¡Cuánto se parece el sueño a la muerte!
El tren de la vida
circula sin raíles.
El felicidad es un plato
que la buena conciencia
sirve al corazón.
La ley sería inútil si no atentara contra el libertinaje.
La virtud propende a la felicidad
como el vicio a la desgracia.
Lo externo suele reflejar lo interno, mas no siempre.
Mientras el mundo tenga derecho a mostrar sus héroes,
la Iglesia lo tendrá a mostrar sus santos.
Nadie está seguro
de no poder extraviarse.
No habría finito
si no hubiera infinito.
No hay mayor esclavitud
que el deseo.
No se pasa de golpe de santo a pecador
o de pecador a santo.
Nos fijamos en los falos de los buenos,
porque, en general, los buenos no tienen fallos.
Roma es el Amor mirándose al espejo.
Si alguna vez el mundo se destruye,
no será por la oración y el ayuno.
Siempre morimos sin terminar de vivir.
Somos porque pensamos que somos.
Alfonso Gil González