Desde mi celda doméstica
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viernes, 24 de junio de 2016

ESPIRITUALIDAD... 6

El problema del "mal"

Continúo con la lectura de "Un curso de milagros". Me tenéis que permitir que intente hablaros con la dignidad que merece el ser humano. De lo contrario, ya nada podría aportaros con verdad. Por eso, enfocaré el desarrollo del tema desde este doble principio: "El amor perfecto expulsa el miedo. Si hay miedo, es que no hay amor perfecto". O por decirlo de otro modo: "Sólo el amor perfecto existe. Si hay miedo, éste produce un estado que no existe".
La capacidad de manifestarse es un aspecto fundamental de Dios, que Él mostró, primero, en la Creación. Es como si se extendiera a sus criaturas, infundiéndoles la misma amorosa Voluntad que Él posee. Hay un uso inadecuado de ese "extenderse" divino cuando creemos que existe en nosotros alguna carencia que pueda suplirse con nuestras propias ideas, en lugar de con la verdad. Y eso es lo que engendra el miedo, la básica percepción errónea de usurpar el poder de Dios. Necesitamos la absoluta convicción de ser invulnerables a toda expresión de falta de amor, y de que la "paz" es un atributo que se encuentra en nosotros mismos. Es imposible hallarla fuera.
Si tenemos miedo, es que estamos equivocados respecto a lo que va la pena. Y ello nos lleva a engendrar nuestras propias creaciones: las proyecciones del ego. Vivimos el tiempo de la Salvación, pero ésta no es posible sin liberar la luz que hay en nuestro interior. Para que esa Salvación sea plena, ha de llegar hasta nuestro altar interior que ha sido profanado por nuestro falso ego. Ya sabemos que esa Salvación plena es cuestión de tiempo. Como es cuestión de tiempo el curarse. La curación se basa en la caridad, y la caridad es una forma de percibir la perfección en otro aun cuando no podamos percibirla aún en nosotros. La caridad es una forma de ver a otro como si ya hubiese llegado mucho más allá de lo que en realidad ha logrado en el tiempo hasta ahora.
Antes de seguir adelante, quizá sea bueno rezar así: "Estoy aquí únicamente para ser útil. Estoy aquí en nombre de Aquel que me envió. No tengo que preocuparme por lo que debo decir ni por lo que debo hacer, pues Aquel que me envió me guiará. Me siento satisfecho de estar dondequiera que Él desee, porque sé que Él estará allí conmigo".
Ahora sigamos. Somos responsables de lo que pensamos, porque solamente a ese nivel tenemos poder de decisión. Nuestras acciones son el resultado de nuestros pensamientos. Siempre que tenemos miedo es señal inequívoca de que hemos permitido a nuestra mente crear falsamente. Y, por tanto, cada vez que tenemos miedo es porque hemos tomado una decisión equivocada. El Espíritu Santo no puede pedirte que hagas más de lo que estás dispuesto a hacer. La fuerza para hacer lo que nos pide procede de una firme resolución de hacer su Voluntad. Y eso no será posible hasta no reconocer que su Voluntad es también la nuestra. Si no es así, la mente engendra el miedo. Lo que quiere decir que, de alguna manera, hemos decidido no amar. Así que hay que recomponer la situación. Reconocer, primeramente, que lo que experimentamos es miedo. Que el miedo procede de una falta de amor. Que el único remedio para la falta de amor es el amor perfecto. Y que el amor perfecto es nuestra Salvación.
Debemos observar con especial atención que Dios tiene solamente un Hijo. Si somos hijos suyos, cada uno de nosotros es parte integral de toda la Filiación. Por tanto, la Filiación divina, en su unicidad, trasciende la suma de las partes. Este hecho, no obstante, queda velado mientras falte una sola de ellas. Por eso es por lo que, en última instancia, el conflicto no se puede resolver hasta que todas las partes de la Filiación hayan retornado. Sólo entonces podrá comprenderse lo que es la plenitud. Cualquier parte de la Filiación puede creer en el error si así lo elige. Pero, si lo hace, estará creyendo en la existencia de lo que no existe.
El Juicio Final es la última curación, en ve de un reparto de castigos, por mucho que pensemos que los castigos son merecidos. Se podría decir que el Juicio Final significa simplemente que todos legaremos a entender qué es lo que tiene valor y qué es lo que no lo tiene. Lo que pasa que el término "juicio final" asusta no sólo porque ha sido proyectado sobre Dios, sino también por la asociación de la palabra "final" con la muerte. Pero nadie que vive atemorizado puede estar realmente vivo. Cuando todo lo que retengamos en la memoria sea digno de amor, no habrá razón alguna para tener miedo.

Alfonso Gil González

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