Desde mi celda doméstica
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jueves, 7 de mayo de 2015

ILUSIONES DE UN NIÑO


Ilusiones de un niño


Tengo a mi vera a un niño de siete años al que le pregunto qué ilusiones tiene. Se queda un tanto perplejo. No se lo esperaba. Reacciona rápidamente y me manifiesta que una de sus ilusiones es que le traigan muchos regalos. Enmudece de momento y me espeta de sopetón: “Gafas de rayos láser”. Ni él sabe lo que me ha dicho, tras preguntarle a qué se refería. Es uno de esos niños listos que destacan en el colegio por su vivacidad e inteligencia poco común. Vuelvo a preguntarle por qué lo de las gafas de rayos láser, y me comenta que para cargarse su casa. ¿Por qué? ¿Por qué a un niño de siete años, entre todos los juguetes posibles, le viene a la mente un juguete destructivo? No hay respuesta. El niño, llamado por su madre, va a merendar un yogur. Cuando regresa a mi lado, me pregunta que por qué quiero escribir sobre sus ilusiones. La respuesta, sin embargo, la tienen ustedes en el corazón. Demasiados niños, hoy, están educándose en un clima de violencia, violencia ambiental, violencia en las familias, violencia en los medios de comunicación, y, sobre todo y tristísimamente, violencia en los programas infantiles y en los juguetes más sofisticados. Sí, algo desean destruir éste y otros niños. Algo perciben que les es contrario a su fontal inocencia. Algo que los mayores, tan estúpidamente, les hemos inoculado desde que mamaron, para que no nos molesten, para que nos dejen tranquilos. Ese  absurdo egoísmo, que ellos han captado como si fuera algo natural, lo reflejan hasta en la motivación más sagrada. ¿Qué pasaría si en las Primeras Comuniones el único regalo fuera tan sólo eso, y no pequeño: su primera participación plena en la mesa eucarística? ¡Adiós catequesis!

Alfonso Gil González

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