A nadie le duele el dolor ajeno.
Cuando dices "yo soy" dejas que el ego te suplante.
Cuando ejecutamos la música, la liberamos de la cárcel del pentagrama.
El infierno radica en nuestra impotencia para el bien, y el cielo en la impotencia de Dios para el mal.
La gente no es feliz porque le encanta ser masoquista.
No despertamos cuando abrimos los ojos, sino cuando somos conscientes de que los cerraremos.
No hay perdón donde no hay olvido.
No podemos ser superiores a quien nos ama.
No quiero tu obediencia, sino tu amor; porque no quiero ser tu amo, sino tu siervo.
No sabemos que los caminos de Dios son rectos hasta que no experimentamos que los nuestros están equivocados.
No se goza del cielo con recuerdos de la tierra.
Nunca digas "amén" sin saber el contenido del "oremus".
¡Qué pocos cuerdos son capaces de decirle a Dios: "No me hagas caso"!
Queremos tanto cuanto darnos pueden, pero sólo amamos cuando nada pueden darnos.
Sólo escucha a Dios quien hace silencio al mundo o a sí mismo.
Ver no es abrir los ojos, sino saber lo que se mira.
Alfonso Gil González