La vuelta al cole
La tercera semana de septiembre es la de la vuelta al colegio. Terminadas las fiestas septembrinas, nuestros hijos vuelven a las aulas para iniciar o continuar su período de formación académica que les preparen para el mañana. Ese futuro está más cerca de lo que se imaginan. Que se lo pregunten, si no, a los alumnos de ayer, hoy profesionales en distintas ramas, y muchos, por desgracia, en el paro laboral, cuestionándose a sí mismos de qué les ha valido el esfuerzo realizado.
Ir o volver al colegio, al instituto o a la universidad, debería hacerse por motivos más amplios que los de la preparación a una profesión. Yo soy de la opinión de que nuestros hijos deben formar, primeramente, sus almas. Es decir, deben educarse. Desgraciadamente, ni todas las familias proporcionan esa educación, ni todos los profesores son válidos para educar. Pero la educación es condición indispensable para que nuestros jóvenes adquieran la perfección o maduración humana. Todo lo demás, con ser importante, queda relegado a un segundo plano en el vivir personal y en el convivir social.
Es más, las asignaturas deberían estar trabadas por el enlace educativo. Todas ellas coordinadas y correlacionadas con una mira común: sacar adelante a la persona humana. ¿De qué serviría una Tierra ecológicamente mejor y más habitable, si no conseguimos mejores personas para la Tierra? La destrucción nos vendría de todos modos. De hecho, el caos ambiental a que está llegando este mundo se debe, en gran medida, a que los responsables carecen, en general, de esa categoría moral que les permitiría ser personas humanas. Poco o nada puede esperarse de aquellos quienes al dinero o al poder tributan pleitesía.
¿No nos vendría bien a todos volver al cole?
Alfonso Gil González
