Lázaro revivido
El evangelista Juan narra la escena en su capítulo 11.
Enterado Jesús de la muerte de su amigo Lázaro, regresa a Betania, cerca de Jerusalén. Allí le reciben Marta y María, hermanas del difunto. Seguras de que su hermano no habría muerto si Jesús hubiera estado en tan triste trance.
Jesús les pide que le lleven al lugar del sepulcro. Y llora, porque le quería mucho. Al llegar, pide que quiten la piedra que tapa el sepulcro, de donde ya salía cierta olor de un muerto de cuatro días. Pero Jesús, tras orar al Padre, y pensando en la incredulidad ajena, gritó: “Lázaro, sal afuera”. Y, al instante, salió, atado de pies y manos.
Muchos judíos creyeron en Jesús y lo comunicaron. La reacción de los fariseos y del clero judío habló por boca de Caifás, el sumo sacerdote: era necesario que Jesús muriera, y no que pereciera todo el pueblo. Así de paradójico.
Alfonso Gil González