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jueves, 2 de junio de 2016

DIÁLOGOS ECLESIOLÓGICOS... 4

La Reforma Protestante

Aprovechando sus propias palabras, le decía al profesor Muñoz Palacios, teólogo y filósofo, que la Reforma del siglo XVI es vista hoy con perspectivas distintas a los siglos que le siguieron, aún a sabiendas de que ese hecho originó el primer brote de rebelión co la famosa discusión sobre las "indulgencias". Y que siempre resultó una incógnita cómo una discusión tal, promovida por un fraile, produjera una revolución tan amplia, profunda, rápida y duradera como fue la reforma Protestante.
Vino a decirme que, entre las causas eclesiásticas y religiosas de la reforma, predominaba una teología centrada en cuestiones marginales, descuidada de lo más central del cristianismo. Que la imagen de Lutero es la que ha sufrido un cambio más radical en la historiografía católica, junto a la revisión de las doctrinas que parecían más radicalmente diferenciadoras entre católicos y protestantes. Que el mismo Lutero no nos dejó una exposición doctrinal sistemática, y sobre su figura él mismo ofrece testimonios incoherentes. Y tampoco la doctrina del reformador fue estudiada tranquilamente.
Lortz, me decía, parte de la situación de la Iglesia en la época anterior a Lutero. La descomposición de la Iglesia era tal que el fenómeno Lutero se hacía absolutamente necesario. Lutero y los demás reformadores partirán de la conciencia cristiana, en busca del auténtico cristianismo. Lutero buscará en definitiva a Dios y su gracia, lo que implicará arrojar del campo de la fe a la "razón prostituta", y de la concepción de la salvación todo lo humano que atente a la acción y méritos de Cristo. Lo primero merecerá la formulación "sala fides", y lo segundo "solo Christo" y "sola gratia". Que en definitiva culminará en "soli Deo gloria".
Lo que Lutero exponía en sus tesis no estaba en contradicción con las enseñanzas de la Iglesia, más aún expresamente quiere estar de acuerdo con la Iglesia romana. Sin embargo, el arzobispo Alberto denunció a Lutero en Roma como "propagador de nuevas doctrinas". Pero, ni Lutero ni los otros reformadores ofrecen al comienzo indicio alguno de querer separarse de la única Iglesia, o de querer fundar una nueva iglesia. Lo que pretendían era la reforma de la única Iglesia.
Lo que la Reforma proclamaba era algo fundamentalmente cristiano. Se pretendía la vuelta al cristianismo en sus orígenes, lo que hizo que se fuese avanzando hacia formas simples como la Escritura tomada verbalmente, el sacerdocio universal de los fieles y la centralidad de la fe en Cristo crucificado. Si en el siglo XVI no se vio el contenido cristiano en el movimiento reformador, fue debido al apasionamiento de una situación de controversia en la que se producían "ataques masivos".
Entiendo, le digo al profesor Muñoz, cómo desde el papa Juan XXIII hasta el papa Francisco, la Iglesia se va abriendo a la mutua comprensión, participando incluso en las celebraciones de los 500 años de la Reforma Protestante.

Alfonso Gil González
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