MÍRAME
Mírame, Señor, que apenas veo
el fondo de mi ser, morada tuya,
y, antes que mi tiempo se concluya,
de él debo sacar todo lo feo.
Ya no estoy como ayer, y titubeo,
no evitando que el cuerpo se diluya;
dime, pues, si tu vida fue la suya
y no una historieta de tebeo.
¡Qué cerca está el final y qué dichoso
el momento de verte cara a cara,
y pongas tu señal sobre mi frente!
¡Qué lejos quedarán –qué doloroso-
los días en que, pobre, yo buscara
la luz de tu Beldad entre la gente!
Alfonso Gil González
Cehegín, octubre 2015