Y se hizo Hombre
Hace algunos años, viviendo en Madrid, tuve la oportunidad de conocer a Rafael Ruiz, un brillante locutor de la COPE, que hacía el programa nocturno “Juntos en la noche”, emisión que, a las 3 de la madrugada, tenía una audiencia de ochocientos mil escuchas, pendientes de la radio por mil y una circunstancias, casi todas ellas provocadoras de una vigilia dedicada a atender a los demás.
Se nos ocurrió, entonces, iniciar una sección que, titulada Y se hizo Hombre, presentara la encarnación del Verbo no como algo que sucedió hace veintiún siglos, sino como una realidad permanente de la entrega divina a sus criaturas. Estoy seguro que muchos de nuestros lectores se acordarán de aquello. Y se tocaron los temas más humanos y más candentes. Aún guardo aquellas grabaciones como un tesoro. Todavía escucho a aquel médico que no había podido salvar a su hija, a aquella madre cuyo hijo drogadicto moría como un santo.
Durante treinta semanas, aquella sección, que la propia COPE cortó por inconfesable motivo, fue invitando a los radioyentes a un diálogo compartido. Las penas y los gozos se manifestaban sin reparos. De Coruña a Cádiz y de Mallorca a Gran Canaria, se creaba una atmósfera de entramado fraternal, donde la presencia humanada de Cristo no había que demostrarla, se palpaba. La soledad de los solos ya no era soledad. La pobreza de los pobres tampoco era pobreza. Todo se compartía a través de las ondas. Y los que no habían podido intervenir por falta de tiempo, nos enviaban cartas admirables, donde uno podía contemplar, sin demasiado esfuerzo, como la Navidad de antaño no era un capítulo aislado de la Historia, sino el eje y sentido de la Historia misma.
Alfonso Gil González
