Desde mi celda doméstica
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viernes, 1 de mayo de 2015

AÑO NUEVO... ¡A VER SI ES VERDAD!


Año Nuevo… ¡A ver si es verdad!


    Año nuevo, vida nueva. Así era costumbre, antaño, de desear que se vivieran los 365/6 días que se iniciaban con el primero de enero. Pero, ¿no les parece a ustedes que ya va siendo hora de que tal deseo se cumpla? ¿O resulta que eso es un simple slogan nada más? Algo así como una especie de música celestial, en el mismo día en que la Filarmónica de Viena hace de nuestros hogares un pequeño auditorio con su Concierto de Año Nuevo. Yo quiero creer que no, y que, por fin, sea verdad que a un año nuevo corresponde una vida nueva, y no más de lo mismo.
   A ver si es verdad que, este año, los países ricos condonan la deuda externa de los países más pobres. Y que los gobiernos vayan pensando en cómo suprimir los ejércitos, que parece que, si no hay guerras, no somos felices; cuando es todo lo contrario, que la mayor causa de desgracia para la humanidad son las guerras, pues, tras éstas, vienen el hambre, la peste, el desempleo, el pillaje y toda clase de injusticias. Y que desaparezcan las fronteras, para que todos los hombres sintamos  realmente que la Tierra, aunque provisional y temporalmente, es nuestra patria común.
   A ver si es verdad que los españoles no volvemos a los reinos de taífas, creyendo tan torpemente que nuestras regiones o lenguas son el no va más, ahora que Europa intenta ser una sola familia, que no un imperio, pues harto está el mundo de imperios y de imperialistas, a pesar de que aún hay todavía por ahí algún chiflado que con ello sueña y que por ello es tentado.
   A ver si es verdad que, este año, los cristianos creemos lo que decimos creer, y que nuestra Iglesia, amén de universal, santa y apostólica, es más familiar si cabe. Y va pareciéndose cada vez más a su Cabeza, pobre, humilde, alegre, solidario, comprometido… Y vamos consiguiendo que las familias sean iglesias domésticas, y que los grupos parroquiales deriven a auténticas comunidades, donde se plasmen y visualicen los valores más profundamente humanos y cristianos. Y vamos borrando esa imagen tan propia de los reinos de este mundo, pero tan inapropiada a Aquel que no vino a ser servido sino a servir.
   A ver si es verdad que los políticos, este año, se toman en serio su representatividad popular, y se dejan de chorradas y de mirarse al ombligo, y prefieren los verdaderos intereses humanos, y no los suyos partidistas. Y dejan de intentar engañarnos con la falacia de que, como ellos representan al pueblo, lo que se le ocurre es el bien de ese pueblo; y que, como el jefe representa al partido, sus luminosas ideas lo son de sus afiliados y, por ende, del pueblo. Que dejen de una vez esa falacia, aunque sea este año, porque en esa falacia está el origen de todas las dictaduras y, lo que es peor, de todas las tiranías.
   A ver si es verdad, por este año, que la cultura, es decir, el pensamiento, el arte, el diálogo, la sabiduría, va abriéndose camino frente a la cerrazón, al paletismo y a todo tipo de fanatismos. Y que ella encauce los más propios valores del espíritu humano, para que la mediocridad y la sordidez sean desterrados de la educación de nuestros hijos. En este sentido, a ver si es verdad que la Tele entretiene sin evasiones, informa sin dirigismos tendenciosos, y educa sin deformaciones eclécticas. Y que la escuela sea palestra de la búsqueda de la verdad y de la vida, de la convivencia, del respeto. Orientadora hacia un mundo mejor.
   A ver si es verdad que es posible vivir y dejar vivir, en este año nuevo. Que las palabras “inmigrante” y “emigrante” dejen de tener sentido. Que las ONG no sean excusas de propósitos menos evidentes que los de entregarse a los más necesitados de la sociedad. Que lo blanco sea blanco y lo negro negro, pero que no se olvide que no habría blanco sin la suma de los colores, ni negro sin su resta. Por tanto, es posible que necesitemos más reflexión que verborrea, más oración que oratoria, más interioridad que superficialidad, más autenticidad que apariencia.
   A ver si es verdad que podemos mirar hacia atrás sin ira. Es buena la memoria cuando nos ayuda a ser positivos. Cuando la memoria es negativa, la más elemental psicología nos previene de sus funestas secuelas. Estamos de paso. Hagamos que el camino sea lo más agradable posible, pero nunca lo trasformemos en meta. Un año nuevo es una llamada a mirar al horizonte o, mejor, a las estrellas. No somos reptiles. Podemos volar.
   ¡Feliz Año Nuevo! 


Alfonso Gil González  

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