Desde mi celda doméstica
Buscando...
domingo, 3 de mayo de 2015

EL MUNDO DESDE CASA


El mundo desde casa


Allá por los 80, tenía yo la costumbre de controlar el gasto familiar al milímetro. No había la crisis actual, pero éramos conscientes de que la austeridad franciscana siempre es fuente de verdadera alegría. Abril solía ser el mes más económico, y julio el más caro por aquello de las vacaciones. Un litro de gasolina súper costaba, entonces, 54 pesetas.
Hay lugares a los que uno va por primera y única vez. Tal es el caso del Círculo Mercantil, sito en la Gran Vía madrileña. Fui a escuchar a mi amigo Molina Moles en una conferencia recital sobre Sevilla se mira al espejo, que estuvo muy aplaudida. Era abril y tiempo pascual. Había pasado la Semana Santa y el tema de la resurrección se hizo céntrico en las conversaciones de aquel mundillo creyente. Se partía de la supuesta tesis de si la resurrección exigía que los huesos salieran del sepulcro. Y es que, en esos días, precisamente, enterrábamos los amigos a una niña de 6 años, muerta de cáncer.
ETA sembraba de bombas los rincones de España. Y la Madre Teresa de Calcuta, recién obsequiada con el Premio Nobel de la Paz, salía entrevistada en televisión. Polos opuestos en las noticias, para que el corazón no se desangrara en la desesperanza. Y el Circo Price. Los niños, en el inicio de un nuevo curso escuchaban allí a Gloria Fuertes, a Miliki, a Miguel Bosé, y a Enrique y Ana. La alegría infantil enmudecería rápido con la noticia, del 23 de octubre, de que una explosión de gas en un colegio vizcaino, había matado en el acto a más de sesenta niños. Con tan triste motivo, se suspendieron las clases del día siguiente en toda España.
Meses más tarde, el 23-F del 81, reflejaba en mi diario el grave incidente, llevado a cabo en el Congreso de Diputados por un grupo de guardias civiles mandados por un teniente coronel. Los capitanes generales están con el Rey, mientras RNE y TVE están ocupadas por el ejército. Y es que, dimitido el anterior presidente del gobierno, Adolfo Suárez, los diputados no conseguían ponerse de acuerdo en la investidura del nuevo, Leopoldo Calvo Sotelo. El miedo hizo que algunos militares se sublevaran en España e intentaran un Golpe de Estado, que el rey Juan Carlos I abortó con suma prudencia. Al final, España respiró tranquila. Fracasado el golpe, a las 12 del día siguiente fueron liberados todos los diputados del Congreso, retenidos allí por el teniente coronel Tejero Molina. España se mantuvo en calma absoluta. Estuvimos los españoles a punto de algo trágico, y empezábamos a pensar si todo marcharía como exige una buena democracia.
Los primeros días de mayo del 81 son convulsivos en Madrid a causa de los atentados terroristas. Y el 13 de es mismo mes, en plena plaza de san Pedro, en Roma, el papa Juan Pablo II es tiroteado tres veces, temiéndose por su vida. Se le intervino urgentemente. Eso fue su salvación. Es el mes de la famosa epidemia de neumonía atípica, eufemismo con que se pretendía encubrir el crimen de haber desnaturalizado el aceite por gente desaprensiva. Aún hay quienes portan las secuelas de aquello. Y para remate de ese terrible mes, se produce el asalto al Banco Central de Barcelona, teniendo que intervenir la Policía Nacional.
Televisión nos daba en directo, el 29 de julio del 81, la Boda de los Príncipes de Gales, Carlos y Diana. ¡Cómo imaginarse el trágico final de Lady Di, años más tarde! Todo un tema para la reflexión, que ahora no podemos hacer. 
Por hijo nacido, las madres recibían, entonces, tres mil pesetas. ¿Qué habría que hacer hoy para que algunas no fueran a las clínicas abortivas? Desde luego, el dinero no es suficiente para adquirir responsabilidad.
Al iniciarse el 82, esbocé un soneto en la agenda. No sé por qué razón lo dejé inconcluso. Claro, el siglo tampoco había llegado a su final. Y escribí los dos primeros cuartetos: ¡Siglo XX que envejeciéndote vas / que a nosotros nos vas envejeciendo! / Devenir de la vida que, en muriendo, / la cosecha de sus frutos nos la das. / Cada día es el penúltimo compás / de una danza de cómicos bebiendo / que, a base de fingir, siguen creyendo / no haber de aquí, tras la vida, nada más.  Repito, nunca sabré por qué no lo concluí.
   
Alfonso Gil González

Compartir en :
 
Back to top!