Desde mi celda doméstica
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miércoles, 15 de julio de 2015

FLORECILLAS ALFONSINAS (Capíto Trigesimonoveno)

Capítulo XXXIX


Hacia la regla de oro

Siguiendo la tónica del mes anterior, el padre Alfonso escribe el día 1 de febrero de 1991: “Si uno no quiere, dos no riñen. También de esto nos habla la Biblia, es decir, la palabra de Dios. Jacob busca y propicia el encuentro amistoso con su hermano. Frente a la violencia, mansedumbre. “Si te hieren en la mejilla, ofrece la otra”. Al mal no se vence con el mal, sino con bien, con el Bien. En este sentido, hay más hombres con dinero que hombres de bien. Pero tú debes ser una hombre de bien, y de paz… ¡que no hay riqueza mayor!”
Me inspiran estos escritos y comentarios el mundo que me rodea. Vea el lector lo que dejo escrito en la página del 2 de febrero: “La envidia corroe los huesos hasta transformar un cuerpo lozano en un cadáver. Hay mucho cadáver ambulante a nuestro alrededor. El envidioso, ni vive ni deja vivir. Pierde el tiempo de su vida en una vigilancia estéril. Tú, en cambio, duerme tranquilo, en paz, felizmente, que ¡tener a Dios por Padre es demasiado!”
El 3 de febrero de 1991 era domingo, y nada escribí. No suelo escribir en domingo. Al siguiente día, 4, escribo: “Ciertamente, la familia es importante. Pero no son los lazos de sangre quienes la determinan. Sólo el amor. Como no se es padre por engendrar, ni se es hermano por ser engendrado del mismo padre. Como no se es esposo por casarse. Sólo el amor hace que el padre sea padre, el hijo sea hijo, el hermano hermano, el esposo esposo. Sólo el amor”.
De refllexionar sobre la familia, paso a hacerlo sobre la educación. Y, el día 5, escribo lo siguiente: “¡Qué fácil es escandalizar al niño! Un gesto, una palabra, una acción, una forma de ser… Y es que educar al niño no es enviarle al colegio. Y ya en el colegio, su educación no está en dar o recibir la clase. El talante del profesor y del tutor dejarán profunda huella en su espíritu”.
A veces, la reflexión llega a la pura filosofía. Así, el día 6 de febrero, dejo escrito: “No seas susceptible. No estés en guardia respecto a enemigos que nada pueden dañarte, o no existen. Tú eres tu pequeño o gran enemigo. Lo que ERES nadie puede robarlo. Sólo lo que tienes. Pero, si acrecientas la idea de que nada posees como propio, te ahorrarás la preocupación de una vigilancia inútil y, muchas veces, nociva para la salud. La susceptibilidad es hija de la debilidad.”
El día 7, escribo sobre la fortaleza: “Son muy pocos los fuertes. La fortaleza crece en el interior. La fuerza física es otra cosa. Y, en ese sentido, cualquier cosa puede ser más fuerte que tú. Pero tu FUERZA crece con tu personalidad. Aunque tu cuerpo sea débil, tú sé fuerte. Que ni la fortaleza se mide por kilos, ni la grandeza por metros. Por tanto, no cuides la apariencia. No te dejes llevar, tampoco, de la apariencia”.
Por la forma en que veo que el padre Alfonso construye sus reflexiones escritas, deduzco que están dirigidas a cualquier persona. Es como si intentara predicar aún después de muerto. ¡Nadie sabrá nunca hasta qué punto tenía arraigada su misión sacerdotal! 
El día 8 de febrero, dejó impreso en su diario: “No es frecuente hacer el bien a quien te hace mal. Pero, eso sí, algunos lo hacen, incluso sin haber conocido a Jesús. ¿Y tú, que dices conocerle y ser de los suyos? Al menos, sigue la regla de oro del Evangelio: HAZ A LOS DEMÁS LO QUE QUIERES QUE ELLOS HAGAN POR TI. Y serás feliz.”
Con el paso de los años, pude ir comprobando hasta qué extremo llevó esa “regla de oro”. No conoció el rencor, jamás ofendió a nadie con la venganza, ni tan siquiera con las palabras. Nunca le oí maldecir, ni jurar, por enfadado o disgustado que estuviera. Por cierto que, sobre esto último, algo escribió el día 9 de febrero: “Por qué poca cosa los seres humanos llegan al disgusto. Por qué poco pierden lo mucho. Por casi nada, casi todo. Por “tener”, pierden el “ser”. Como si el ser no valiera más que aquello que desean. ¿Qué oculto engaño anida en el hombre, que le conduce tantas veces al absurdo?”
Y el 11, sigue reflexionando: “Dios o el dinero. Siempre ha sido así el dilema. Y nos servimos del dinero con la vana pretensión de ganar a Dios. Y nos servimos de Dios para ganar dinero. Por eso, los creyentes escasean y los idólatras son multitud. A Yahvé se opone el becerro de oro. Y así es a través de la historia.”
Siempre comentaba que nunca fue tan pobre como cuando dejó el convento. Y añadía con humor: “Del mismo modo que algunos viven para acumular riquezas, otros viven para acumular pobreza. Sólo renuncié a la soltería, pero no a los consejos evangélicos”.
Y así le fue. Más “rico” que los ricos, amó la pobreza más que muchos pobres. ¡Qué bien supo llevarse el convento a la casa! Y se preguntaba por qué no dejarán llevarse la casa al convento.




Tiempo de conversión

El 12 de febrero de 1991, escribió: “Convéncete: no hay enemigos fuera de ti. Todos los llevas dentro, porque tú eres todos ellos. La mujer no te hace lujurioso, el dinero no te hace avaro, la posición no te ensoberbece… Tú eres el soberbio, el avaro, el lujurioso. De ti sale el mal que vive en ti.”
Parecía que el padre Alfonso se preparaba a la Cuaresma con el anterior autoexamen. De hecho, al día siguiente, que era miércoles 13, siguió escribiendo: “Miércoles de Ceniza. ¿Acaso el final del hombre es la ceniza? Ni siquiera el final del mundo. Nuestra meta es Dios, y Dios es el eterno viviente, la VIDA. Este día debe ser una llamada a la conversión, pero no un recordatorio de difuntos. Dios no lo es de muertos, sino de vivos.”
A raíz de esto, debo añadir que la cualidad más sobresaliente me parece que era el optimismo. Nunca se arredraba ante la dificultad, nunca le asustaba la desgracia, nunca desconfió de Dios, jamás se acomplejó negativamente. Siempre recordaba aquellas palabras de san Agustín: “Si iste et iste, cur non ego?=Si éste y aquél pudo, ¿por qué no yo?”. Por eso, precisamente, pudo emprender, en 1977, una aventura, una epopeya, que a muy pocos les es dado. Y, aunque, a veces, le he visto cansado, jamás le ví vencido. El 14 de febrero, día de los enamorados, escribía: “No hemos de amarnos por tener que morir; hemos de amar si queremos vivir. Porque amor y vida son lo mismo. Me temo que este “día de los enamorados” no lo es de los que se desviven por los demás, sino de los que se ven impulsados hacia otra persona. ¡Si, al menos, nos enamoráramos de Aquél otro que da sentido a todo amor!”
Esta forma de pensar del padre Alfonso parece que lo ubicaba a cierta distancia. Siempre sospechó de la expresión “te quiero”, pues decía que era como decir “te deseo”, y el deseo –remataba- va bastante unido a lo genital, es decir, a lo placentero. Es esa relación psicosomática lo que le hacía dudar de que el “querer” fuera verdadero amor, tan desprovisto éste de todo egoísmo.
Ahora bien, el 15, añade: “Sueña siempre con un mundo mejor, pero haz lo posible por construirlo. Los deseos, si no son esperanzas, sólo son sueños. Esperamos aquello que vamos haciendo posible. A veces, sin embargo, deseamos lo imposible. Y, ante lo imposible, no puede haber esperanza. Lo imposible ni siquiera puede desesperarnos. Lo imposible es la nada.”
Al día siguiente, el 16, dejó reflejado en su diario otro rasgo muy personal: “No pierdas el tiempo criticando. Ni a los demás ni a ti mismo. Tú no eres tu propio molde, ni tu meta. Toda una vida, ¿para qué? Para construirte, para dejarte modelar por la mano creadora del Padre. Haz esto y no pierdas el tiempo criticando.”
Sobre esto mismo, sigue escribiendo dos días después, tras haber hecho el siguiente apunte teológico: “Si Dios mata a los hombres, no es bueno –me decía un niño de 9 años-. Y tiene razón. Pero Dios no mata a los hombres. Ni siquiera el Dios del Antiguo Testamento. Esto lo sabemos por Jesús, su Hijo, que Le conoce bien. Necesitamos pasar por Jesús toda la Biblia, si queremos que tenga coherencia teológica. El Padre hace llover y salir el sol sobre buenos y malos. Y de éstos siempre espera su vuelta a Casa. No es un Dios vengativo, ni impaciente, ni precipitado. Dios es Dios.”
Día 19. “Es alarmante la capacidad humana para descubrir y criticar los fallos ajenos. Que si piensan así, que si hablan de este modo, que si no visten con gusto… Y nos hacemos centro, alrededor del cual gira la historia. Y que todo sería más bonito como nosotros pensamos, y más claro y veraz como lo decimos, y más elegante y fino como nos presentamos en sociedad. Y, créeme, no vale la pena que pierdas el tiempo de esa manera.”
Dejé escrito, antes, el valor que el padre Alfonso da siempre a la pobreza, no a la miseria. La pobreza siempre la entendió como un compartir por amor lo que se es y lo que se tiene. Así, el 20 de febrero, escribe: “Es fácil compartir lo ajeno. Lo propio, es otra cosa. Y como el sentido de la propiedad lo llevamos a casi todo, nos dificulta aún más el compartir. Lo mío que no me lo toquen. Lo mío, lo mío… ¿Habrá algún ser humano que haya renunciado al derecho de poseer? ¿Hay alguno que no tenga el subconsciente de propietario? Si eres uno de estos, ¡enhorabuena!”
Al siguiente día, se detiene a reflexionar sobre la Historia y la Guerra. De temperamento fuerte, pero de carácter bondadoso, nunca entendió por qué se producen las guerras, y escribe: “La historia no se repite: camina en espiral, lentamente. Por eso, está salpicada de los errores y de los horrores del pasado. Sobre todo, de la guerra. El belicismo nos recuerda que aún estamos al principio; que necesitamos crecer y madurar como hombres; que aún predominan la sinrazón y la locura de los animales “racionales”. Que el Reino de Dios, ya iniciado en Jesús de Nazareth, no termina de imponerse al sistema de este mundo.”

Para alabanza de Cristo. Amén.  

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