Desde mi celda doméstica
Buscando...
viernes, 3 de junio de 2016

FE Y SOCIEDAD... 4

Razón y Dios

Era una delicia escuchar al jesuita Gómez Caffarena. El tema de hoy le apasionaba. Le preocupaba mucho que los temas estos tan "racionales" se entendieran bien, y nada mejor que dejarle hacerlo a él:
- La razón es una específica facultad humana, inseparablemente unida con la facultad del lenguaje. Supone una multiplicidad y la ordena y unifica; no es, simplemente, creativa, no puede operar sin esa base que es la facultad sensorial. Pero, al entrar en funcionamiento, pone algo de suyo; hay que admitir que lleva inscrito en su misma constitución "el principio del orden" que introduce. No es un juguete ilusorio; es algo que tiene que ver con eso otro que los humanos sentimos que nos constituye, nos envuelve y nos supera: la realidad. No debemos olvidar que las ciencias de la naturaleza han podido progresar gracias a la gran autonomía con la que funciona ese nuestro principio ordenador que es la razón.
Cuando hablamos de razón y de experiencia sensorial "estamos suponiendo la realidad del sujeto autoconsciente", eso que cada uno mencionamos cuando en el lenguaje decimos "YO". El racionalismo y el empirismo no sólo tienen que atemperar sus exigencias mutuas y llegar a una síntesis, sino que tienen también que reconocer su común entronque en la "subjetividad".
- Por otra parte, está Dios. Que la razón tenga que ver con Dios es muy comprensible. Dios es la clave de la unidad en la visión del mundo del creyente monoteísta. Dios pertenece por derecho propio e indisputable a las religiones. Lo adecuado es, entonces, pedir el primer instrumental analítico a la "fenomenología de la religión". Lo propio de la religiosidad monoteísta es referirse al Misterio con una actitud que adopta rasgos típicamente interpersonales.
Para comprender la esencia del monoteísmo hay que situar a su "Dios único" decididamente del lado del Misterio y no de las hierofanías: en esencial contraposición, pues, con los panteones politeístas. La "censura racional" que ejercería así la filosofía para con la religión podría ser muy provechosa a ésta.
Plantear así la cuestión es optar por lo que hoy se suele llamar "filosofía de la religión" como el ámbito propio para un abordaje racional del tema de Dios.
Cuando un cristiano dice al comienzo de su profesión de fe "Creo en Dios", no dice simplemente "Dios existe"; y ni siquiera "yo creo que Dios existe". "Creo en Dios" enuncia una actitud más honda y compleja que una afirmación teórica de existencia. Esa actitud es toda una entrega personal, amorosa y libre. Dado que la tradición cristiana ha situado "primariamente" la fe en el ámbito de la entrega, es realativamente fácil enunciar a propósito de esa fe un veredicto de razonabilidad. Ahora bien, no es una visión del mundo cualquiera aquella por la que opta el cristiano, sino una que incluye la afirmación de Dios. Y ésta es algo demasiado importante, demasiado ambicioso como para que la razón pueda desentenderse de ello. A la hora de razonar por qué tiene la osadía de afirmar que Dios existe, el creyente de hoy puede dar como razón el hecho de que Jesús lo afirmaba. La fuerza está en que se apela a una experiencia que todo invita a reconocer como excepcional. En Jesús esa experiencia del Misterio agraciante fue perfectamente coherente con la vida; y lo extraordinario de esta vida sólo se explica en conexión con tal experiencia.
- Dos son los hechos o series de hechos que en la historia se han solido tomar como base por quienes han pretendido tener una prueba empírico-positiva de la existencia de Dios. Por una parte, la serie de hechos que constituyen lo que llamamos el "orden finalístico del mundo", referido concretamente a los organismos, vegetales y animales, de nuestro planeta Tierra. El otro tipo de hechos, singulares, son los milagros. En el primero de estos dos caminos, "Dios" sería probado a título de "Inteligencia Ordenadora del mundo"; en el segundo lo sería por cuanto quien tiene poder sobre las leyes de la Naturaleza está sobre ella. No es irrelevante la consideración del mundo para el creyente. Si bien no constituye una prueba, no deja de ser una "confirmación".
Es pensable una definición de "Dios" que incluya en sí misma la afirmación de existencia. Tal definición podemos darla realmente válida por simple análisis nocional. Propone san Anselmo como definición de "Dios" la siguiente: "Aquello, mayor de lo cual no cabe pensar más". Y santo Tomás de Aquino se expresó con  más matices: "Aquél cuya esencia envuelve el existir, o mejor, el mismo Existir subsistente". En cambio, Hegel dice: "Dios es quien sabe de sí mismo a través de nosotros". Esto tiene una grave consecuencia: "Dios retorna a Sí en el yo... y sólo es Dios en cuanto este retorno. Sin mundo, Dios no es Dios". Y es que el intento de tratar el tema de Dios en pura razón abstracta, o resulta ingenuo, o tiene éxito sólo a costa de pagar un precio sumamente alto, consistente en difuminar la trascendencia religiosa de Dios.
- Los "barruntos" son gérmenes de una argumentación válida. Pero el hombre maduro y crítico puede sentirse llamado por la honestidad intelectual a explorar con cierto rigor la senda que abren. En los argumentos cosmológicos se pretende llegar a Dios a título de "fundamento último de la realidad"; en los antropológicos se pretende llegar a Dios principalmente como "meta última del proyecto del hombre". Es el mismo hombre quien "interpreta" el mundo de manera que le conduzca a afirmar a Dios.
Ha sido Kant el filósofo más sensible a este problema del estatuto cognitivo de la afirmación de Dios que logramos por el argumento moral. La fe racional con la que Kant postula la existencia de Dios toma su fuerza de que el hombre no acepta el absurdo vital que sería el proponerse la realización del supremo bien y reconocer al mismo tiempo que es imposible. "Si hay en nosotros sed, ello arguye que en la naturaleza hay agua".

Alfonso Gil González

Compartir en :
 
Back to top!