Desde mi celda doméstica
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jueves, 7 de mayo de 2015

UNIÓN HIPOSTÁTICA


Unión hipostática


Anoche, sin poderme dormir, buscaba el argumento racional para explicar lo que tanto cuesta entender a algunos cristianos, sean clérigos o legos. Y es que había tenido una visita, la tarde anterior, y pude percibir la terrible ignorancia en la que aún se hallan, y no sé por cuanto tiempo más.
Es complicado dialogar en materia teológica, y me imagino que en cualquier materia, con aquellos que leen literalmente la Biblia y literalmente la entienden; es decir, con aquellos que no saben qué están leyendo. Y no es problema de iglesias –que si católica, que si protestante, que si ortodoxa o anglicana-, no. Es problema de conocimiento, simplemente; de estudiar.
Cuando un libro es tan antiguo como la Biblia –palabra que significa “libros”, pues consta de 72-, uno no puede leerla a la ligera, sin tener en cuenta los distintos géneros literarios, las lenguas diversas por las que ha venido hasta nosotros, los distintos autores humanos, la crítica textual, el contexto histórico y social, etc, etc… Porque, sin ese conocimiento, el mensaje central y esencial, como libro de fe y para la fe, se adultera, se infantiliza, y genera una serie de creyentes de tendencia fundamentalista, que agárrate que hay curva. Curas que no saben lo que predican, catequistas que no enseñan lo que deben aprender los catequizandos, padres que transmiten una religiosidad más que una fe. Y todo, porque han tomado demasiado en broma algo tan serio como el Libro Sagrado de las tres grandes religiones monoteístas.
Pongamos por caso los malentendidos que abrigan algunas mentes, al no entender la unión hipostática de la naturaleza humana con la naturaleza divina en Cristo. Esto les lleva a decir que su Madre lo era sólo de su humanidad. Craso error. Pero hypostasis es un término griego filosófico que hace referencia a la sustancia primera individual, es decir, lo que hace que un ser sea lo que es. Por tanto, al encarnarse el Verbo, asume, sin destrucción, la naturaleza humana, toda la naturaleza humana, y, consiguientemente, la Virgen es, por ello, Madre de Dios, pues la hipóstasis hace una sola persona, y ésta divina.
Al fin de cuentas, este es un tema teológico profundo. Pero, ¿qué decir de aquellos cuya ignorancia les hace confundir lo real con lo histórico, la imagen literaria con el contenido, la parábola con el acontecer, el lenguaje mítico con la lección científica? Y así, como digo arriba, surgen cristianos, catequistas y algunos curas que desvirtúan lo auténticamente evangélico con nada más abrir la boca. Es, por eso, que escribo esta columna, y es una pena que, a lo mejor, no despierte el interés a que aspiran mis palabras. 

Alfonso Gil González

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