El Bautismo
- Es, en primer lugar, el sacramento de la fe: la supone y tiene como fin introducir en la fe total. Incorpora al creyente a Cristo. Decía san Cipriano, Padre de la Iglesia, que los sacramentos y la fe eran los elementos fundamentales del depósito de la tradición que Cristo ha confiado a su Iglesia. Y otro Padre de la Iglesia, san Gregorio de Niza afirmaba que el Bautismo no produce su efecto sin una estricta fe cristiana. San Agustín subraya claramente que sólo la fe vivida en la Iglesia permite recibir la gracia del sacramento.
- Los Padres del siglo IV subrayan cómo el Bautismo es una expresión objetiva de la fe de la Iglesia en relación con la Trinidad y la resurrección de Cristo. Ello supone la renuncia a Satanás. "Como fue puesto en fuga por Cristo, luz primera, así se retira vencido de quienes han sido iluminados por Él. Tal es el beneficio que reporta el baño bautismal a quienes reconocen su poder" (San Gregorio Nazianceno).
- La reflexión teológica parte de un texto paulino: "Ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Para que como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en nuestra vida" (Rom. 6). Es decir, la muerte física de Cristo mira a su resurrección. El bautizado, configurado a la muerte de Cristo, es totalmente solidario con el destino entero de Cristo. Y ese acontecimiento real se realiza en el Bautismo. De manera que el camino en Cristo resulta posible, real y necesario.
- Ahora viene lo sublime: El Hijo envuelve a los bautizados en la relación que lo define como Hijo, en su relación con el Padre. Los acoge como hermanos. Nacidos a una misma Filiación, los bautizados nacen también a la vida fraterna en la Iglesia. Ligado al Hijo y al Padre en el Espíritu, todo hijo de Dios es íntimamente solidario con cuantos viven las mismas relaciones vitales. El Hijo asocia al bautizado a su propia filiación y el Padre prolonga su paternidad sobre él en el Espíritu Santo. El mismo Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Tal es la estructura sólida e indestructible del ser y de la vida de los bautizados.
- La vida cristiana es, por tanto, esencialmente una vida de amor filial y fraterno. El bautizado ha muerto, pero debe morir cada día, crucificando al hombre viejo para que pueda vivir el hombre nuevo. Ese es el carácter dramático y hermoso de la vida cristiana. El bautizado se halla en una situación paradójica: está todavía en el mundo, pero ya no es del mundo. Está condicionado en los límites de espacio y tiempo, y, sin embargo, ha entrado ya en el mundo de la resurrección definitiva.
Alfonso Gil