La cigarra y la hormiga
Cantando la cigarra
pasó el verano entero,
sin hacer provisiones
allá para el invierno.
Los fríos la obligaron
a guardar silencio
y acogerse al abrigo
de su estrecho aposento.
Vióse desproveída
del preciso sustento,
sin moscas, sin gusanos,
sin trigo, sin centeno.
Habitaba la hormiga
allí tabique en medio,
y con mil expresiones
de atención y respeto,
le dijo: "Doña hormiga,
pues que en vuestros graneros
sobran las provisiones
para vuestro alimento,
prestad alguna cosa
con que viva este invierno
esta triste cigarra,
que alegre en otro tiempo
nunca conoció el daño,
nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme,
que fielmente prometo
pagaros con ganancias
por el nombre que tengo."
La codiciosa hormiga
respondió con denuedo
ocultando a la espalda
las llaves del granero:
"¡Yo prestar lo que gano
con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?"
"Yo, dijo la cigarra,
a todo pasajero
cantaba alegremente
sin cesar un momento."
"¡Hola! ¿conque cantabas
cuando yo andaba al remo?
Pues ahora que yo como,
baila, pese a tu cuerpo."
Félíx María Samaniego
Fabulista del siglo XIX