Desde mi celda doméstica
Buscando...
lunes, 4 de mayo de 2015

ESCRIBÍAMOS AYER


Escribíamos ayer


Demasiadas ocupaciones y un cierto cansancio -¿por qué no decirlo?- me han mantenido un tanto alejado de vosotros, amigos lectores. Hoy, por fin, vuelvo a ponerme en contacto con vosotros. Y, si queréis, reanudaremos nuestros diálogos, ahora que el invierno ha hecho su entrada, y apetece sentarse alrededor de una mesa camilla, con brasero, revestida hasta los pies, a fin de que el calor no se pierda por el ámbito de la salita de estar, sino que, con moderación, mantenga cálida la atmósfera doméstica, mientras, al tiempo, echamos una partidita a las cartas, o jugamos al parchís o, algunos privilegiados, al ajedrez. Claro que esto del ajedrez requiere una especial atención, y no hace factible que la conversación gire sobre temas interesantes. Demasiada concentración.
Cuando esto te escribo, caro lector, hago sonar un viejo aparato de cinta magnética, que envuelve mi celda (me gusta llamar así a mi despacho) con aires de música selecta, cual la del Mesías de Haendel, que me parece propicia, junto al Oratorio de Navidad de Bach, en este bello tiempo de la Navidad, que cierra y abre un año, y que nos recuerda la eternidad en lo efímero: paradoja humana en la que se mueve nuestro existir. En realidad, somos barro animados de divinidad.
Este maravilloso Haendel, tan alemán como inglés, ya tenía más de 60 años cuando compuso su “Mesías”, una recreación sonora de la vida y mensaje de Jesucristo, con momentos tan sublimes, que es un auténtico regalo para el alma escucharla en las voces de Elizabeth Harwood (soprano), Norma Procter (alto), Alexander Young (tenor), y del bajo John Shirley-Quirk, conducidos por Sir Malcolm Sargent, con la Real Orquesta Filarmónica. Hasta el organista Arnold Greir hace portentosa esta obra.
Bueno, amigos,  sólo quería deciros que aquí me tenéis nuevamente, y aprovecho para desearos una Feliz Navidad y un no menos Feliz Año 2015.

Alfonso Gil González

Compartir en :
 
Back to top!