Desde mi celda doméstica
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martes, 5 de mayo de 2015

LA SEDUCCIÓN DE BACH


La seducción de Bach


Ya hace años que me hallo seducido por este hombre del XVIII, cuya genial e ingente obra musical le hacen el “padre” de cuantos ejercen tan divino arte. Es tan colosal figura, que él resume la no menos importante música alemana de todos los tiempos. Es el gozne entre sus antecesores, a los que sintetiza maravillosamente, y los que le han sucedido, que siempre lo reconocerán como un punto de referencia. Sus “pasiones”, oratorios, Magnificat, Misa en si menor, sus cantatas y tocatas, sus piezas para clave y órgano, etc, hacen que su producción artística sea increíblemente extensa, cual si se tratara de un incesante manantial sonoro.
Toda la obra de Johann Sebastian Bach se nutre del espíritu popular y religioso. Supo transcribir al pentagrama el mensaje evangélico, a veces comentado por Lutero, a veces comentado por el propio músico. Costumbre de la liturgia protestante, Bach la eleva a la categoría de lo sobrehumano. Especialmente, en sus “pasiones” y “oratorios”.
Hombre prolífico en todos los sentidos, tuvo 22 hijos: 8 nacidos de su primera mujer, Bárbara, fallecida cuando él tenía 35 años, y 14 con Magdalena, esposa ésta amante y entendida de la música, que nos ha legado mucho de lo que hoy sabemos sobre este monstruo de la naturaleza. Bach, que había nacido en una familia de músicos, fue creador de otra muy importante en este género. Así, el apellido Bach, que significa “arroyo” o “riachuelo”, se transformó en el más caudaloso de los ríos musicales de la historia humana.
Este año, se cumplen 265 de su muerte, y quiero, amigos, rendirle este pequeño homenaje. Porque, en un mundo tan convulso como este nuestro, necesitamos la música de Bach, su belleza, su capacidad para interiorizarnos, su mágico atractivo. Estoy más que convencido de que la música bachiana –si, de por sí, la música amansa a las fieras- nos tranquilizará el alma y nos ayudará a ser mejores personas.

Alfonso Gil González
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