Desde mi celda doméstica
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sábado, 28 de mayo de 2016

ESCATOLOGÍA CRISTIANA... 3

¿Resucitan los muertos?

A esa pregunta respondía la charla de Pagola Elorza, que la dividió en tres puntos: la resurrección de Cristo, el contenido de nuestra fe y el dinamismo de esa misma fe. Os la resumo, porque no tiene desperdicio, como casi todo lo que escribe o dice.
- El acontecimiento que constituye la garantía y la promesa de nuestra propia resurrección es la resurrección de Jesús. Durante muchos siglos los israelitas pensaron que la muerte era el destino definitivo de los hombres. Una radical separación de Dios que hundía al muerto en el olvido. El motivo último que subyace a esta concepción de la muerte parece ser la idea de que Yahvéh sólo interviene en la historia terrestre y, por tanto, no hay esperanza alguna para los que han muerto. por otra parte, aparece en los Salmos la experiencia de creyentes que viven con tal profundidad su "comunión con Dios" que no parece poder admitir una ruptura. Es más, Israel cree en la "justa retribución de Yahveh a los hombres. No siempre los justos, como Job, reciben de Dios lo que merecen en esta vida. Pero será la gran persecución de Antíoco Epifanes la que pondrá en crisis la fe tradicional y empujará decisivamente a Israel a esperar para sus "mártires" una vida más allá de la muerte. El "sheol" ya no será el país definitivo de la muerte, sino el lugar de espera donde los muertos aguardan el juicio y la resurrección final.
Pero la fe de las primeras comunidades cristianas no ha surgido como desarrollo o articulación de ninguna especulación apocalíptica del judaísmo tardío. Tampoco de una especie de revelación que Jesús habría descubierto a sus discípulos. Ni tampoco se trata de un optimismo sin fundamento alguno contra el destino brutal del hombre que parece acabar definitivamente en la muerte. El punto de partida dela fe cristiana es Jesús experimentado y reconocido como viviente después de su muerte. Si Dios ha resucitado a Jesús, esto significa que la resurrección que esperaban los judíos para el final de los tiempos ya se ha hecho realidad en Él. por eso, la meta de nuestra esperanza no es simplemente nuestra resurrección, sino la comunión con el Señor resucitado. En Él alcanzará la humanidad su verdadera plenitud.
- Naturalmente, la nueva vida después de la muerte resulta inaccesible a todo lenguaje que pretenda describirlo. Si Dios ha resucitado a Jesús, esto significa que Dios no abandonará nunca a los hombres, no permitirá su fracaso final. La muerte no tiene la última palabra. La Vida es mucho más que esta vida. Si no hay otra vida, ¿cuándo podrá triunfar la víctima inocente sobre su verdugo?
Cuando los primeros cristianos confiesan su fe en la resurrección de los muertos, no piensan nunca en una prolongación indefinida de lo que ha sido la vida en la tierra.El hombre no resucita a la vida biológica, sino a la vida eterna que ya no se ve amenazada por la muerte. Pero esta radical transformación no es una ruptura con nuestra realidad actual. Seré yo ismo el que resucite, aunque no sea el mismo. Nuestra condición futura será la que corresponde al modo de existencia de Cristo resucitado. Seremos configurados y conformados con "el cuerpo de su gloria". No se nos pide que creamos en la reconstrucción del cuerpo según un modelo que pertenece al reino de la muerte, sino creer que tanto la muerte del cuerpo como la muerte del espíritu han sido vencidos por Cristo.
No creemos en la continuidad material de nuestra actual condición corporal, pero sí en una transformación de nuestra actual corporalidad. Los cristianos no deberíamos hablar de otro mundo, de otra vida, sino de este mundo y de esta vida nuestra que serán transformados y serán "otros" por la acción resucitadora de Dios inaugurada en Jesucristo. Resurrección del cuerpo significa que el hombre no recupera en Dios únicamente su último momento, sino toda su historia.
Ciertamente, nuestra transformación gloriosa tendrá lugar cuando venga el Señor. El hombre, con la muerte, está "desnudo", es decir, sin cuerpo, pero vive en el Señor. Este "vivir en el Señor", sin el cuerpo, es más deseable que vivir en la tierra con cuerpo pero lejos del Señor. La muerte no nos podrá separar de Cristo, que es Señor de vivos y muertos.
- Creemos que más allá de la muerte, más allá de los límites de todo lo que en esta vida experimentamos, Dios tiene la última palabra. Nosotros afirmamos que este mundo no lo es definitivo, la realidad última en la que debemos enraizar nuestra felicidad. Y, sin embargo, la esperanza en la resurrección consiste precisamente en buscar y esperar la plenitud y realización total de esta tierra.
Una de las situaciones más crueles de nuestra sociedad es la soledad en la que queda abandonado el moribundo con sus dudas, sus miedos y angustias, privado de su derecho a conocer, preparar y vivir humanamente su propio morir. Quien cree en la resurrección adopta una actitud nueva ante el morir. Su muerte es un "con-morir con Cristo" hacia la vida, la libertad y la plenitud.
La fe en la resurrección ha de impulsar al creyente a hacerse presente allí donde "se produce muerte", para luchar contra todo lo que ataque a la vida. El creyente sabe que desde ahora y aquí mismo se nos llama a la resurrección y a la vida. El gesto resucitador de Dios nos descubre no sólo el triunfo de la omnipotencia de Dios, sino también la victoria de su justicia sobre las injusticias de los hombres. Quien no hace nada por cambiar este mundo, no cree en otro mejor. Quien no hace nada por cambiar y transformar la tierra, no cree en el cielo.
- Gracias, reverendo.

Alfonso Gil González
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