle estable, 
ni criatura que de tu amor no hable, 
ni nada que de Ti no tome esencia.

Mas Tú no me das miedo, Cristo amado, 
que mandas que perdone tantas veces 
cuantas ser quiera el otro perdonado.

La sangre de tu cruz suple con creces 
la que el odio humanal ha derramado. 
Atiende con bondad estas mis preces.








Aquí estoy, Señor


Conforme a tu querer todo suceda, 
oh Padre de bondad, saber arcano 
cuyo Espíritu prestas al humano 
que apenas de tu amor amar remeda.

Da vueltas y revueltas, cual proceda 
la sabia dirección de esa tu mano: 
hoy, estando aquí; ayer, lejano, 
mas siempre a tu verdad el alma queda.

Aquí estoy, Señor, dispón mi vida. 
Concédeme querer y obrar contigo. 
Lucha y solaz a tu saber conforme.

No más llevar de mi corcel la brida, 
que no sabré llegar. Mas, Tú conmigo, 
serás en tu Banquete mi uniforme.








El verdadero bien


Si los gustos del mundo yo tuviera, 
gozando los placeres temporales… 
Si los bienes presentes, tan mortales, 
alcanzarlos de golpe yo pudiera…

Si las cosas del tiempo que antes fuera, 
y los bienes futuros, celestiales… 
Si todos me vinieran a raudales 
hasta el límite mismo en que me muera…

Tú nada me tendrías valorado 
 de cuanto de Ti gozara ajeno: 
todo lo que sin Ti acaparara.

De antemano me sé que el oro hallado 
en Tu campo cordial es el más bueno. 
Si Tú no me lo das, ¿cómo alcanzara?








Diálogo con Cristo


- Déjame hacer contigo lo que quiera, 
que no puede saber lo que conviene 
aquel cuyos caprichos los mantiene 
cual si fueran verdad y no quimera.

- Es cierto lo que dices, Señor mío. 
Quien no abandona en Ti sus mil cuidados, 
sus pasos marcharán tan alejados 
cual de orate en su loco desvarío.

- Camina junto a Mi, abandonado. 
Al gozo y al sufrir estate presto, 
y de pobre o rico aparejado.

- Así lo haré, Señor. Tómame el resto 
de mi vida, que viva sin pecado, 
y dame cabe Ti eterno puesto.








El trueque de la Gracia


Falto de bienes, harto de mentiras, 
pasó por este mundo miserable 
su mismo Salvador, el inefable 
aplacador de las divinas iras.

A cambio, pues, tú sigues con las miras 
de baja ingratitud, de lacerable 
odio, cual de Caín, tan despreciable, 
que sólo por matarlo tú respiras.

Mas, ya que consumaste, vengadora, 
mortal acción sobre su Cruz sellada, 
de tu vida trocose redentora.

Quede de ese patíbulo prendada 
la que antes se hiciese pecadora 
y deje a los demás su faz velada.








Aceptar las pruebas


Sea grande o pequeña tu dolencia, 
no la juzgues cual pena inmerecida, 
mas llévala con Cristo compartida 
y aprende de su amor y su paciencia.

Si nada te reprocha la conciencia, 
¿cómo es que se siente malherida? 
Cada vez que se hace la sufrida 
ignora la verdad de la inocencia.

Toda prueba debiera serte amable, 
pues ella es el crisol de tu grandeza, 
si la trueca el amor en saludable.

A veces, y tan sólo por pereza, 
parécenos mejor y deseable 
falaz tensión de la naturaleza.








Alma entristecida


Mi débil condición, ¡oh Fortaleza!, 
tedio me causa sin luchar apenas; 
huyen de mí las ocasiones buenas, 
raudas pregonando la mi flaqueza.

Y quédaseme el alma en la tristeza, 
la dicha viendo y paz de las ajenas, 
cortejada mi vida de las penas, 
cual damas que le lloran su vileza.

Sabes Tú, de los cielos Sol naciente, 
que aquello que al mundo nos induce, 
a la postre se trueca en hastío.

Y es que pasa muy pronto el estío 
del gozo y el placer, que nos conduce 
al lóbrego penal terrateniente.








El don supremo


Por encima de gracias y de dones; 
sobre toda salud, belleza y gloria, 
mi alma tenga en Ti gozosa euforia, 
tan rico como soy de tus perdones.

Por encima de honores y de ciencia; 
sobre todo poder, riqueza o fama, 
sea tu corazón la dulce cama 
do descanse segura mi conciencia.

Busque el mundo sus vanas distracciones, 
que nada me distrae y todo es nada, 
y nada a tu amor se le asemeja.

Tú me abrumas, Señor, con atenciones. 
Mi vida de tu amor está imantada, 
envuelta de tu afán en la madeja.








El tesoro del corazón


No puede el corazón hacer balance 
del tesoro que en él depositaste; 
ni siquiera la eternidad le baste 
en saber de tus bienes el alcance.

Viose, sí, tantas veces en el trance 
de decirte: “Señor, ¿por qué dejaste 
de dárteme? ¿Por qué me abandonaste?...”, 
que no podía ver salir del lance.

Solo, pobre y humilde, ya recuerda 
que uno de tus dones es más grande 
que la suma total de otras riquezas.

Y aunque eso a este mundo no concuerda, 
no hay miedo, Señor, que me desmande, 
prendido como estoy de tus finezas.








La paz del corazón


Hacer a los demás lo que te pidan, 
preferir el no tener o abundar, 
buscarte siempre el último lugar 
y matar los deseos que te hostigan.

Esas cuatro señales te encaminan 
a las puertas abiertas de par en par 
de pacífica mansión, cual es tu hogar, 
en que Dios y sus santos se convidan.

Obediencia, pobreza y humildades 
programa son de vida apetecible 
y síntesis de toda Tu enseñanza.

Impera de mi mar las tempestades, 
que nada para mí es más temible 
que verme de tu amor en lontananza.








Tu sólo cabe mí


Lo vano tu atención no solicite, 
que nada te va a ti; tú a lo tuyo. 
Mejor quiero decir: Tú a lo Suyo.
A todo lo demás dale el quite.

No dejes que lo ajeno te concite 
y, menos, sus afanes y ambiciones; 
que todo quedará en ilusiones, 
por mucho que se esfuerce o que se agite.

Tú sólo cabe Mi, en mi regazo, 
donde el Bien y la Paz son tu comida, 
y do puedes vivir con alborozo.

Que nada te ate más, sino el abrazo 
que del seno te atrae a la cabida, 
donde vivas conmigo en pleno gozo. 








La paz del alma


Paz del corazón, dádiva divina, 
buscada por los hombres a porfía, 
una especie de droga, una manía, 
un tesoro escondido, una mina.

No la hallan los fieros y soberbios, 
ni pueden encontrarla incontinentes, 
vanidosos, chismosos, impacientes… 
según nos lo advierten los Proverbios.

La paz del corazón la gozan mansos, 
pobres, humildes, limpios, perseguidos 
por el amor de Quien su amor no alcanza.

¿La paz de verdad? ¡Ay! La de los santos, 
la de aquellos de la tierra venidos 
con el sello de “bienaventuranza”.








Entre esclavo y libre


De los hombres el más libre es superior. 
Que todos los demás son casi iguales, 
es neta condición de los mortales, 
y de todos el esclavo es inferior.

No se hallando quien no sea pecador, 
se truecan sus apegos en los males, 
que van de lo venial a los letales, 
pues ha tiempo que perdiera su candor.

Entre esclavo y ser libre, cada día 
el hombre va fraguando su destino, 
navegando a puerto consistente.

Debe, pues, elegir segura vía, 
fiado en los mojones del camino 
que le alcancen vivir eternamente.








Todo por todo


- Todo por todo y nada para ti. 
Si tu amor fuere puro y ordenado,
si nada para ti más codiciado
que el tesoro que te guardo cabe Mi.

Si las cosas justiprecias tan así, 
en ellas no poniendo tu cuidado. 
Si el ego que habías engendrado 
en patria o destierro huye de sí…

La ciencia de mi amor habrá surgido 
en tu íntimo páramo sediento. 
Entonces hallarás sabiduría.

- Gracias, oh Jesús, pues ya no hay viento 
cuyo soplo me mueva complacido, 
ni gesto, ni pasión, ni habladuría.








Las miras humanas


No te lleves a mal si algunos tienen 
de ti una opinión desfavorable. 
Ni te sientas mejor si es loable, 
que las miras humanas van y vienen.

Estate firmemente persuadido 
que más frágil que tú no hay ser alguno, 
y nadie te será inoportuno 
invadiendo la paz que has adquirido.

Sea tu vida de búsqueda interior; 
allí Me encontrarás por complacerte: 
Yo hablo al corazón y a tu mente.

Nada hallarás más noble y superior.
Por lo mismo, lo bajo e inferior 
es del mundo a sus cuitas someterte.








Frente a tu amor


Por siempre sea tu Nombre bendito, 
por que toda tentación deme alcance, 
y ello me permite hacer balance 
dejando al corazón llorar contrito.

Este penar frente a tu Amor recito, 
sumido, como estoy, en triste trance; 
mas espero que, pronto, de este lance 
me libre tu diestra de Infinito.

Poderosa tu mano omnipotente; 
la mía voluntad, debilitada; 
el gozo baladí me tiene ausente.

No obstante, anhela tu Morada 
donde el sueño despierte de una mente, 
que se halla sin Ti aletargada.








Saber de ti


Tarde recurres a Mí, ya cansado, 
tras consuelo buscarte por afuera, 
cuando Yo, el que soy y el que fuera, 
espero tu regreso, impacientado.

Te fuiste a lo exterior, casi engañado, 
seducido por la apariencia huera, 
y qué poco faltó a que muriera 
el Amor de tal modo mancillado.

Pensaste te tenía abandonado 
por no hallar el consuelo apetecido, 
pues sabes que de Mí todo depende.

Si permito te sientas humillado, 
por todo lo demás tan abatido, 
¿no querría saber de ti, por ende?








Tú sobre todo


El libre de ambición y de criatura 
podrá volar a los etéreos gozos. 
Se hallan los demás en hondos pozos, 
sin el ojo limpio ni intención pura.

Son muchos los que aspiran la hermosura 
tras haberla afeado, hecha trozos, 
como aquellos que viven años mozos 
no teniendo en su mente la cordura.

No sé por qué será tan loco empeño, 
tanto afán por las cosas pasajeras 
y siempre deplorando nuestra suerte.

Bastaría, mi Dios, mirar al leño 
en que muestras cuán sabias las maneras 
de darle a nuestro “yo” cristiana muerte.








Dejar y hallar


Déjalo todo y lo hallarás todo: 
máxima es de libertad suprema. 
Graba bien en tu alma este lema, 
si buscas en verdad salir del lodo.

A los míos, sarmientos, Yo los podo, 
cortándolos así para la quema, 
sin nada para sí, la mía yema 
a otros brotará de sano modo.

A mucho tienes aún que renunciar 
si quieres rico hacerte con mi oro, 
con que puedas comprar la propia vida.

Es el precio forzoso con que pagar 
el inmenso caudal de Mi tesoro 
y saldarme la deuda tan debida.








Dios como centro


Sujeto, mientras vivas, a mudanza, 
no des fe a tus propios sentimientos; 
ni siquiera te son conocimientos, 
son, más bien, los reclamos a una danza.

Baile son de caretas y de chanza: 
alegres, tristes, indolentes… cientos 
de vanos te vendrán los pensamientos, 
y en ellos no hallas venturanza.

Fija, pues, tu razón en la simpleza 
del ojo puro que a su Dios contempla, 
y deja las barreras del camino.

Cuanto más limpio esté, más tu firmeza. 
El alma de los hombres se les templa 
cuando Dios les revela su Destino.








Luz indefectible


¡Qué dicha escuchar esa Palabra, 
nacida de tu seno increado! 
¡Qué gozo inefable, inenarrado, 
el surco que su arado así me labra!

Deleite es señal de Su presencia; 
si se marcha, muéstralo la desazón. 
Que si ella da sosiego al corazón, 
la falta de quietud la da Su ausencia.

Oh luz indefectible, que trasciendes 
y penetras con rayos esplendentes, 
del alma los repliegues más ocultos.

Espada de dos filos con que hiendes 
el ser de los mortales, sorprendentes 
al por ella sajar sus malos bultos.








Tentaciones por doquier


No podrás soportar, sin la paciencia, 
las muchas y hostiles embestidas, 
los ataques, los golpes, las heridas, 
toda forma, sin tregua, de violencia.

Fatigas, tentaciones, la dolencia 
de faltas y miserias no vencidas; 
distracciones, si bien inmerecidas, 
hasta el bien al que ofreces resistencia.

Pero el quid de la cuestión está en vencer, 
y ganar sin paciencia no es posible, 
y no confiar en Dios vana locura.

Cuerpo y alma Me debieras ofrecer, 
si quieres de verdad hacer factible 
verte libre de terrena amargura.








Contra los juicios humanos


¿Qué puede contra ti quien con dicterios, 
Insultos y mentiras y patrañas, 
ataca tu quietud, con malas sañas, 
por ver en tus respuestas vituperios?

Afianzado de Dios en los misterios 
del porqué del nacer y las guadañas, 
del sonar de cañones y espadañas, 
de los RIP de los solos cementerios…

¿Qué pueden contra ti pobres mortales, 
cuyas vidas se secan como el heno, 
que hoy son y mañana ya no existen?

Tú tienes los cimientos inmortales, 
los dones de que Dios te ha hecho pleno. 
Cual prueba de Su amor ellos persisten.








Paz y libertad


Tú procura no tener preferencias: 
vive ajeno a toda propiedad; 
sólo lleva en tu bagaje la piedad, 
y de virtud irradia mil esencias.

Tú no pongas en nada complacencias, 
que todo lo del mundo es nimiedad, 
y es muy fácil caer en veleidad 
si te dejas llevar de apariencias.

La paz interior que gozar ansías, 
a ti vendrá, de ti por el olvido, 
y liberado tendrás el corazón.

Disipadas, así las fantasías, 
el temor tuyo desaparecido, 
Mi amor te será tu única razón.








Hijo, no esclavo


Las cosas a ti; tú a nada fijo. 
Doquiera estés, en todo momento, 
en asirte a las cosas no hay contento; 
sí, en la soledad del Crucifijo.

Ya no eres esclavo, sino hijo. 
Mantener cada día este “memento” 
es estar construido con cemento, 
no dejando tu casa en desalijo.

Lugar de protección, de orar al Padre 
que sea tu refugio y tu santuario, 
y aprende su bondad, nunca fingida.

Si no sabes orar, reza el Rosario. 
Que si vas al Señor desde su Madre, 
Él siempre te dará la bienvenida.








Camino recto


Te agitas a menudo en demasía, 
empeñado en llevar de ti las riendas. 
Eso sólo te lleva a mil contiendas 
y a ninguna victoria no baldía.

Si quieres un consejo, te pondría 
un ejemplo nada más, por que entiendas 
que estar junto a Jesús –“las tres tiendas”- 
es preludio de paz y armonía.

Velad y orad, nos dice Jesucristo. 
Cae el necio en engañoso lazo 
confiándole el sabio su proyecto.

Este sabe que en la vida es listo 
quien se funde al Señor en un abrazo. 
¡De todos los caminos es el recto!








Deleite en el Señor


Si nada puede el hombre de por si, 
ni nada de que pueda gloriarse, 
es razón de que deba deleitarse 
en que quieras atraerle junto a Ti.

Al hombre se le escapan las edades, 
mientras Tú, siempre eterno, permaneces. 
Tuya sea la gloria que mereces, 
y del hombre la deuda a tus bondades.

Gloríese en tu Amor, no en sus virtudes. 
Tus obras las ensalce, no las suyas, 
y viva despreciando vanidades.

Sé de fijo que al alma siempre acudes 
–oveja extraviada de las Tuyas-, 
perdonando sus mil debilidades.







Dispuesto de buen grado


No te aflijas si ves el menosprecio 
con que otros valoran tus afanes. 
Tras aquella comida de los panes, 
Mi vida la tasaron ¡a qué precio!

Si examinas, atent@, tu postura, 
verás que con razón te ultrajaron 
y, sin ellos saberlo, te labraron 
corona inmarchitable de oro pura.

Estar debes dispuest@ de buen grado 
a que fijes en Mí mirada atenta; 
a todo lo demás ten descuidado.

El alma que con nada se contenta, 
mas tan sólo en Mí halla su agrado, 
la casa de su vida bien cimienta.







La conveniente paz


Inestable la paz tan conveniente, 
si libre el corazón no está de todo: 
sólo lo sacará de ese lodo 
la Verdad, siempre viva y permanente.

Sin ella, la amistad entre la gente 
no es sólida, ni dura de tal modo 
que pueda estar así, codo con codo, 
(¡perdón!, quiero decir “mente con mente”).

Tanto más al Amor nos acercamos 
cuanto más de consuelo nos huimos, 
del consuelo fugaz de los humanos.

Tanto más hacia Dios nos elevamos 
cuanto más humillados nos sentimos, 
humildes en servir a los hermanos.








Único Maestro


Se alucinan algunos con discursos 
brillantes y sutiles, ¡ay, qué pena! 
Corazones y mentes con cadena 
no siguen del Espíritu los cursos.

Otros hay que escudriñan los saberes 
de mil curiosidades de lo vano, 
y muchos más, viviendo en lo infrahumano, 
mendigan lo banal de sus haberes.

Que Jesús es el único maestro 
la mente del humilde lo proclama, 
pues aprende de Dios las maravillas.

Conviene su mensaje sea nuestro 
y que encienda del corazón la flama, 
cual implora su Iglesia de rodillas. 








Ver divino


- Precisa, hijo mío, te comportes 
cual si fueras de todo ignorante. 
De tu vida lo más interesante, 
mundana vanidad que bien la cortes.

Para loco bullicio ten sordera, 
y Mi paz será tuya plenamente. 
Ten abiertos los ojos de tu mente 
y contémplalo todo a Mi manera.


- ¡Cuánta razón Tuya sobre mí pesa, 
hombre yo, abocado a lo terreno,
que su torpe vivir a Ti confiesa!

Vacío ya de mí, y de Ti pleno, 
rendida el alma y de tu amor lesa, 
extrae de mi ser todo veneno.







Amor y confianza


Cuántas veces me ha ocurrido no encontrar 
lealtad do pensé que bien había, 
y cuántas, al andar por otra vía, 
me la hallé sin poderlo ni soñar.

¿Quién tan cauto y circunspecto que al amar 
engañado no sea en su porfía? 
¿Quién es aquél que todo preveía 
y lo olvidado no cause malestar?

Líbrame de esos vanos pensadores, 
que no quiero sufrir de parte de ellos 
lo que pueda evitar a toda costa.

Tu amor y Tu confianza, fiadores, 
me quiten de lo vano los destellos, 
que nada ya sin Ti, nada me importa. 








Sé Tú mi fortaleza


Mantente firme, y espera, que vuelan 
las palabras sin que la roca hiendan. 
No quieres que tus faltas te reprendan. 
Peso tal tus espaldas no toleran.

Huyes, por ello, de ser humillado, 
y muestras a las claras, confundido, 
que aún de ese mundo no te has ido, 
ni “está para ti crucificado”.

Si sola mi conciencia no te basta, 
pues sabes lo que sé y lo que ignoro, 
¿cómo estoy hecho de tan frágil pasta?

Sé Tú la lo fortaleza que te imploro. 
Tú harás que yo sea de la casta 
de aquellos que Te tienen por tesoro.








Por la dificultad a la felicidad


No te quebranten, alma, las fatigas, 
ni aflicciones te abatan demasiado. 
No estés por tus trabajos abrumado, 
que Yo voy junto a ti mientras caminas.

Haz bien lo que has de hacer. Si me confías 
acciones, pensamientos y palabras, 
tu trato con “ovejas” y  con  “cabras”, 
sin ocaso verás tus muchos días.

En abismo metida está la muerte. 
Con qué gloria exultan hoy aquellos 
que estar parecían derrotados.

Procura tú tener tamaña suerte. 
No dejes que te engañen los destellos 
que dejan a los más tan embobados. 







Mansión futura


Jamás oscurecida por la noche 
tu mansión, en los cielos preparada, 
aquella que será sin fin morada, 
de esta vida mortal el mejor broche.

De esta vida repleta de dolores, 
salpicada de miedos y temores, 
de angustias, de pasiones y de errores, 
de busca frenesí de mil amores.

Los más puros deseos celestiales 
se mezclan en mi ser con los sensuales, 
y me soy una carga insoportable.

Y digan de mí mal, o bien se hable, 
preciso de Tu amor y Tus perdones 
por que todas mi deudas las condones.








Vida verdadera


Cuando sientas de la eterna ventura 
deseo de alcanzarla prontamente, 
agradécelo a Dios muy vivamente 
y espera de las pruebas la más dura.

Porque muchos, con pena y amargura, 
cansados de vivir entre la gente, 
sedientos de placer, buscan la fuente 
que los hombres les niegan con premura.

Si quieres de verdad hallar el Cielo 
–empresa ardua para ti, cobarde- 
procura que la llama que en ti arde 

no lleve el humo del amado suelo.
Nítido y veraz sea tu anhelo, 
y la Luz ceñirá tu larga tarde.








La hora del Señor


La hora del Señor y la del alma 
no siempre están en justa sintonía. 
No suelen coincidir Marta y María, 
a pesar de buscar la misma palma.

Encima cada cual lleva su jalma, 
el ego que jamás soportaría 
si viera cómo cárgale a porfía 
en pecados el peso de una salma.

Deberás Tú, Señor, hacer posible 
que tu querer y el nuestro se acompañen. 
Lo sórdido a tus ojos despreciemos.

Pues que Tu voluntad nos es factible, 
las cosas de este siglo no empañen 
y sola tu Visión ambicionemos.








Humildad


A causa del pecado primigenio 
el pobre corazón tedio rebosa, 
y estima lo sublime como prosa 
del teatro de la vida en el proscenio.

La carne debe hacer feliz convenio 
con triste realidad, tan lastimosa. 
Trocaría cada día más hermosa 
llevándose de espiritual ingenio.

Los trabajos humildes y exteriores, 
en aras del amor ya practicados, 
no son para los santos inferiores.

Pues siendo de los hombres olvidados, 
se hallan en esferas superiores, 
dichosos con los ángeles alados.








Hijo de Dios


Si el Señor aplicara su castigo 
cual pena que merecen mis pecados, 
no estarían mis ojos tan secados 
ni placer buscaría cual mendigo.

Yo sé bien, yo sé bien lo que me digo: 
Me hallo entre los seres depravados. 
¿Por qué entre Tus hijos más amados 
Te hallas tan en mí y Te bendigo?

Es obra de tu amor, oh dulce Padre, 
bondad indescriptible, anegante, 
fuente de piedad, piélago amoroso.

Tú tienes las entrañas de la Madre 
que al hijo de su amor, hoy caminante, 
atrae hacia su seno delicioso.








Vida espiritual


Si quieres se te infunda un ser divino, 
tirado cual estás por vendavales, 
olvida los asuntos terrenales 
y pide se te dé un mejor sino.

A la voz del Señor oído fino, 
desprecio a los halagos mundanales, 
conversación con espirituales 
cuyos pies tras de Cristo hagan camino.

A solas con Jesús, en el retiro 
que busca el corazón enamorado, 
allí te encontrarás graciosamente.

Si a tu vida le das tamaño giro, 
aun estando de todos olvidado, 
por siempre brillarás hermosamente.








Gracia y naturaleza


Opuestas de por sí Gracia y Natura, 
ofrecen ambas bien al hombre inquieto. 
Concédele la Gracia ánimo quieto, 
la Natura le lleva a desventura.

La una en mantenerte en Dios procura, 
te deja la otra en el aprieto, 
pues de vino y placeres siendo nietro, 
el alma no consigue hallar la cura.

¡Oh luz sobrenatural, don divino, 
garante de los santos, escogidos 
de la tierra, de todas las naciones!

No hallará mortal hombre su destino, 
si camina los senderos torcidos 
do le llevan dolosas intenciones.








Fe en Ti


Porque siento en mi carne de pecado 
el peso de tu ley, ¡oh regla hermosa!, 
ya no quiero saber de otra cosa 
que sentirme por ella liberado. 

Porque tengo el corazón, sí, anclado 
del placer en la tierra cenagosa, 
no permitas que baje hasta la fosa 
sin que antes lo hayas Tú robado.

Algunos me preguntan si es que existes, 
si es que puedo creer en Quien no veo, 
si no serás producto de mi mente.

Y les digo que todo Tú lo vistes, 
que todo cuanto sé y cuanto veo 
me habla de tu amor tan dulcemente.








Camino, Verdad y Vida


Si quieres caminar tras de mis pasos, 
procura que los tuyos no recuerden 
senderos del ayer, que no te fuercen 
a volver a beber de rotos vasos.

Si sales del Camino, están los lazos 
que tu mente despistan y retuercen. 
Si Yo soy la Verdad, ¿a quién convencen 
aquellos que te arrancan de mis brazos?

Y, pues, la Vida soy también, no busques simulacros de vida, que son muerte, 
por mucho que te digan las sirenas.

Por esas vanas voces no te ofusques. 
Yo guardo para ti eterna suerte: 
colmar tu vaciedad a manos llenas.




Paciencia humilde


Más agrada al Señor paciencia humilde 
que devoto consuelo favorable; 
pues, siendo él por todos tan loable, 
apenas quieren del dolor la tilde.

Si no toleras lo dicho contra ti, 
creyéndote seguro en la bonanza, 
¿habrías soportado tanta chanza 
con calumnias y ofensas contra Mí?

Levanto y sostengo al oprimido, 
y lo elevo a lo alto en su flaqueza, 
si confía en Mí devotamente.

¿Qué importa padecer o padecido, 
o se anegue tu alma de tristeza, 
si el beso de mi amor está en tu frente?








Los Santos


Los santos que nosotros admiramos 
no son sino modelos de la vida. 
Todos ellos hicieron la partida 
desde la línea misma en que quedamos.

Ese punto inicial en el que estamos 
por miedo a caminar, cosa sabida, 
nos indica la puerta de salida 
del mismo Paraíso que soñamos.

De nada el admirar a santos vale 
si con ellos no vamos a la Meta 
liberando deseos terrenales.

Será la caridad quien nos iguale 
a esos que, de “A” hasta la “Zeta”, 
sólo aspiran a gozos celestiales.








Descanso en Dios


El cielo es eso sólo: sólo verte. 
El infierno, averno tan temido, 
oh pobre corazón desfallecido, 
es la tierra sin ansias de quererte.

Cielo mío, que dices ofenderte 
si se deja en el suelo al oprimido, 
que es vivir cual si Tú no fueras sido, 
o llegar a morir sin nada serte.

El anhelo de hallarme en tu regazo 
sostiene de mis años el tormento 
de estar lejos de Ti, oh Padre mío.

Estoy tan seguro de tu abrazo, 
que puedo con mi yo y me consiento, 
sabiendo como sé de Quien me fío.

Alfonso Gil González
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