Desde mi celda doméstica
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miércoles, 29 de julio de 2015

VIDA DE ORACIÓN (Cap. 2)


ORACIÓN VOCAL Y MEDITACIÓN

Avancemos en este tema de los "Grados de la Oración", fijándonos, en primer lugar en la ORACIÓN VOCAL, pues es con ella con la que solemos iniciar nuestro vivir religioso, ya desde niños. Y entendamos, lo primero, su conveniencia y necesidad.
Sea pública o privada, la "oración vocal" es el Primer Grado de la Oración si, bien hecha, con ello se excita o anima nuestra devoción interior. Con ella damos a Dios el homenaje de nuestro cuerpo, usando los labios, los oídos, las manos y el corazón. Es decir, desahogamos por su medio externo el afecto interior.
En este sentido, la "oración vocal" es de una necesidad manifiesta en la celebración litúrgica, siendo ésta de más provecho, según aquellas palabras del evangelio de san Mateo (18,19-20) por las que Cristo empeña la voluntad del Padre cuando dos o más se pusieran de acuerdo en pedirle cualquier cosa, garantizando que, si se hace en nombre de Jesús, él estará entre los que así recen.
Lógicamente la "oración vocal", como dije en el capítulo anterior, no es el simple rezo, sino éste efectuado con atención y piedad, lo que supone amor, confianza, humildad y devoción, con un límite de tiempo suficiente para, como apunto arriba, excitar el fervor interior o del corazón.
El Segundo Grado de la Oración es la "meditación", entendiendo por ésta la aplicación razonada de la mente a una verdad sobrenatural que nos ayude a amar y vivir más cristianamente. No es, por tanto, ejercicio externo de nuestros sentidos o miembros, sino atención de la mente, que es la parte más sublime del ser humano.
No hay un método propiamente dicho para la meditación, sino que cada cual, apoyándose o no en la lectura, audición, espectáculo de la naturaleza, etc..., debe elegir el que mejor le empuje, y con mayor eficacia, al amor de Dios y desprecio de su torpe ego. Por tanto, la materia a meditar debe ser corta, simple y clara. En realidad, le basta con un pequeño número de pensamientos que le puedan conducir a lo importante: su perfección personal.
Los maestros de la vida espiritual, cristianos o no, recomiendan que la meditación se efectúe, a ser posible, por la mañana temprano, por la tarde antes de la cena y/o a medianoche, buscando un lugar que ayude al recogimiento y a la no distracción del espíritu. En realidad, la soledad suele ser la mejor compañera de la oración o meditación bien hecha, evitando una postura excesivamente cómoda o excesivamente mortificante, para, ni dormirse ni estar pendiente de las molestias corporales.
El tiempo dedicado a la meditación depende de las fuerzas, estímulo y ocupaciones de cada cual. Esto conseguido, estamos todavía, como digo, en el Segundo Grado de la Oración.
Continuaremos...
Alfonso Gil González

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