Virtuosos del piano
En mayo del 94 se hablaba de la relación Rachmaninov-Ashkenazy como dos virtuosos del piano.
Conciertos en Valencia y en Madrid: Michael Tilson Thomas y Alfredo Kraus, respectivamente, cada uno en su faceta. Mientras, Vladimir Spivakov en el Palau de la Música de Barcelona.
Se publicaba el itinerario de los Festivales Europeos: Alemania, Austria, República de Checoslovaquia, Luxemburgo, Mónaco Noruega, Turquía...
Se editaba un CD con obras para piano de Rachmaninov. Concretamente, el Concierto n. 2 para piano y orquesta, Cinco fragmentos de fantasía, op. 3, el Preludio n. 5 y la Polka de V.R. Un compositor del siglo XX, de sentimiento fácil y densidad expresiva, descubierto incluso por la cinematografía.
Y, para tal compositor, el intérprete adecuado: Vladimir Ashkenazy, romántico visionario y versátil pianista, amén de director de orquesta y artista total.
Se estudiaba el mundo del Ballet como el arte en movimiento. Rosa Cavallé pasaba revista a una década de danza en España.
Por otra parte, el mundo del violín se detenía en la figura de Yehudi Menuhin, violinista y director, que ya tenía 78 años.
Praga era la anfitriona musical por excelencia en esa Primavera del 94, la ciudad de las cien torres.
De la India a Occidente había surgido, hacía ya tres décadas, la figura de un director que iniciaba su andadura con 26 años, Zubin Mehta.
Paolo Gallarati escribía sobre el libretista italiano Carlo Goldoni, que era para su patria lo que Shakespeare para Inglaterra, o lo que Molière para Francia, convencido de que solamente el teatro de la palabra podía representar la realidad. Es decir, la Ópera.
Alfonso Gil González
Preludio n. 5 de Rachmaninov por Ashkenazy
Rachmaninov interpretado por Ashkenazy